Jessica Valeria Cruz Aguirre, estudiante de la carrera de Ingeniería Química en la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, obtuvo el Premio Nacional y segundo lugar en América Latina del Henkel Innovation Challenge, por la invención de un nuevo sistema de lavado de ropa por bacterias que no necesita agua ni detergente.
Se trata de un envase que contiene dos aerosoles: el primero se rocía sobre la ropa para que las bacterias consuman las partículas orgánicas, quiten el mal olor y las manchas. Un segundo “rocío” mata a esos microorganismos, agrega suavizantes y perfumes a las prendas, para que queden suaves y con un aroma agradable.
De ese modo, con oprimir primero la válvula derecha que deja escapar la solución acuosa con la bacteria, y luego la izquierda, que permite colocar el denominado sellador, las prendas quedan limpias, aunque por el momento sólo es funcional con manchas de vino, aceite comestible y sudor.
Este trabajo fue presentado en los certámenes en conjunto con su compañera Paulina Mar Lucas, alumna de la carrera de Negocios Internacionales de la Escuela Superior de Comercio y Administración (ESCA) unidad Santo Tomás, del Instituto Politécnico Nacional, quien se encargó de la parte de mercadotecnia.
Incipiente, pero con potencial
La joven universitaria señaló que las bacterias utilizadas en este proyecto generalmente se asocian a metales. En este caso, no se hizo una modificación genética o algo parecido. Únicamente se “aclimataron” y se les obligó a alimentarse sólo de vino, en primera instancia, para que ellas solas se “modificaran”.
Eso se logra si es su única fuente de nutrición. El “bicho”, para sobrevivir, ingiere lo que puede, y al colocarlo sobre una prenda con manchas de vino, reconoce su “comida” y procede a alimentarse con la “mugre”.
La adaptación es un proceso que se da poco a poco. Posterior al vino se agregó al “menú” una mezcla de vino y aceite de cocina que los microorganismos empezaron a consumir. Después se sumó el sudor, que comen lentamente.
La investigación empírica se ha realizado sin la ayuda de equipos sofisticados, con materiales muy sencillos como vasos de vidrio, la “comida” y agua como medio para que las bacterias se reproduzcan.
Todavía falta desarrollo y no se ha obtenido un producto para ser lanzado al mercado, pero ya se cuenta con la estructura de cómo serán utilizados los “bichos”. Entre los aspectos aún por analizar se encuentra garantizar que no representen ningún riesgo para la salud y determinar cómo podrían afectar al ambiente. Las pruebas realizadas hasta ahora han sido en sistemas cerrados, aclaró Jessica Valeria.
Aunque la bacteria quedaría muerta con el segundo aerosol, podría “escaparse” al medio, “por eso queremos asegurarnos de que efectivamente no sea patógena y no represente riesgo”.
La alumna de la FQ contó con ayuda del académico Óscar Hernández Meléndez para lograr que se reprodujera la bacteria. Asimismo, del personal de la empresa mexicana Sinaqua, con la que la estudiante tiene contacto y que financiará la investigación en los próximos años para patentar y comercializar el producto. “El proyecto está en ciernes; le falta desarrollo a la bacteria, producción y estimar costos”, reiteró.
Mientras tanto, Jessica disfruta el triunfo de su equipo en el Henkel Innovation Challenge. “Fuimos elegidas entre los 10 finalistas nacionales y expusimos en 15 minutos nuestro trabajo frente a directivos de esa empresa alemana, de las áreas beauty care, laundry y adhesivos”.
De esos competidores seleccionaron a los tres primeros lugares, que contendieron bajo el mismo sistema contra Colombia y Brasil para elegir al representante de América Latina. Ahí, las alumnas de la UNAM y del Poli obtuvieron el segundo sitio, sólo después de un equipo brasileño.
Recibieron buenos comentarios de la firma convocante y “si le echamos ganas y lo desarrollamos, auguro un futuro promisorio”. El concurso, aclaró Cruz Aguirre, está diseñado para detectar jóvenes con talento y ganas, no para continuar los proyectos o comercializarlos.
A un semestre de concluir sus estudios, la universitaria espera titularse en febrero o marzo próximo y “abrir mi propia empresa; me gusta la biotecnología pero no estoy cerrada a un canal; trato de pensar en ideas innovadoras y consolidar algo. Después, en uno o dos años más, cursar una maestría. Por ahora no sé en qué especializarme y quiero esperar hasta estar segura de lo que quiero hacer”, finalizó.
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