Boletín UNAM-DGCS-241
Ciudad Universitaria.
11:00 hrs. 20 de abril de 2013

 

   
En la cueva “El aerolito”, se descubrió la primera especie de estrella de mar cavernícola del mundo; además, alberga 23 especies de equinodermos, así como nuevas familias de esponjas.


PELIGRA LA CUEVA “EL AEROLITO”, DONDE SE DESCUBRIÓ LA PRIMERA ESTRELLA DE MAR CAVERNÍCOLA DEL MUNDO

 

• Se ubica al oeste de la isla de Cozumel; alberga 23 especies de equinodermos, así como nuevas familias de esponjas, y cuenta con presencia de casi todos los grupos de invertebrados marinos
• Científicos del ICMyL y del IB, hicieron un llamado para que las autoridades, en un esfuerzo de conservación, la nombren área natural protegida
• Es un sistema extraordinario, laboratorio natural “réplica” del mar a tres mil metros de profundidad, en completa oscuridad
• El hallazgo se publicó en la Revista Mexicana de Biodiversidad, y Molecular Ecology Resources

La cueva subterránea y sumergida “El aerolito”, al oeste de la isla de Cozumel, en el Caribe mexicano, está en peligro. En ese lugar se descubrió la primera especie de estrella de mar cavernícola del mundo; además, alberga 23 especies de equinodermos –algunas de ellas únicas–, así como nuevas familias de esponjas, y cuenta con presencia de casi todos los grupos de invertebrados marinos.

Ello se debe a problemas de contaminación por basura y diésel, de buceo espeleológico sin control, y a la extracción ilegal de ejemplares. Otra dificultad que se ve venir es la percolación de agua y fertilizantes de las áreas verdes y campos de golf hacia ésta y las otras 17 cuevas de la isla.

Ante la situación, científicos de los institutos de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) y de Biología (IB) de la UNAM, hicieron un llamado a las autoridades para que, en un esfuerzo de conservación, nombren a ese sitio como área natural protegida.

Se trata de un sistema extraordinario, un laboratorio natural “réplica” del mar a tres mil metros de profundidad, en completa oscuridad, con organismos (equinodermos, cangrejos, camarones, esponjas y caracoles), disponibilidad de alimento y situación fisicoquímica similares, y con especies únicas que si desaparecen, se extinguirán del planeta. Por ello, los expertos universitarios emitieron una “alerta roja”.

Todo comenzó…

Francisco Solís-Marín, investigador del ICMyL y encargado de la Colección Nacional de Equinodermos Dra. Ma. E. Caso Muñoz, explicó que en 2004 recibió una llamada de Germán Yáñez, buzo espeleólogo, para dar aviso del hallazgo de esos organismos en una caverna. El hecho era extraordinario, porque esos animales de cinco brazos y espinas en la piel sólo viven en el mar.

Para 2005, las investigaciones de los universitarios ya habían comenzado en esa cueva anquihalina, llamada así por tener agua marina en la parte profunda (>18m), y salobre en la superior.

“El aerolito” se ubica a 240 metros de la orilla del mar. Tiene aproximadamente 68 metros de largo por 25 de ancho, “pero el sistema es mucho más extenso si se miden los pasajes”. Se trata de alrededor de seis mil 100 metros de canales y ramificaciones. Tiene una profundidad máxima de entre 18 y 24 metros en promedio, y la división de las dos capas de agua está a seis metros, explicó Guadalupe Bribiesca, también del ICMyL.

Este tipo de cavidades se forma por disolución durante miles de años, abundó Solís-Marín; llueve y se percola el agua, se comienzan a hacer huecos que se conocen como cenotes, que son la entrada a estas formaciones.

Cozumel, con 650 kilómetros cuadrados, se etiqueta como la isla mexicana de mayor extensión; es como una gran “piedra pómez” que permite la filtración del agua de mar por debajo, bien limpia, y la entrada de las microscópicas larvas de los equinodermos y demás organismos que han colonizado la cueva.

