Hay que valorar más a las trabajadoras domésticas

• Se ha logrado avanzar en el acceso y ejercicio de algunas garantías laborales, pero aún son insuficientes, declaró Ariana Rodríguez González
• El 30 de marzo se conmemora el día internacional de ellas, como una fecha para reivindicar su labor

A pesar de los esfuerzos significativos para brindar protección a sus derechos laborales, las trabajadoras del hogar enfrentan serios problemas de explotación y discriminación, urgentes de erradicar desde los ámbitos familiar y escolar, considera la Técnica Académica adscrita al Centro de investigación y Estudios de Género de la Escuela Nacional de Trabajo Social, de la UNAM, Ariana Rodríguez González.

En entrevista con motivo de la conmemoración del Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, establecido el 30 de marzo por la Organización de las Naciones Unidas como fecha para reivindicar esta actividad y las prerrogativas de quienes la realizan, resalta que históricamente han sido un grupo excluido y discriminado a partir de una construcción socio-cultural, en la que a las mujeres se les asigna un rol en el ámbito del hogar.

Se les asocia también a las tareas de cuidado de niñas, niños y de personas adultas mayores; al asumir esta función como algo natural por ellas mismas y la sociedad, se constituye en una actividad invisibilizada y menospreciada, enfatiza. 

El trabajo doméstico remunerado ha sido mal pagado; se desarrolla en condiciones desfavorables, de explotación, las cuales crean una serie de estigmas sociales que solo se podrán erradicar con un cambio sociocultural sobre la forma en que lo vemos y apreciamos, pues esta actividad resulta vital para el bienestar de millones de hogares, abunda la universitaria.

Datos del INEGI de marzo de 2023, recuerda, indican que el trabajo del hogar en México incorpora a 2.5 millones de personas de 15 años y más, y continúa como una de las asignaturas pendientes en términos de reconocimiento y garantía de derechos.

La invisibilización, apunta, se presenta porque no se entiende como una relación laboral y, en consecuencia, no se da el reconocimiento igualitario respecto de otro tipo de empleos en el país. Tampoco se asume la importancia de remuneraciones justas, acordes con el volumen de quehaceres y la duración de las jornadas, que además suelen ser poco dignas.

Cifras del INEGI también revelan que a pesar de ser un espacio laboral predominantemente femenino, en 90.2 por ciento, existe una brecha salarial vinculada con la condición de género que es otra evidencia de la deuda de justicia que existe.

El promedio de ingreso mensual en el sector es de 3 mil 829 pesos, pero cuando se desglosa por género queda en evidencia que ellas perciben una paga menor, es decir, 3 mil 767 pesos mientras que los hombres trabajadores del hogar 4 mil 399, lo que significa que por día es menor al salario mínimo vigente en nuestro país.

Lo anterior, además de sus derechos laborales: vacaciones, espacios seguros, trato digno y no discriminatorio, así como aguinaldo, entre otros, los cuales no suelen ser proporcionados por la mayoría de los empleadores.

En este sentido, Rodríguez González comenta que a pesar de las resistencias y debido al trabajo colectivo de las mujeres, se ha logrado avanzar en el acceso y ejercicio de algunas garantías, aunque siguen siendo insuficientes.

En México, anota, se modificó la Ley Federal del Trabajo que protege sus derechos laborales; sin embargo, en la mayoría de los casos la normatividad se incumple y prevalece el estigma y la invisibilización.

“De acuerdo con los últimos datos que reporta el Instituto Mexicano del Seguro Social hasta diciembre del 2023, sólo 62.000 trabajadoras habían sido registradas por sus empleadores lo que representa apenas el 2.5 por ciento de total de los trabajadores del hogar, lo cual resulta lamentable”, abunda.  

Enfrentan otras discriminaciones que se suman al hecho de ser mujeres y que tienen que ver con la clase social, pertenencia a alguna etnia, o si están embarazadas y/o tienen hijos, lo cual abona a que los niveles sean mayores.

Rodríguez González afirma que aún hay labor que realizar con los empleadores y las familias para poder desmontar esta construcción sociocultural que invisibiliza las actividades domésticas y de cuidados, pero además la sociedad en general debe valorar la importancia que tienen para dar viabilidad a la actividad económica y productiva de millones de hogares.

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