Mipymes requieren ser más competitivas para enfrentar los nuevos tiempos

• Gerardo González Chávez asevera que una cantidad significativa del empleo de estas organizaciones se efectúa en la informalidad
• En nuestro país existen aproximadamente 4.2 millones de este tipo; algunas tienen dificultades para acceder a créditos, carecen de acceso a tecnología y capacitación
• El 27 de junio se celebra el Día de las Microempresas y las Pequeñas y Medianas Empresas

Las micro, pequeñas y medianas empresas (comúnmente conocidas como mipymes) engloban más de dos tercios de la totalidad del empleo en el mundo y generan la mayor parte de los nuevos puestos de trabajo. Pese a ello, se enfrentan con importantes desafíos en lo que concierne a condiciones de trabajo, productividad y nivel de informalidad de sus actividades.

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estas organizaciones, por lo general, tienen menos de 250 empleados. En numerosos países más de 90 por ciento de la totalidad forman parte de las micro, pequeñas y medianas empresas, y gran parte se sitúa en la categoría de microempresas, con menos de 10 trabajadores.

La actividad de las mipymes, sumada a la de los trabajadores por su cuenta, alcanza una tasa de 70 por ciento del empleo mundial. México, explica Gerardo González Chávez, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, no es la excepción. Con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (abril de 2022), la población económicamente activa (PEA) fue de 59.5 millones, con una tasa de participación de 60.1 por ciento.

De ellas, en los micronegocios estuvieron empleadas 23 millones 580 mil 375 personas; en los pequeños establecimientos, 8 millones 375 mil 351; y en los medianos, cinco millones 762 mil 520. “Esa es la importancia de esas empresas para la economía del país”.

Según la OIT, las mipymes son motores del crecimiento económico y el desarrollo social. En la mayoría de las naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos representan más de 50 por ciento del producto interno bruto, índice que alcanza hasta 70 por ciento, de acuerdo con algunas estimaciones mundiales. Además, tienden a contratar a quienes tienen menos oportunidad de encontrar trabajo: jóvenes, personas de edad y los menos calificados.

Con motivo del Día de las Microempresas y las Pequeñas y Medianas Empresas, establecido el 27 de junio por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas “para concienciar acerca de su contribución al desarrollo sostenible y la economía global”, Gerardo González asegura que buena parte del empleo de estas organizaciones se lleva a cabo en la informalidad.

Las mipymes han sido las principales generadoras de empleos, pero también –de acuerdo con datos del INEGI– son las más precarias, ya que seis de cada 10 trabajadores ocupados en estas están excluidos de la seguridad social, lo que significa que los empleos que generan son informales, con bajos salarios y no reúnen los requisitos definidos por la OIT para ser catalogados como empleos decorosos.

Esa Organización calcula que 60 por ciento de la fuerza de trabajo ocupada se encuentra en la economía informal, por motivos de costos y competencia, en el mercado mundial. Además, un número cercano a 40 por ciento de los empleos formales reportados por el Seguro Social son temporales o sin prestaciones –como fue denunciado por promotores, supervisores, vendedores, entre otros–, es decir, empleos informales contratados por empresas formales y realizados dentro de sus instalaciones.

Las características que identifican a los establecimientos informales son: cuentan con cinco personas ocupadas o menos; no pagan contribuciones patronales a regímenes de seguridad ni otras prestaciones sociales; tampoco forman parte de una empresa con varios establecimientos; no tienen gastos por servicios contables para manejar sus cuentas, legales ni  de administración, al igual que por conceptos de gastos por asesoría comercial, mercadotecnia y servicios conexos, y no utilizan un sistema contable, entre otras.

Del total de establecimientos de mujeres propietarias, 78.4 por ciento son informales, en los cuales trabaja 65.2 por ciento del personal ocupado y aportan 50.6 por ciento del valor agregado; en tanto, los formales, que representan 21.6 por ciento, concentraron 34.8 por ciento de personas ocupadas y aportaron 49.4 por ciento del valor agregado censal bruto (Censos Económicos 2019).

En riesgo de desaparecer

En nuestro país existen aproximadamente 4.5 millones de este tipo de organizaciones. A partir de la emergencia sanitaria, expone el universitario, ese sector se vio afectado; “gran cantidad de empresas que ya tenían muchos años no pudieron sortear la pandemia, al tiempo que surgió una gran cantidad de negocios relacionados con nuevas tecnologías y plataformas”.

