Boletín UNAM-DGCS-555
Ciudad Universitaria
Pie de foto al final del
boletín
DESARROLLAN EN LA
UNAM, MÉTODO DIAGNOSTICO DE LA NEUROCISTICERCOSIS
·
Permite seguir su evolución
sin recurrir a técnicas complejas y costosas
·
Se estima
que en México aproximadamente cinco millones de habitantes sufre cisticercosis,
y 80 por ciento de ellos tienen el parásito alojado en el cerebro
·
Los
cisticercos atacan el sistema nervioso; el paciente sufre dolores de cabeza,
ataques epilépticos y, en casos extremos, demencia e incluso la muerte.
En México existen aproximadamente cinco millones de individuos con
cisticercosis, y de ellos, casi del 80 por ciento tiene los cisticercos
alojados en el cerebro. Según la Secretaría de Salud, tres de cada 100 personas
con problemas neurológicos padecen neurocisticercosis, y una de cada 100 fallece
por esa causa.
Ante ello, un grupo de investigadores
del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de
La neurocisticercosis es considerada una de las enfermedades
neurológicas más peligrosas; es provocada por cisticercos, larvas del cestodo Taenia solium, conocido también como
“solitaria”, que en estado adulto llega a medir más de
El parásito adulto no tiene sistema digestivo, tiene una cabeza, un
cuello y un cuerpo formado por una serie de segmentos, cada uno de los que
contiene testículos y ovarios.
Los segmentos más alejados de la cabeza son los que maduran más rápido,
y una vez que llegan a ese punto, se separan del cuerpo con miles de huevos en
su interior y salen al exterior en el excremento de la persona.
Cuando se ingieren alimentos contaminados, los huevos del parásito llegan
al estómago, pierden su cáscara por la acción de los jugos gástricos; entonces pasan
al intestino delgado y sufren la acción de la bilis y del jugo pancreático, que
barren las grasas que cubren la bolsa con el embrión en su interior.
Ese proceso permeabiliza la membrana y permite el paso de agua y
nutrientes al interior, lo que activa al embrión que, con sus seis ganchos, rompe
el recubrimiento y sale al intestino.
Posteriormente, con ayuda de sus enzimas proteolíticas y ganchos, rasga la pared intestinal hasta encontrar una vena o arteria, que también perfora; en la corriente sanguínea viaja a diferentes tejidos de ojos, cerebro, corazón y subcutáneo, donde se instala y desarrolla hasta alcanzar su estado de metacestodo o cisticerco.
En la neurocisticercosis, después de cuatro o cinco años
de infección los parásitos fenecen y el cuadro clínico del paciente se inicia;
los síntomas más comunes son dolores de cabeza, ataques epilépticos y, en casos
extremos, demencia y muerte.
Para obtener los antígenos, con los que desarrollaron su nuevo método de diagnóstico, los investigadores universitarios trabajaron en el laboratorio con cerdos cisticercosos.
Primero, disecaron los parásitos y luego los colocaron en un medio de cultivo, para que secretaran proteínas. Con la prueba denominada inmunotransferencia detectaron tres antígenos en esas secreciones.
“Se desarrolló el nuevo método de inmunodiagnóstico
de la neurocisticercosis a partir de los antígenos producidos por los
cisticercos de T. solium
en tubos de ensayo. Se partió de la idea
de que en un ser humano parasitado los cisticercos vivos secretan esas
sustancias en el cerebro, músculos u otro tejido donde se instalen, de manera
que el huésped (el paciente) las considera extrañas y empieza a producir
anticuerpos”, explicó Molinari Soriano.
Un antígeno
puede ser una proteína o un carbohidrato extraño, que al entrar en un organismo
(por lo general mamífero) induce la producción de anticuerpos. En el caso de la
neurocisticercosis, los anticuerpos contra T. solium se pueden encontrar
en el líquido cefalorraquídeo y en la sangre del huésped.
Los antígenos obtenidos
por los investigadores no se habían reportado en la literatura científica como
útiles para el diagnóstico inmunológico de ese padecimiento.
“Suponemos que una parte
de los cisticercos que se emplean en otras investigaciones, o incluso en
diagnósticos, podrían provenir de cerdos añosos con una infección antigua; además,
muchos antígenos usados en la práctica diagnóstica se obtienen del tejido de
los parásitos (antígenos somáticos).
“En otras palabras,
cuando los cisticercos mueren en los tejidos de personas con cisticercosis, las
proteínas somáticas se desprenden e inducen la formación de anticuerpos; de ese
modo, cuando se hace un diagnóstico inmunológico con estos antígenos, lo que se
reconoce son los anticuerpos que reaccionan contra los antígenos somáticos”,
explicó.
Para la investigación,
prosiguió el universitario, se emplearon cerdos de seis a 12 meses de edad, con
infecciones recientes; es decir, antígenos producidos por animales vivos,
reconocidos por anticuerpos específicos.
En un hospital que
carece de una infraestructura de imagen se podría hacer un diagnóstico acertado
sólo con una muestra de líquido cefalorraquídeo de pacientes con cisticercos
vivos y con los antígenos mencionados, lo que permitiría al médico decidir qué
tratamiento específico aplicar.
Este método, aclaró, no sustituye las imágenes de
resonancia magnética ni de tomografía computarizada, fundamentales en el
diagnóstico y tratamiento de la enfermedad.
"Nuestro
método podría ser útil en regiones
pobres como
la sierra de Guerrero, donde no se cuenta con equipo
de resonancia magnética ni tomografía computarizada, muy costosos”,
especificó Molinari Soriano.
Con los antígenos obtenidos en el laboratorio es posible monitorear la evolución de un individuo enfermo; cuando los cisticercos mueren, las secreciones de antígenos cesan y, por lo tanto, ya no se producen anticuerpos, y los que aún existen, poco a poco, disminuyen hasta que desaparecen.
Molinari Soriano
y sus colaboradores buscarán producir esos antígenos en el laboratorio mediante
ingeniería genética. Este desarrollo científico fue publicado en la revista
inglesa Annals of Tropical Medicine and Parasitology en 2004.
Las principales fuentes de contagio de la cisticercosis son los
alimentos contaminados con huevos de T. solium, provenientes de seres
humanos con taeniasis; también por la ingesta de carne de cerdo cisticercosa
mal cocida.
Un adulto contaminado se convierte en un foco de infección porque arroja
en el excremento de 50 mil a 100 mil huevos del parásito cada tercer día (puede
contagiar a otras personas si no se lava las manos antes o después de ir al
baño, o antes de preparar alimentos).
En las zonas rurales, los cerdos llamados de traspatio son los que
corren mayor riesgo, porque se alimentan de las deyecciones humanas.
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