• En el Taller de Soplado de Vidrio
se elaboran piezas de calidad, equiparables a las producidas por empresas
externas, incluso las más prestigiadas del mundo
• Fabrican y reparan matraces, refrigerantes, pipetas, probetas,
buretas, vasos de precipitado, líneas de destilación
y de alto vacío, además de equipo de uso frecuente en
laboratorio
• Es una técnica complicada y en México hay pocos
expertos, pues aunque manufacturar una pieza podría llevar
poco más de 10 minutos, el proceso de aprendizaje es largo,
luego de siete años apenas se aprende a manipular el material
El soplado de vidrio científico es un
arte que ha perdurado por casi un siglo en México. Más
allá de requerir complicadas herramientas para moldearlo, es
necesario que los expertos cuenten con habilidad manual, buenos pulmones
y agudeza visual.
Esta especialidad se encarga de fabricar y
reparar equipo y material de vidrio de uso frecuente en laboratorios
de enseñanza y de investigación.
Convertirse en un soplador no sólo requiere
años de experiencia, sino también el contacto con diversos
campos de la ciencia. Al menos debe pasar una década en ese entorno
para que alguien sea considerado máster.
Aunque sólo en países europeos
existen programas educativos que preparan a profesionales en la especialidad,
en México, particularmente en la Facultad de Química (FQ)
de esta casa de estudios, se cuenta con técnicos expertos, formados
en el trabajo diario, en el Taller de Soplado de Vidrio.
Ahí se elaboran piezas de calidad, equiparables
a las producidas por empresas externas, incluso las más prestigiadas
del mundo. Se fabrican y reparan matraces, refrigerantes, pipetas, probetas,
buretas, vasos de precipitado, líneas de destilación y
de alto vacío, entre otros instrumentos, además de equipo
de uso frecuente en laboratorio.
También, se manufacturan aquellas que
por ser sumamente especializadas no se consiguen en el mercado, por
lo que es necesario hacer prototipos sobre diseño.
La tarea profesional que realiza el personal
de ese espacio lo ha llevado a ser parte complementaria de las actividades
de investigación de la FQ. Brindan servicio a académicos
y estudiantes de la misma, pero también a otras instancias universitarias,
del sector salud y a compañías externas.
Décadas de experiencia
Más de 43 años de experiencia
respaldan su trabajo, cuya materia prima es el tubo de vidrio borosilicato
3.3, que se caracteriza por su elevada resistencia al choque térmico,
eso lo convierte en el material ideal para uso en laboratorio y en las
grandes plantas industriales, explicó Antonio Zarco Reséndiz,
jefe del área y uno de los mejores sopladores científicos
en México.
Cada año, en el sótano del edificio
B de la FQ el taller procesa, en promedio, de 900 a mil solicitudes,
que van desde la reparación o elaboración de una pieza,
hasta de 30 ó 40 instrumentos por petición. Cada una es
atendida en un máximo de 20 días, en caso de ser complejas.
Respecto a la reparación de instrumental,
la mayoría puede recuperarse. “Del total, 95 por ciento
tiene solución si se respetan las características propias
del mismo”, explicó Zarco Reséndiz, con 34 años
de experiencia en la materia –cinco de ellos en la Facultad–,
habilidad que aprendió en la industria privada y que ahora comparte
con sus compañeros de área.
A diferencia del soplado de vidrio artesanal,
oficio en el que se utiliza un tubo a través del cual se sopla
para dar forma a elementos de ornato, la técnica científica
requiere del calentamiento por soplete, a temperaturas de mil 260 grados
centígrados o más (como en el caso del cuarzo, al alcanzar
los dos mil 100 grados) para moldear tubos, capilares o varillas de
vidrio de diferentes diámetros, provenientes de Estados Unidos
y Europa.
Las flamas a altas temperaturas son necesarias
para que la materia prima se torne cristalina, a fin de trabajar con
facilidad, ello no sería posible si el vidrio es muy líquido
o viscoso.
Para el fundido, soplado, moldeado y corte
de los tubos (desde tres milímetros hasta 140 milímetros),
los expertos cuentan con un torno especial, donde fabrican piezas grandes,
o bien, lo hacen en forma manual una vez que el vidrio se ha suavizado
con el soplete, en especial si se trata de reparaciones.
Además del torno mecánico para
soplado, disco para corte, horno para templado y sopletes con diferentes
boquillas y tamaños, que funcionan con oxígeno industrial
y gas butano, los universitarios emplean herramientas de fabricación
propia, útiles en sus tareas.
Expertos del taller
Para proporcionar los servicios, se cuenta
con dos técnicos en soplado de vidrio: Marco Antonio Badillo
Cruz y Víctor Javier Díaz Vázquez. También,
colaboran Olivia Torres Moreno, técnica en apoyo genérico
y María del Socorro Mora García, oficial administrativo.
Los integrantes del taller relataron que esta
área se fundó bajo la administración de José
Francisco Herrán Arellano (1970-1978), que trajo a un especialista
suizo, a quien todos conocían como Frey, para que pusiera en
marcha esta técnica.
A excepción del encargado, los demás
técnicos se han “hecho” con la práctica. “Aquí
lo aprendido se transmite por generación. Desde finales de la
década de los años 60 se han formando los especialistas
a través del conocimiento de quienes saben el oficio y de acuerdo
con las necesidades de la Facultad”, indicaron.
Aunque manufacturar una pieza podría
llevar poco más de 10 minutos, el proceso de aprendizaje es largo.
“Luego de siete años de trabajar en este sitio, apenas
se aprende a manipular el vidrio, pero te puedes llevar hasta una década
para considerarte un soplador de vidrio”, puntualizó Marco
Antonio Badillo.
Es una técnica complicada y en México
hay pocos sopladores de vidrio científico. “Se pueden contar
con los dedos de las manos; es triste que en el país no exista
una escuela para formar profesionales en el área; algunos hasta
nos dicen vidrieros por desconocer las características de nuestro
trabajo”, concluyó.
—o0o—