Se muestra un importante crecimiento de empresas de transporte y entrega de comida o productos, pero se mantienen en lo que se considera economía informal. Por ejemplo, un chofer de servicio de taxi vía plataforma debe trabajar de 12 a 13 horas diarias para entregar 25 por ciento de su ganancia a la empresa, cubrir sus gastos y sobrellevar la deuda de un auto a crédito. “Eso fortalece la informalidad, y aleja la posibilidad del trabajo decente del que habla la OIT. Es necesario regular esas actividades”, recalca el especialista.

También hay que decir que numerosas mipymes, sobre todo en el área comercial y de servicios, surgen por miles a lo largo del año, “pero así como nacen, mueren”. Aproximadamente 70 por ciento no pasa del primer año, y casi 10 por ciento duran hasta cinco, precisa el investigador.

La crisis por la COVID-19 nos ha enseñado que la pandemia y las medidas de contención no afectan a todos de la misma manera. Dentro del sector privado, las micro, pequeñas y medianas empresas, especialmente las lideradas por mujeres, jóvenes, minorías étnicas y migrantes, fueron las que más sufrieron.

Una encuesta del Centro de Comercio Internacional sobre el impacto de esa enfermedad entre las organizaciones de 136 países demostró que casi 62 por ciento de las pequeñas dirigidas por mujeres se han visto afectadas de manera considerable por la crisis, en comparación con poco más de la mitad de las encabezadas por hombres. Además, los negocios en donde ellas son propietarias tuvieron 27 por ciento más probabilidades de no sobrevivir a la emergencia sanitaria, según la ONU.

Al respecto, González Chávez reitera que en México las trabajadoras se ubican sobre todo en mipymes, pero con informalidad, donde carecen de prestaciones y obtienen menores salarios. Una cantidad importante, por ejemplo, se dedican al comercio porque deben emplear tiempo al hogar y al cuidado de los hijos, en una jornada doble de trabajo.

Ellas “intentan cubrir las necesidades de un mayor ingreso en la medida que el poder adquisitivo ha caído alrededor de 75 por ciento en el periodo neoliberal”.

La micro, pequeñas y medianas empresas enfrentan diferentes retos, por ejemplo es limitado el número que tiene acceso a créditos; y, por lo regular, las que los obtienen es con tasas de interés más elevadas en comparación con las que se cobra a una gran empresa, destaca el integrante del IIEc.

Un número importante permanece en la informalidad por diferentes motivos: dificultades para cumplir con los requerimientos de la empresa contratista, limitaciones para el pago de trabajadores formales, falta de incorporación al régimen impositivo, escasas posibilidades para documentar su capacidad de pago y ser sujeto de crédito (particularmente en los micronegocios), aspectos que las colocan en una condición de inestabilidad.

En las mipymes la aplicación de la innovación y el desarrollo tecnológico es baja y la mayoría carece de apoyo institucional; por el contrario, se ven enfrentadas a la sobrevivencia o regularización por el peso que representa el sistema impositivo y los costos laborales en las prestaciones sociales.

Son, en numerosas ocasiones, proveedoras, contratistas o parte de la cadena de distribución de la gran empresa, pero se les exige calidad, por eso deben realizar inversiones para ser competitivas y, en ciertas situaciones, deben reducir costos vía salarios y prestaciones de sus trabajadores.

Con la firma del Tratado entre México, Estados Unidos, Canadá se ha señalado la necesidad de igualar sueldos en las tres naciones, pero la distancia es enorme. En México se pagan cuatro dólares la hora de salario medio; 19 en la Unión Americana y 22 en Canadá.

“Nuestro país debe pagar más, por lo menos el doble, pero eso encarece la fuerza de trabajo. Los canadienses ya están usando robots manufactureros, con lo cual se pone en peligro los puestos de trabajo; aquí aún es más atractivo emplear personas”, asevera.

Otros de sus desafíos son el acceso a la tecnología y la capacitación. “Muchos negocios viejos no pudieron sobrevivir en los últimos años, pero los que iban surgiendo se fortalecieron con el uso de las nuevas tecnologías. Ya no se trata de ventas en lugares fijos, sino de la distribución de los productos por internet”, finaliza González Chávez.

 

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