La población humana crece a un ritmo acelerado,
con las consecuentes demandas de alimentos, agua, combustibles
fósiles, minerales y otros recursos que los ecosistemas
naturales no pueden sustentar. “Si no insistimos en
una reproducción más responsable, enfrentaremos
una tragedia ecológica global”, advirtió
Gerardo Salazar Chávez, investigador del Instituto
de Biología (IB) de la UNAM.
Las mayores tasas de crecimiento demográfico
se concentran, precisamente, en las regiones donde existe
mayor diversidad biológica: las tropicales.
Ante ello, el universitario resaltó la necesidad
de actuar para revertir los índices de destrucción
de las superficies boscosas, a consecuencia de los cambios
profundos en la cobertura y uso del suelo, fenómenos
que se asocian a impactos ecológicos importantes
en prácticamente todas las escalas, y que conducen
a la transformación de los ecosistemas en el orbe.
Un amplio porcentaje de la superficie nacional,
donde se conjunta un número considerable de especies
y hábitats, se ubica en el sureste; muchas de esas
zonas son poco desarrolladas y sus residentes cuentan con
un nivel educativo menor al del resto de la población;
además, el crecimiento poblacional es más
alto que el promedio nacional.
“Si queremos asegurar que la biodiversidad
persista, por su propio derecho a existir, y para garantizar
la satisfacción de las necesidades propias y las
de nuestros descendientes, debemos tomar las acciones necesarias”,
indicó Salazar Chávez.
Los especialistas aún no terminan de conocer
la biodiversidad terrestre, “existen estimaciones
de que los científicos, a lo largo de los últimos
300 años, sólo han documentado aproximadamente
un millón 700 mil especies en el planeta (animales,
microorganismos y hongos, entre otros); se piensa que aún
restan más de cinco millones por descubrir”,
dijo.
El motivo detrás de esta carencia de información
es la ignorancia científica de la sociedad, y aún
entre los estratos más educados; por otra parte,
“quienes hemos tenido acceso a la instrucción
universitaria, nos concentramos en nuestras pequeñas
áreas de interés”.
El papel de los biólogos, acotó,
es estudiar, documentar e investigar en este ámbito,
producir datos y difundirlos “en la medida de nuestras
posibilidades”. Pero también es necesario que
las personas sean conscientes de la riqueza natural que
alberga el planeta, y que tienen una enorme responsabilidad
para su conservación.
Aunque el ser humano ha contribuido a la destrucción
o alteración de al menos entre 40 y 80 por ciento
de los entornos terrestres, en realidad existe poca información.
Han desaparecido cientos de especies, pero lo más
preocupante son las pérdidas de las que no existe
registro, porque ni siquiera las conocemos.
Resulta paradójica la poca evidencia que
hay, “no obstante, se debe considerar que el grado
de afectación por la presión humana se acumula
y es probable, de acuerdo con los expertos, que la situación
llegará a un punto de inflexión, donde habría
una serie de acontecimientos catastróficos que podrían
colapsar ecosistemas completos”, apuntó.
Un ejemplo claro es el Círculo Polar Ártico,
prosiguió, donde el casquete de hielo que persiste
gran parte del año es hábitat de especímenes
como el oso polar, cetáceos y morsas, entre otras.
“El calentamiento acelerado del planeta hace que ya
no se forme en la misma extensión, por lo que de
continuar esa tendencia, estos animales no tendrán
donde vivir y reproducirse”.
Día Internacional de la Diversidad Biológica
Respecto al Día Internacional de la Diversidad
Biológica, que se conmemora el 22 de mayo, y cuyo
tema este año es Agua y Biodiversidad, señaló
que ambos recursos constituyen el mayor tesoro del planeta,
y uno de los elementos que distingue a la Tierra de otros
cuerpos celestes.
El 20 de diciembre de 2000, la Asamblea General
de la ONU proclamó la efeméride con el objetivo
de aumentar la comprensión y conciencia sobre nuestra
responsabilidad de preservar esa riqueza.
Son muchos los problemas vinculados. Los océanos
ocupan tres cuartas partes de la superficie de nuestro mundo
y aloja una porción importante de la biodiversidad,
que se concentra fundamentalmente en los arrecifes coralinos,
estructuras subacuáticas que forman uno de los ecosistemas
más diversos, afectados por el incremento de nutrientes
y contaminantes derivados de la actividad agrícolas
o de las aguas residuales de uso doméstico, concluyó.
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