Para entender la realidad, Carlos Martínez
Assad (Amatitán, Jalisco, 1946) recorre con soltura
del hecho histórico, a la anécdota familiar;
de la literatura universal, a los políticos de carne
y hueso; de las expresiones locales en la proximidad del
Bajío mexicano, a las voces disidentes que toman
forma desde el mundo árabe vía Internet.
De esos ámbitos saca hebras y datos, ata
cabos, teje explicaciones y las nutre de imágenes,
arquitectura y testimonios. Con sus hilos variados y consistentes
crea un entramado analítico de la sociedad, a veces
de la tradicional de Hidalgo, donde cursó sus primeros
años escolares, y otras, de la añorada colectividad
de Líbano, país de sus ancestros, revelado
de manera más intensa en su mirada profunda, que
en su apellido materno.
“Me interesa el análisis de la sociedad”,
afirma el recién nombrado emérito del Instituto
de Investigaciones Sociales (IIS), quien cursó la
licenciatura en Sociología en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales (FCPyS) de esta casa de estudios,
y el doctorado en Sociología Política en la
Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Universidad
de París.
“El emeritazgo es una distinción
con alto significado, pues reconoce una trayectoria que
se acerca a los 40 años. Si veo en retrospectiva
el trabajo realizado en todo ese tiempo, parece que se habla
de otra persona, pues me pregunto a qué hora hice
todo esto. La Universidad se ha convertido en el punto central
de mi vida en estas cuatro décadas”, dice.
Regional y cosmopolita
Con su metodología rigurosa y original,
el científico social ha abordado la explotación
de los indígenas en el Valle del Mezquital; la Revolución
Mexicana desde un laboratorio llamado Tabasco; la guerra
cristera vista desde Guanajuato, donde se gestó;
el perfil de Francisco I. Madero.
Además, las migraciones en México
y la participación ciudadana en el Distrito Federal,
capital a la que ha dedicado estudios del Barrio Universitario,
y de los personajes de bronce que atestiguan el paso del
tiempo en Paseo de la Reforma, entre otros temas.
Referente obligado de los estudios regionales del
país, Martínez Assad ha profundizado en las
luchas campesinas, los partidos políticos, la cultura
regional y la historia religiosa de varias zonas de nuestro
territorio.
Reconoce que, al ser investigador emérito,
le salieron las canas que no habían aparecido, y
brotaron en su mente los cientos de exámenes de licenciatura
y posgrado aplicados a estudiantes de la UNAM, las decenas
de tesis dirigidas, así como los libros escritos
en colectivo y en solitario.
“Ha sido placentero la mayoría de
las veces, lo he disfrutado, en especial porque me gusta
incursionar en diferentes temas, campos y metodologías.
Me defino como una persona para quien la palabra escrita
ha sido clave, pero desde el inicio, me di cuenta del alto
poder explicativo de la imagen”. Quizá por
ello, además de libros, artículos y novelas,
ha luchado porque se acepte la fotografía como documento,
y ha realizado documentales para cine y televisión.
Inició su carrera académica como
ayudante de profesor en la FCPyS, en 1967. Desde entonces
ha dado clases y dirigido tesis, inicialmente como docente
en esa entidad, de donde pasó al Colegio de Historia
de la Facultad de Filosofía y Letras, y luego como
investigador del IIS, al que dirigió y está
adscrito.
Entre sus distinciones, se cuentan la beca Guggenheim,
el Premio Universidad Nacional en Ciencias Sociales 1997,
la presea Vito Alessio Robles al Mérito
Histórico, el Premio Ciudad Capital Heberto Castillo,
y el nivel de investigador emérito del Sistema Nacional
de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología.
Vocación a la luz de la literatura
Definido en sus objetivos desde temprana edad,
Martínez Assad encontró su vocación
en la literatura, al leer La comedia humana, de
Balzac; Los miserables, de Víctor Hugo;
Guerra y la paz, de Tolstoi, y Crimen y castigo,
de Dostoievski.
En esos textos con descripciones profundas del
dolor, el amor, la traición y la injusticia, se definió
su vida académica. “Junto a este interés
sociológico para entender la realidad hubo dos grandes
fuerzas que estuvieron presentes en mi formación:
la literatura y la historia. Me he inclinado a ambas, pero
siempre para explicar el presente”, aclara.
Producción reciente
Su trabajo más reciente es el libro Los
cuatro puntos orientales. El regreso de los árabes
a la historia. “Una referencia al mundo árabe
del siglo XXI, una revisión actual, pero con una
densidad histórica que es lo único que nos
permite entendernos en el presente. Es un constante ir y
venir entre el presente y la historia, por más alejada
que esté”, explica.
Experto en Medio Oriente y las religiones que lo
componen, el autor explora las recientes revueltas en esa
zona, que significan una voz contemporánea de ese
mundo, acallado por el imperio otomano hasta 1919.
“La guerra de Irak cambió la visibilidad
de los árabes y, a partir de ese evento, existe una
eclosión cultural”, argumenta.
Lejos de pensar en la jubilación, y estimulado
por su vocación sociológica, prepara otros
dos textos más: el segundo volumen de El Barrio Universitario
(continuación del texto de 2010, presentado en el
centenario de la UNAM), en colaboración con Alicia
Ziccardi, directora del Programa Universitario de Estudios
sobre la Ciudad, y una obra sobre el general Bernardo Reyes
en Nuevo León, orquestador del golpe de Estado a
Madero.
“Me gusta describir a los personajes históricos
de carne y hueso, narrar su anecdotario y saber cuál
es la literatura que los ha acompañado. Por eso,
en mis cursos comparo lo que dicen los libros de historia
y lo que narran las novelas de ese hecho histórico”,
algo que ha reforzado el vínculo con su esposa, Sara
Sefchovich (también investigadora del IIS), por el
interés en los procesos culturales que comparten”,
finalizó.
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