Boletín UNAM-DGCS-448
Ciudad Universitaria
Pie de fotos al
final del boletín
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El integrante del IIA de
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Los suelos tienen poros, y en ellos, está la
evidencia de las actividades que se desarrollaron en épocas pretéritas, porque
ahí se guardan residuos químicos, explicó
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Participó en los Encuentros de Ciencias,
Artes y Humanidades, organizados en el Instituto de Investigaciones en
Materiales
Materiales arqueológicos
que habían sido ignorados por mucho tiempo como pisos y residuos químicos,
ahora brindan valiosa información sobre qué comían, cómo preparaban alimentos y
qué uso le daban los antepasados a los espacios que habitaban, afirmó el
integrante del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de
Al participar en los
Encuentros de Ciencias, Artes y Humanidades, organizados en el Instituto de
Investigaciones en Materiales (IIM), expuso que ello es posible gracias a
técnicas analíticas desarrolladas recientemente.
Existen piezas antiguas
de metal, piedra y cerámica tan bellas que, durante mucho tiempo, han llamado
la atención y han sido analizadas para determinar la composición y significado,
recordó.
No obstante, Barba
explicó que, además, hay otras más sencillas, que también son valiosas. Cuando
se excava en casas o palacios, se remueve el polvo y aparecen superficies a
veces estucadas y otras de pura tierra,
donde se llevaron a cabo diversas actividades.
Barba Pingarrón se refirió a la ciudad de Teotihuacan, de
Lo anterior se conoce
después de recuperar fragmentos de pisos y de muros. En cada metro, se hace una
perforación con una broca y se obtiene polvo que se lleva al laboratorio para
hacer pruebas, indicó.
Otro caso es
En
No obstante, aclaró en
el auditorio del IIM, presentan desventajas. Costó trabajo demostrar que, en
efecto, eran residuos pasados; a pesar de que son productos humanos, no se
depositan intencionalmente y no se reutilizan como otros materiales.
El científico señaló que
la aproximación etnoarqueológica permite apreciar a
comunidades que viven en condiciones tradicionales, que se asemejan a las que
pudieron haber tenido sus antepasados, para tratar de inferir, a partir de lo
observado, lo que se hizo antes.
En el caso particular de
los pisos –relató–, los especialistas van a
comunidades donde se fotografía, se platica con los habitantes y se toman
muestras para analizar los residuos químicos acumulados. Se pretende entender
cómo viven y cuál es el reflejo de sus actividades en las superficies que
ocupan.
Por ejemplo, en una
vivienda de San Vicente Xiloxochitla, Tlaxcala, hay una cocina, con fogón, comal, metate y un
petate para hincarse, y otra para comer, en el mismo espacio techado. “Esto es
relevante, porque se observa que los residuos de las proteínas se ubican más en
el área de consumo”, detalló.
Se buscan los patrones
de enriquecimiento químico de los pisos. Por ejemplo, los ácidos grasos se
asocian a los desechos de los alimentos en la cocina y donde la gente se baña,
caen residuos de piel, apuntó.
De ese modo, una vez que
se estudian varias casas se determinan los patrones de enriquecimiento: el
lugar de preparación de los alimentos normalmente tiene los restos de las
cenizas de los fogones que son la fuente de calor, pero no se acumulan desechos
químicos, mientras que las áreas de descanso no muestran nada, refirió.
En contraste, dijo, en
la zona de consumo de alimentos se derrama gran cantidad de sustancias. Por
ejemplo, las áreas de tránsito intenso tienen valores bajos y las de
confinamiento de animales se enriquecen con gran cantidad de fosfato.
Poco a poco, se
reconoció cierta consistencia. Luego, se dieron cuenta que era necesario que
los pisos estudiados fueran lo más homogéneos posible y no formados de pedazos
o de otros materiales, añadió.
Esto es óptimo cuando
hay suelos estucados, una de las formas en que la tecnología antigua produjo
superficies horizontales, planas y pulidas, como las de muchos sitios mayas,
aztecas o teotihuacanos, donde se utilizó cal para dar acabado a las
superficies, sobre todo, en espacios interiores, finalizó.
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FOTO 01
El integrante del IIA de
FOTO 02.
Teotihuacan tenía un barrio
denominado Oztoyahualco, donde tres familias
compartieron