“Cuesta trabajo creer que haya alguien que  ponga en duda la importancia de las vacunas y los riesgos de no aplicarlas. Si  no hay enfermedades, prevenibles con la vacunación, no habrá sufrimiento ni  dolor, tampoco internamientos ni gastos asociados a la atención médica”,  destacó Mauricio Rodríguez, académico de la Facultad de Medicina de la UNAM.
            No sólo previenen enfermedades, también son  necesarias porque gracias a ellas se han podido evitar epidemias. Con su  aplicación, por ejemplo, se logró erradicar la viruela en México y se han  controlado otras como la parálisis por polio, la diarrea por rotavirus, el  tétanos y la rubéola congénita.
            Cuando la gente decide no vacunarse ella misma  o a sus hijos, abre la puerta a ciertas afecciones que pueden provocar brotes o  propagaciones, lo que representa un retroceso. La inmunización ha eliminado o  controlado padecimientos graves, y ahora, por decisión individual, algunas  personas dejan de lado ese proceso sin pensar en las repercusiones, pues un  niño no vacunado puede ser la vía de contagio para otros, advirtió.
            “Quienes toman esa determinación muchas veces  cuentan con un nivel socioeconómico alto, con capacidad para pagar atención  médica privada y en las mejores condiciones si sus hijos enferman; el problema  es que conviven con otros pequeños que no tienen los mismos recursos”.
            El especialista indicó que hay varias razones  por las que la gente no vacuna a sus hijos; la principal es que creen que ese  proceso es dañino, “lo cual es erróneo. Actualmente hay evidencia científica  que demuestra que las vacunas son seguras y efectivas”.
            Además, últimamente se ha difundido la idea de  que contienen sustancias que pueden dañar a los niños, por lo que algunos  padres, sin cuestionar la procedencia de la información, deciden no aplicarlas,  poniendo a sus hijos en riesgo de contraer enfermedades, y contagiar a otros.
            De igual manera, se piensan que las vacunas son  un invento de la industria para hacer fortuna, y las personas determinan “no  dar su dinero a quienes las producen”. 
            Sin embargo, aclaró el experto en investigación  y desarrollo de vacunas en México, ésta es una visión equivocada, pues si un  laboratorio provee un insumo o servicio para la salud, es de esperar que reciba  algo a cambio, como ocurre con cualquier otro producto o servicio que se ofrece  en una sociedad. 
            Otro argumento para no vacunar es la creencia  de que ya no es necesario porque algunas enfermedades ya no están presentes y  el riesgo de contraerlas es muy bajo; no obstante, es precisamente gracias a la  vacunación que se ha llegado a la eliminación o control de muchos padecimientos  que en otros tiempos fueron muy graves, como la polio o la difteria, enfatizó. 
            Por fortuna, resaltó, nuestro país tiene un  sistema de vacunación efectivo, pues cerca del 90 por ciento de las vacunas que  se administran se proporciona a través de servicios públicos de salud, sin  costo directo para quien la recibe, lo que facilita su aceptación.
            Las vacunas, explicó, son sustancias que  estimulan al sistema inmune para producir defensas; dependiendo de su naturaleza,  contienen los microorganismos contra los que se pretende proteger (ya sea  completos o alguna de sus partes, debilitados o inactivados) y se administran  de manera controlada. Evitan que el individuo se contagie o contagie a otros,  que la enfermedad sea grave y que haya secuelas en los afectados.
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