Boletín UNAM-DGCS-019
Ciudad
Universitaria
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REVELAN
UNIVERSITARIOS, COSTUMBRES DE LOS MAYAS DEL POSCLÁSICO
·
Realizaron excavaciones en la zona arqueológica de los Cimientos de Las
Margaritas, en los altos orientales de Chiapas, considerada una de las más
importantes del periodo Posclásico Tardío y Colonial
·
Integrantes del Centro de Estudios Mayas del IIFL de
·
Aunque su población fue pequeña, tuvo acceso a las principales rutas de
comercio mesoamericano y, por lo tanto, a artículos suntuarios
En la zona
arqueológica los Cimientos de Las
Margaritas, en los altos orientales de Chiapas, considerada una de las más
importantes del periodo Posclásico Tardío y Colonial, investigadores del Centro
de Estudios Mayas, del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de
De las más de 100
casas que existieron en el lugar, explicó el investigador Carlos Álvarez Asomoza, se exploraron
dos, una de estatus elevado, y otra, de la gente del pueblo; la primera, se
ubica en una terraza superior, y la segunda, en el nivel inmediato inferior.
La perteneciente a la
clase gobernante, aparece con patio cerrado y un altar al centro; la otra,
denominada montículo 75, resultó ser una construcción con dormitorio y cocina
separados, con un patio abierto. En esta última, se encontró una urna, y dentro,
el esqueleto de un infante de un año de edad, lo que señala cambios en los enterramientos,
apuntó.
Durante el Clásico
maya, las inhumaciones eran extendidas en tumbas de lajas, como la del rey
Pakal, en Palenque; para el Posclásico, se modificaron las costumbres
funerarias por cremaciones. Los huesos calcinados y las cenizas eran colocados
dentro de ollas que, a su vez, se ponían en oquedades naturales de las rocas,
como en este caso, o en cuevas, especificó el arqueólogo.
La tinaja tiene una
pequeña perforación, lo que indica que fue "matada" para contener el
entierro e irse con el difunto. “En este caso el cuerpo no fue cremado, porque
cupo perfectamente en ese recipiente de barro”, explicó.
La cocina de la unidad
habitacional explorada, se identificó porque en uno de sus muros de roca caliza
había caracoles de agua dulce, abundantes en los arroyos cercanos, con la punta
rota, indicativo de que fueron comidos.
De igual manera, en un
Aunque la población de
esa zona arqueológica maya fue pequeña, tuvo acceso a las principales rutas de
comercio mesoamericano y, por lo tanto, a artículos suntuarios que los
comerciantes de la época –entre los años 1250 y 1500 de nuestra era– vendían a
larga distancia, señaló Carlos Álvarez.
Así, llegaron a la
localidad productos desde el Caribe, Belice, Sonora, y del Occidente de México,
pero resulta más interesante el descubrimiento que algunos de esos objetos
provienen de la basura doméstica. "Si se excava un palacio, es razonable
encontrarlos; pero en Cimientos ocurre entre la población que no era de la
élite", indicó.
En esas tierras,
habitadas en la actualidad por indígenas tojolabales, justo en el límite entre
Las Margaritas y el municipio de
Ahora esas porciones
de tierra se han convertido en cerros y de la antigua ciénaga sólo quedan dos
pozas; allí se encontraron los postes de lo que fueron los puentes y así fue
posible conocer la existencia de un muelle y un dique, que circundaba al islote
para controlar las fluctuaciones del agua, explicó.
En el muelle, se
localizaron un hacha, cinceles, un cascabel completo que tiene como badajo un
canto de río, agujas, un anillo calado, una lámina, y gotas de soldadura de
bronce, elaborado a partir del cobre de los yacimientos de Ucareo, Michoacán y la sierra
oaxaqueña.
Al principio, se creyó
que eran de cobre, pero en colaboración con José Luis Ruvalcaba, del Instituto
de Física, y mediante el análisis PIXE,
se determinó la composición química de la aleación que incluye arsénico, plomo,
plata, antimonio y níquel, entre otros elementos. Se trata de aleaciones
metálicas elaboradas por los mayas, lo que significa que fundían el metal en la
localidad, para mezclarlo con otros elementos, añadió.
Asimismo, en las
excavaciones fueron recuperados varios dientes humanos perforados, incisivos y
molares que, probablemente, se usaban como amuleto, y 17 objetos de ámbar como
cuentas, orejeras y narigueras, resina fósil proveniente de los yacimientos de
Totolapa, cercano a Tuxtla Gutiérrez, y al norte chiapaneco en Simojovel.
La mayor parte de las
piezas de ámbar se localizaron en el fondo de la extinta ciénaga, o en la
orilla, como si hubieran sido lanzadas al agua a manera de ofrenda, consideró.
También, se
encontraron botones de concha; pulseras del mismo material, cuyos talleres de
manufactura se ubicaban en Sonora; placas de coral proveniente del Caribe, y
fragmentos de láminas y discos de orejeras de obsidiana verde, de Pachuca,
Hidalgo.
La obsidiana gris
detectada podría provenir de Ucareo, Michoacán, y del Pico de Orizaba, pues
"los pochtecas o comerciantes aztecas llevaban esos productos hasta
Chiapas ", abundó.
Otro hallazgo
destacado son las más de 260 pintaderas planas de cerámica para decorar el
cuerpo; se trata fragmentos de sellos, recobrados en el desecho de las casas.
"Se usaban frecuentemente y si se rompían, hacían nuevos", acotó.
Los antiguos mayas, de
las tierras altas del Estado, usaban sólo pigmento rojo, posiblemente cinabrio
de las minas de Querétaro. A diferencia del tatuaje, tardado y doloroso, las
pintaderas eran fáciles de utilizar.
Prácticamente, toda la
iconografía de esos objetos se refiere a la serpiente de cascabel tropical (Crotalus
durissus), o la nauyaca (Bothrops
asper): a su piel, cabezas, fauces o colas (en las
representaciones de los gobernantes mayas, ellos siempre cargan una barra
cermonial en forma de una serpiente bicéfala que representa la banda celeste,
como es común observar en las estelas y relieves mayas de las tierras bajas).
Otros diseños se
refieren a changos, venados, patos, aves acuáticas, o perros –éstos últimos
acompañaban el alma de los difuntos al otro mundo–, recalcó Álvarez Asomoza.
La investigación,
iniciada hace tres lustros, en los que se han realizado tres temporadas de
excavaciones, sigue su curso para precisar qué sembraban y comían los mayas del
Posclásico, pues también se han encontrado huesos de venado cola blanca, así
como un cráneo de tapir, y restos de pavón, evidencia de una variada nutrición,
concluyó.
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Pobladores de la
zona arqueológica maya, Cimientos de Las Margaritas, accedieron a las
principales rutas de comercio mesoamericano de la época, dijo Carlos Álvarez,
del IIFL de
FOTO 02.
A diferencia del
tatuaje, tardado y doloroso, las pintaderas eran fáciles de utilizar;
prácticamente, toda su iconografía se refiere a la serpiente de cascabel
tropical: piel, cabezas, fauces o colas.