Integrantes de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM,
encabezados por Adolfo Navarro Sigüenza, elaboran mapas
de la distribución real y potencial de las aves nativas
de Mesoamérica (México y América Central),
como parte de un proyecto apoyado por la Comisión Nacional
para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
Se trata de mil 200 mapas base –uno por cada
una de las especies–, creados mediante el uso de métodos
de análisis modernos y con gran cantidad de información
disponible en la red, en colecciones científicas y en
observaciones directas durante el trabajo de campo. El objetivo
es entender la distribución de esos animales en la región.
El trabajo, iniciado hace unos meses, ya arrojó
algunos descubrimientos. Por ejemplo, que el mayor número
de especies no se encuentra en la selva, como se supondría,
sino en las áreas de la costa del Golfo de México
aledañas a las montañas de la Sierra Madre Oriental,
porque “es ahí donde se conjuntan muchos tipos
de ambientes, montañas altas y húmedas, con zonas
secas y bajas”, explicó Navarro Sigüenza.
La información derivada de los mapas señala
claramente cómo se ha modificado la distribución
de esa fauna en peligro, a consecuencia del cambio del uso de
suelo; si los bosques se transforman en potreros o tierras de
cultivo, se reduce.
Asimismo, sirven para determinar si en ciertas regiones
dejó de existir una especie, pero también para
detectar sitios con las condiciones adecuadas para su posible
reintroducción, a fin de restaurar las poblaciones naturales.
“Su aplicación es muy grande”, señaló.
De igual forma, las cartas geográficas muestran
que en el territorio hay infinidad de áreas prioritarias
por el número de grupos endémicos o amenazados
que albergan, en especial en la Sierra Madre del Sur, que están
desprotegidas, indicó Daniel Méndez Aranda, responsable
de la elaboración y verificación de modelos del
proyecto.
En tanto, César Antonio Ríos Muñoz,
coordinador de la parte metodológica para la elaboración
de modelos, dijo que en ciertas zonas queda menos del dos por
ciento del área de distribución original y no
se ubican en algún sitio de conservación; “eso,
por desgracia, es común”, sobre todo en entidades
como Guerrero y Oaxaca.
De ese modo, los mapas tendrán una aplicación
directa, para que las autoridades conozcan las zonas prioritarias
a proteger, precisó.
Con el trabajo de los universitarios, hoy se conoce
el listado de las especies de aves del centro de Nayarit, entre
otros datos. El proyecto, abundó Méndez Aranda,
registra un avance correspondiente a todos los mapas de las
aves endémicas de México.
Faltan muchos más, los referentes a las que
tienen parte de su ciclo de vida de modo natural en Mesoamérica,
que pasan el invierno o se reproducen en el territorio nacional
y el resto del tiempo se ubican en Estados Unidos, Canadá
o toda Centroamérica, por ejemplo.
Los modelos
Alejandro Gordillo Martínez, responsable de
coordinar las bases de datos del proyecto, indicó que
a partir de la información disponible en Internet, en
colecciones digitales y científicas, así como
en la literatura (principalmente monografías referidas
a listas centroamericanas), se elabora una gran base de datos.
“Llevamos capturados más de 10 mil registros,
pero falta trabajar muchos de ellos; se requiere un proceso
de depuración y limpieza para que puedan ser utilizados”.
Con modelos computacionales, al final del proyecto
se habrán procesado más de un millón de
datos puntuales de la distribución de las aves nativas
de Mesoamérica.
La base para esta labor, abundó, es el Atlas
de las Aves de México, elaborado por Adolfo Navarro y
su equipo, que contiene más de 500 mil registros. A ellos
se suman alrededor de 80 colecciones internacionales, sobre
todo de Estados Unidos, Canadá y Europa, como E-bird
y AVerAves, para abarcar la región mesoamericana.
Ríos Muñoz explicó que los modelos
que se utilizan para generar las distribuciones potenciales
se basan en dos juegos de información: biológica
(los registros de dónde están las aves) y geográfica
(las características ambientales, provenientes de proyectos
como WorldClim, donde se interpolan datos de temperatura y precipitación).
Por medio de algoritmos genéticos es posible
delimitar en un mapa cuáles son las áreas con
condiciones propicias para que habiten las aves. Para cada representación
se deben hacer 100 réplicas, “es una tarea laboriosa,
pero necesaria para dar a cada uno confiabilidad y calidad”.
Finalmente, Navarro Sigüenza habló del
papel desempeñado por la Facultad de Ciencias: fue la
primera institución que se conectó con otra para
compartir sus datos, y la información generada en el
Atlas de las Aves de México fue la primera que se usó
en la historia para generar los modelos computacionales.
“Vamos a la vanguardia por la cantidad y calidad
de nuestros datos, y por el cuerpo de gente que se ha formado:
geógrafos, ecólogos, computólogos, biólogos
y veterinarios, entre otros”.
Al final del proyecto, la Conabio pondrá a disposición
los mapas. Será un recurso para todos, para el conocimiento
de la biodiversidad de la región, concluyó.
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