El envejecimiento es un fenómeno complejo,
común a todos los miembros de cualquier especie,
que incluye mecanismos perjudiciales que afectan la capacidad
para llevar a cabo diversas funciones. Sabemos que existe
variabilidad porque los organismos de la misma especie envejecen
a distintos ritmos, pero con certeza, este proceso es progresivo.
De acuerdo con la Organización Mundial de
la Salud (OMS), para 2050 la población mayor de 60
años en el planeta se duplicará en proporción
de la global, al pasar del 11 por ciento en el 2006 a 22
por ciento. El aumento mayor será en países
con menor desarrollo y tendrá un impacto en la salud
pública.
En nuestro territorio, se estima que para ese año,
uno de cada cuatro mexicanos será mayor de 60 años,
por lo que tener una buena salud será fundamental.
La forma de envejecer, la salud y la capacidad funcional
en esta etapa, dependerá no sólo de la estructura
genética, sino también de lo que se ha hecho,
dónde y cómo se ha vivido.
Un aspecto indispensable, que no se integra frecuentemente
en los programas respectivos, es el sueño. No obstante,
sin uno saludable no se obtendrá una salud integral,
aseguraron académicos y estudiantes de posgrado de
las facultades de Medicina y Psicología, así
como del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y
de la Nutrición Salvador Zubirán.
Las académicas universitarias Montserrat
Reséndiz, Victoria Santiago, Alejandra Castaño,
Rosa María Campos y Matilde Valencia Flores, explicaron
que de acuerdo con diversos estudios en humanos y animales,
el sueño tiene un papel importante en la función
inmunológica, en el metabolismo, la memoria, el estado
de ánimo y el aprendizaje.
Si no se obtiene uno suficiente y existe privación,
el efecto inmediato será la presencia de somnolencia
diurna, lo que dificultará la realización
de actividades cotidianas eficientemente, debido a que no
se centrará la atención de manera adecuada.
Algunos de los efectos a largo plazo de la privación
del sueño, es que puede ser uno de los factores que,
junto con comer en exceso o una dieta no balanceada, la
falta de ejercicio y la predisposición genética,
entre otros, pueden contribuir al aumento del riesgo de
enfermedades metabólicas, como sobrepeso, obesidad,
diabetes mellitus tipo 2, así como infecciones y
enfermedades cardiovasculares, subrayaron las especialistas,
con motivo del Día Mundial del Sueño, que
se conmemora este 15 de marzo.
Académicas y estudiantes refirieron que
este descanso cambia a lo largo de la vida, desafortunadamente
muchos adultos mayores creen que una pobre calidad del mismo
es parte normal del envejecimiento, pero no debe ser así.
En este sector no debe descuidarse ese aspecto, pues las
causas que subyacen podrían ser un factor de riesgo
para otras complicaciones en la salud.
La necesidad de dormir cambia con la edad y, de
la misma manera, aumentan los problemas. Los trastornos
y la dificultad para hacerlo se encuentran entre los más
comunes y son de los problemas del envejecimiento más
pobremente tratados.
Este proceso normal se acompaña de cambios
en el patrón, que pueden dar lugar a somnolencia
diurna, con siestas involuntarias, dificultad para dormir,
despertar muy temprano o interrupciones frecuentes. Se considera
que esto se debe, en parte, a la disminución en la
amplitud del ciclo circadiano del sueño y a cambios
hormonales.
El núcleo supraquiasmático (NSQ)
del hipotálamo es la estructura más importante
y determinante del reloj biológico interno, que regula
el ritmo durante un periodo de 24 horas, y responde a cambios
de luz y oscuridad. Cualquier alteración puede dar
como resultado fragmentación, que probablemente provoque
fatiga, alteraciones cognitivas y cambios físicos.
Trastornos del sueño en el adulto mayor
Los especialistas refirieron que de los 82 diferentes
trastornos del sueño de la clasificación internacional,
los más comunes en los mayores son: insomnio, trastorno
del dormir del ritmo circadiano (tipo de avance de la fase
de sueño), trastornos respiratorios, Síndrome
de Piernas Inquietas (SPI) y Trastorno del Movimiento Periódico
de las Extremidades (TMPE).
El insomnio es el más frecuente en los adultos
mayores; se define como la dificultad recurrente para iniciar
el sueño, mantenerlo, o para obtener una calidad
adecuada del mismo, lo cual ocurre a pesar de tener la oportunidad,
el tiempo y condición adecuada para dormir, y da
como resultado alguna forma de alteración diurna.
Puede ser transitorio con una duración de
unos días o semanas, pero, por lo general, en el
sector poblacional referido es crónico. La prevalencia
en la población general se estima entre 10 a 20 por
ciento, mientras que en aquél parece ser más
alta, algunos estudios reportan un 40 por ciento.
Además, los adultos mayores con alguna enfermedad
crónica y depresión tienen mayor riesgo de
padecerlo. Una de las razones es que el proceso cambia con
la edad. Debido a que este segmento pasa menos tiempo en
la etapa más profunda, y mayor tiempo en la fase
más ligera, es probable que se despierten, por ejemplo,
con el ruido ambiental.
Por su parte, refirieron, el trastorno del ritmo
circadiano es de los más comunes. El de periodo adelantado
se caracteriza por una tendencia persistente a quedarse
dormido y despertar más temprano de lo deseado, o
de lo que es socialmente aceptado (por ejemplo, iniciar
el sueño a las 6:00 pm, y despertar a las 3:00 am).
El tratamiento de elección para éste
es la terapia de luz brillante administrada por la tarde-noche,
lo que inhibe temporalmente la liberación de melatonina.
Una vez que la exposición cesa, esta última
se libera e inicia el sueño.
Trastornos respiratorios durante el sueño
Los adultos mayores también sufren de otros
trastornos que alteran los patrones normales y la calidad
de vida. Estos afectan aproximadamente al 25 por ciento.
Abarcan la Apnea Obstructiva del Sueño (AOS), el
Síndrome de Aumento en la Resistencia de la Vía
Respiratoria Superior, y Apnea Central del Sueño
(ACS).
Los pacientes con AOS tienen episodios frecuentes
y repetitivos de hipoxemia, con despertares frecuentes y
privación. Los síntomas clínicos más
frecuentes son ronquido, apneas observadas por el compañero
de cama y somnolencia diurna excesiva.
Otra causa de la interrupción es el SPI.
De acuerdo con la Fundación del Síndrome de
Piernas Inquietas, esta condición afecta a más
de 20 por ciento de los mayores de 80 años de edad.
Puede ser causado o precipitado por drogas o medicamentos,
como los inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina,
el litio, bloqueadores de los canales de calcio o retiro
de sedantes u opioides.
Acciones
Es importante dormir las horas necesarias nocturnas,
acostarse y levantarse de la cama a la misma hora, evitar
siestas; en casos específicos se puede permitir una
después de comer, con una duración no mayor
de 30 minutos, y evitar ver televisión, leer, estudiar
o comer en la cama.
Si se dispone a dormir, evitar beber demasiados
líquidos, y limitar su consumo por la tarde, sobre
todo si la frecuencia urinaria es un problema; pasar tiempo
al aire libre y disfrutar de la luz solar después
de las 10 de la mañana; utilizar protector solar;
realizar ejercicio en la medida de sus posibilidades, pero
no cerca a la hora de ir a la cama.
Asimismo, se deben considerar los posibles efectos
secundarios de ciertos medicamentos, pues los estimulantes
a la hora de acostarse, y los sedantes durante el día,
pueden afectar de forma desfavorable.
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