Boletín UNAM-DGCS-723
Ciudad Universitaria.
11:00 hrs. 24 de noviembre de 2012


Irene Casique Rodríguez
         


AL MENOS CUATRO DE CADA 10 MEXICANAS HAN SIDO VÍCTIMAS DE VIOLENCIA


• El 42 por ciento de las mayores de 15 años ha padecido agresiones de su pareja, refirió Irene Casique Rodríguez, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, en ocasión del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, este 25 de noviembre

Pilar conoce a Antonio, un hombre que se muestra atento, cariñoso y amable, quien la invita a tomar un café. Después de la primera cita, las llamadas, mensajes de texto y recados en redes sociales se hacen frecuentes. Tras unas semanas, comienzan su noviazgo.

Al establecer la relación, él desea saber con quien está ella en todo momento, qué hace y siente. Quiere enterarse de lo que piensa, busca sin razón en su bolsa, revisa su teléfono celular y hurga en su correo electrónico y su página personal de Internet. Incluso le dice qué amigos tener y qué hacer en su tiempo libre.

María es víctima de violencia, definida por la legislación vigente como cualquier acción u omisión, basada en el género, que cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte, tanto en el ámbito privado, como en el público.

El 42 por ciento de las mexicanas mayores de 15 años ha padecido violencia de pareja alguna vez en su vida, en cualquiera de sus manifestaciones: emocional (42 por ciento); económica (24); física (13), y sexual (siete), entre otras, refirió Irene Casique Rodríguez, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM.

Por estado civil, el 64 por ciento de las divorciadas la ha padecido, al igual que cuatro de cada 10 casadas, el 46 por ciento de viudas y una de cada cuatro solteras, según el análisis de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2011.

La catedrática, adscrita al Programa de Investigación Multidisciplinaria de Estudios en Población y Procesos Urbanos de la citada instancia, advirtió que las mujeres que se matrimonian antes de los 15 años, viven en zonas urbanas o en unión libre, las que han cohabitado con alguien más, las que atestiguaron y/o sufrieron violencia en su infancia y las que tienen parejas que consumen alcohol o drogas, son más proclives a convertirse en víctimas.

Desde la perspectiva de algunos hombres, el empoderamiento femenino y la transformación de los roles de género desafían su autoridad. En ciertas parejas, esto puede ocasionar conflictos que eventualmente derivan en agresiones, sostuvo en ocasión del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemora este 25 de noviembre.

“Si ella trabaja y gana más, por ejemplo, se potencia el riesgo. Esta situación recae en los esquemas de papeles tradicionales, que atribuyen al varón ser el proveedor; al revertirse esto, ellos tienen crisis de identidad”.

En contraparte, si hay mayor participación en tareas domésticas, las probabilidades de que la mujer sea tratada con violencia se reducen. Al lavar trastes, barrer, trapear o cuidar a los hijos, el hombre asume una actitud más igualitaria. Al desprenderse de ideas preconcebidas es menos probable que surjan este tipo de ataques, precisó.

Expresiones violentas

En nuestro país, la violencia ejercida por ellos no es percibida como algo negativo y es, en gran medida, invisible e inconsciente para ambos sexos. “Ha sido aceptada por la sociedad por mucho tiempo”, aseguró.

No es posible identificar una sola causa o factor para esto, los hay a nivel individual, familiar, comunitario y social, y se debe a las estructuras patriarcales que atribuyen a los hombres una posición superior y a la idea de que el género femenino está subordinado.

Desde edades tempranas se enseña que ellos deben ser inteligentes, objetivos, eficaces, proveedores y fuertes; ellas, sensibles, sentimentales, emotivas, afectuosas, comprensivas y cariñosas. Al jugar con sus muñecas, las niñas reproducen el estereotipo de la maternidad como realización femenina, ejemplificó.

Al ser testigos de disputas y agresiones entre los padres, desde casa aprendemos que la violencia es válida para resolver conflictos y la vemos como algo natural en las relaciones afectivas, explicó Casique Rodríguez, para agregar que ésta se ejerce en distintos ámbitos y de diversas maneras.

Se considera emocional si afecta la psique y autoestima de la mujer, como al ponerle apodos, degradarla, ridiculizarla, ignorarla, aislarla o humillarla. Es económica si atenta contra los recursos financieros de la pareja o su capacidad para generarlos.

En este caso es común impedir que ellas trabajen o estudien, o decidir cómo gastar su sueldo si laboran. Es patrimonial si afecta sus propiedades o el derecho a tenerlas; incluso, en muchas sociedades los varones son los beneficiados de las herencias familiares, o los bienes comprados en pareja son puestos a nombre de él.

Todo acto que ocasione o pueda causar daño o lesión física, como pellizcos, mordidas, nalgadas, jalones, empujones, patadas y hasta intentos de ahorcamiento, quemaduras, heridas con arma punzocortante o de fuego, son manifestaciones de violencia física.

En el ámbito laboral, también padecen discriminación por embarazo, acoso y hostigamiento sexual, acceso a posiciones y remuneraciones a cambio de coito.

Mujer, concebida como objeto

Según la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en su tipo sexual, es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía masculina sobre ella al denigrarla y concebirla como objeto.

La investigadora explicó que esto pasa si es forzada a sostener encuentros carnales no deseados o si es amenazada por su pareja con abandonarla de no acceder a sus deseos, o incluso con ser despedida, si se trata de un superior jerárquico en el trabajo.

Propuesta

El control y manipulación en parejas son producto de relaciones enfermizas y de dependencia emocional excesiva, inseguridad y baja autoestima, pero también parte de una visión distorsionada del amor en la que se sustituyen expresiones válidas de respeto y preocupación por actitudes de desconfianza e intromisión. Se malinterpretan actitudes celosas como gestos de interés para justificar comportamientos represivos y a veces violentos, por lo que es necesario un replanteamiento de las expresiones deseables.

“La piedra angular para erradicar esto es la educación igualitaria en términos de género. Es necesario reconocer el valor de unas y otros, más allá de nuestras diferencias”.

Para la académica, una solución definitiva es alcanzable sólo a mediano o largo plazo. “La clave es formar a nuevas generaciones educadas bajo esta perspectiva. En el corto, son importantes otras medidas, como una legislación que identifique, prevenga y castigue estos actos, la generación de instancias de atención a las víctimas y reeducar a los agresores. Esto haría posible el cambio”, concluyó.

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Fotos


La educación con énfasis en la igualdad de género es clave para eliminar la violencia contra la mujer.