Ahí, la ausencia de luz es total; en el cenote, es decir, en la entrada, hay un poco, pero conforme se avanza, desparece, y hay que bucear con equipos especializados para llegar al sitio donde el agua es 100 por ciento marina.

Los invertebrados que ahí habitan entraron hace cientos o miles de años, han evolucionado y se han separado reproductivamente de los que viven afuera, en el mar. Muchos perdieron la pigmentación, son albinos por la falta de luz, y otros alcanzan grandes tamaños, debido a que en la cueva no tienen depredadores.

Alejandro Zaldívar Riverón, del lB, expuso que las características de la cueva la aíslan totalmente del exterior y han propiciado que los grupos de organismos se hayan adaptado a las condiciones particulares del lugar, y se hayan “especiado” de sus hermanos exteriores con rapidez. Son especies únicas, exclusivas, y eso las hace vulnerables a la extinción.

Los científicos explicaron que los equinodermos son invertebrados marinos formados por cinco grupos de animales; aunque son distintos morfológicamente, son “hermanos”: las plumas de mar, las estrellas de mar, los ofiuros, los erizos y los pepinos de mar. México cuenta con 643 especies de este grupo y todos, excepto los primeros, están representados en la caverna.

Entre las especies nuevas encontradas se hallan, de forma destacada, Copidaster cavernicola, la primera estrella de mar cavernícola; junto con otras dos del mismo género, y otra de ofiuros, “que estamos en proceso de describir, pero probablemente haya más”, abundó Bribiesca.

Solís-Marín coincidió en que no se ha investigado el microambiente; “no hemos podido hacer análisis de sedimento y paredes, ni buscado con lupa porque el ambiente es sumamente hostil”. Por ejemplo, se sabe que los animales presentes se alimentan de un “tapete” microbiano, pero se desconoce cuáles son las cepas de las bacterias presentes.

Ha sido difícil distinguir morfológicamente los animales descubiertos, sobre todo los que hace poco se separaron evolutivamente de las poblaciones marinas, añadió Zaldívar. Por ello, se usaron herramientas moleculares, en particular, secuencias de ADN para observar a 20 especies de la cueva y confirmar la existencia de las nuevas.

Se utilizó una secuencia corta de ADN estandarizada llamada “código de barras de la vida”, que mide aproximadamente 650 pares de bases, de un gen mitocondrial llamado citocromo-oxidasa 1, precisó.

De ese modo, se encontró que ejemplares que en apariencia eran los mismos, tenían un porcentaje de divergencia genética de hasta 24 por ciento. Además, esa discrepancia da pistas de hace cuánto tiempo especiaron; “entre más diferencia hay, se puede pensar que ha pasado más tiempo”, añadió el integrante del ICMyL.

Con tanto por descubrir, ese tesoro natural podría desaparecer de no tomar las medidas para su conservación. “Por fortuna, el sistema natural de aislamiento protege a la cueva, pero ¿por cuánto tiempo? No sabemos. ¿Qué tan grande sea esa pared y cuánto va a aguantar la percolación de hidrocarburos y otros contaminantes? Tampoco sabemos, pero es un sistema frágil”.

El hallazgo de nuevas especies, dado a conocer en publicaciones como la Revista Mexicana de Biodiversidad, y Molecular Ecology Resources, contó con el financiamiento del ICMyL, el Museo Smithsonian de Washington D.C., el consorcio de código de barras de la vida en México y el Conacyt.

El siguiente paso de los trabajos de los universitarios es nombrar y publicar las nuevas especies. “Un área debe ser importante por las especies que contiene, y para protegerlas se necesita nombrarlas. Sin nombre, no existen. Pero no queremos que sus descripciones se conviertan en epitafios; por el contrario, queremos que sirvan para rescatarlas”, finalizó Zaldívar.

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Fotos

Alejandro Zaldívar, Guadalupe Bribiesca y Francisco Solís-Marín.