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El fenómeno se agudiza
ante el abandono y desmantelamiento del campo y la emigración
de los jóvenes a las ciudades u otros países,
advirtió Óscar Gerardo Hernández Lara,
alumno del programa de doctorado en Geografía de la UNAM
Ante el envejecimiento de la población
dedicada a las actividades agrícolas, fenómeno demográfico
que se agudiza por el abandono y desmantelamiento del campo y la
emigración de los jóvenes, México enfrenta
el reto de diseñar políticas públicas que incentiven
la producción para el rescate de tierras improductivas y
la creación de paraestatales dedicadas al sector, consideró
Óscar Gerardo Hernández Lara, alumno del programa
de doctorado en Geografía de la UNAM.
La edad promedio de los ejidatarios y pequeños
propietarios es de 65 años; sus hijos y nietos no están
interesados en continuar con estas tareas, debido a la escasa remuneración
y emigran a Estados Unidos o Canadá. Al volver, establecen
pequeños negocios, ajenos a la actividad agrícola,
explicó.
En el trabajo Geografía del
envejecimiento en la zona metropolitana Puebla-Tlaxcala, refiere
que durante sus estudios de maestría observó que los
campesinos cuentan con edades avanzadas, mientras que la población
que podría dedicarse a estas tareas aspira a trabajar en
las ciudades del país o en el extranjero, en actividades
industriales o del sector terciario. Esto implica un riesgo para
la seguridad y soberanía alimentarias, advirtió.
El proceso coincide con el desmantelamiento
y abandono del ámbito rural desde hace tres décadas,
la falta de políticas públicas, de programas y de
paraestatales de apoyo, la caída de la producción,
el incremento en las importaciones de alimentos y las limitaciones
y restricciones en los apoyos para los productores, puntualizó.
Envejecimiento
El envejecimiento es un fenómeno
demográfico mundial, con desfase entre países desarrollados,
subdesarrollados y en desarrollo. En Europa, la transición
es evidente en Francia y España, donde la población
de personas de la tercera edad supera a la de jóvenes y niños.
En México, la pirámide poblacional
se modificará gradualmente hacia el año 2050, por
el aumento en la esperanza de vida y la decisión de las parejas
de no tener hijos. La población de cero a 14 años
se reducirá hasta ser menor que la de 25 años. En
2002, refirió, la edad promedio del campesinado era de 52
años.
Hernández Lara indicó que
ante la falta de interés en la agricultura, debido a la reestructuración
en el sector y la escasez de oportunidades laborales, de vivienda
y servicios en zonas rurales, se registran movimientos migratorios
hacia otros municipios urbanos, entidades federativas o a Estados
Unidos y Canadá.
En primera instancia, los jóvenes
que residen en el campo eligen trabajar en áreas urbanas
cercanas a sus comunidades y no dedicarse a las tierras que heredan
de padres o abuelos, mismas que venden o rentan, cambian el uso
de suelo a habitacional o establecen un negocio en la propiedad,
detalló.
El panorama es desalentador si habitan
en ciudades o emigran al extranjero, porque los terrenos son abandonados,
lo que reduce su precio en el mercado de tierras (legalizados a
partir de la reforma al artículo 27 constitucional, en vigor
desde 1992).
Esto favorece la entrada de empresas transnacionales
dedicadas a la agroindustria, que comprarían tierras baratas
para fomentar el uso de transgénicos, con el argumento de
lograr producciones a gran escala para garantizar la seguridad alimentaria
del país, sostuvo.
Estrategia
En este contexto, se requiere la participación
de arquitectos, diseñadores industriales, agrónomos,
planificadores, geógrafos, sociólogos, antropólogos
y etnógrafos que desarrollen infraestructura rural adecuada
para la población de la tercera edad.
Además, se necesitan esquemas para
transformar las tareas del campo en una actividad económica
atractiva y bien remunerada para los jóvenes. Para lograrlo,
es necesario impulsar la educación rural, a fin de enseñar
a los niños a trabajar la tierra y fomentar el arraigo e
identidad con sus comunidades.
El desinterés en el ámbito
educativo está relacionado con un modelo económico
que trastoca las esferas de la sociedad. En las escuelas rurales
ya no interesan las labores agrícolas, al sólo instruir
a los menores en el uso de máquinas para que sean trabajadores
competitivos en las empresas o como obreros en talleres, entre otras
actividades que se consideran más productivas, sostuvo.
A nivel federal es necesario establecer
empresas paraestatales que apoyen la producción y comercialización.
Actualmente, los programas son asistenciales y selectivos al destinar
los recursos con criterios muy estrictos, concluyó.