• Magda Carvajal Moreno, del Instituto de Biología,
y Jaime Berumen Campos, de la Facultad de Medicina, fueron distinguidos
en la categoría Profesional en Ciencia de Alimentos
• Su investigación demuestra la presencia de aflatoxinas
en cereales, chiles, lácteos, semillas y frutas secas, así
como la relación de esos componentes con cáncer hepático,
cervicouterino y Virus del Papiloma Humano 16 y 18 en México
Por un estudio que demuestra la presencia de
aflatoxinas en cereales, chiles, lácteos, semillas y frutas secas,
así como la relación de esas toxinas con el cáncer
hepático, cervicouterino y el Virus del Papiloma Humano (VPH)
16 y 18 en México, Magda Carvajal Moreno, del Instituto de Biología
(IB), y Jaime Berumen Campos, de la Facultad de Medicina (FM) de la
UNAM, obtuvieron el Premio Nacional en Ciencia y Tecnología de
Alimentos 2012.
El galardón, que desde hace 36 años
patrocinan el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)
y la empresa refresquera Coca-Cola, fue logrado en la Categoría
Profesional en Ciencia de Alimentos, una de las cuatro áreas
premiadas.
“Me da mucho gusto recibir esta distinción,
que es para la UNAM. Desde hace algunos años colaboro con Jaime
Berumen para indagar la interrelación entre las aflatoxinas y
el cáncer cervicouterino. El proyecto que presentamos es de los
últimos tres años y resultó reconocido. Antes,
investigué la relación de aflatoxinas con cáncer
colo-rectal, de páncreas e hígado”, precisó
Carvajal, en entrevista.
Desde hace 25 años, la doctora en biología
analiza las aflatoxinas, toxinas de los hongos Aspergillus flavus
y Aspergillus parasiticus, entre otros.
Con varias generaciones de alumnos de posgrado
del IB, ha documentado su presencia en alimentos de consumo cotidiano,
como tortillas y otros derivados de cereales como maíz, arroz,
sorgo y cebada.
También, en leche y quesos, chiles,
carnes y sus derivados como huevo, cacahuates, nueces, pistaches, semillas
de algodón y de girasol, además de frutas secas.
Aunque su espectro de análisis es detallado,
es la primera vez que compite por este galardón, el más
destacado del país en el área de alimentos. “Espero
que nos ofrezca la posibilidad de contar con más recursos para
trabajar en investigación”, dijo.
Activas en el hígado
Mediante un mecanismo químico de oxidación,
las aflatoxinas se activan en el hígado y se convierten en cancerígenos
activos que se acumulan por años en el ADN, explicó Carvajal.
Se calcula que la mayoría de las que
consumimos se desechan de forma natural, pero un 17 por ciento se pegan
al ADN y se acumulan por el consumo cotidiano de alimentos contaminados,
y el riesgo de padecer enfermedades después de los 40 ó
50 años, aumenta.
México ocupa el primer lugar de América
Latina en enfermedades del hígado (OPS, 2002), y también
el primer sitio en la ingesta de maíz, dos parámetros
que se unen en torno a las aflatoxinas.
Estas últimas son invisibles, sin sabor
ni olor, aunque son fluorescentes y pueden detectarse a simple vista
al someterlas a rayos ultravioleta (UV). No están vivas, son
compuestos químicos tóxicos producidos por los hongos
que habitan una gama amplia de alimentos, refirió.
Son resistentes a temperaturas de 260 a 320
grados Celsius, así que no se eliminan por cocimiento, fermentación,
ultrapasteurización, ni nixtamalización con cal. Además,
actúan en trazas, son insolubles en agua, solubles en solventes
orgánicos como el alcohol, abortivas, cancerígenas y causan
malformaciones en fetos.
También, provocan mutaciones (denominadas
“puntuales”) en un punto del ADN, y hacen que los proto-oncogenes
se activen como oncogenes. Carvajal encontró estas sustancias
en diferentes tumores de cáncer (hígado, colorrectal,
pulmón y páncreas), así como en orina de enfermos
con cirrosis viral, hepatitis B y C.
Refuerzan aflatoxinas acción del VPH
“Un premio siempre es bienvenido”,
comentó Berumen, investigador de la Unidad de Medicina Genómica
que la FM tiene en el Hospital General, quien colaboró con Carvajal,
titular del proyecto.
“El esfuerzo principal es de ella, yo
participé en el estudio de la interacción de los virus
con las aflatoxinas en cáncer cervicouterino; analizamos los
datos y descubrimos la asociación del Virus del Papiloma Humano
con estas toxinas que son carcinógenos”, detalló
en entrevista.
El hallazgo es relevante, pues aunque se sabe
que el VPH es el factor etológico más importante para
generar cáncer cervicouterino, ese virus no trabaja solo.
“De los 200 tipos que existen, pocos
son oncogénicos, especialmente el 16 y el 18, que estudiamos
en este proyecto. Los virus no son capaces de producir cáncer
por sí solos, pues de mil mujeres que se infectan con el Virus
del Papiloma, alrededor de dos desarrollan la enfermedad, eso significa
que requiere de otros co-factores. Ésta es la primera vez que
se demuestra que hay uno alimenticio.
“En esta fase inicial del estudio demostramos
que esa toxina está presente en los tumores, junto con el virus,
pero no sabemos si se trata de una asociación fortuita o si existe
una verdadera interacción con el virus, y de qué manera
facilita que este último transforme las células y produzca
cáncer”, reconoció.
Tras encontrar esa asociación, falta
demostrar cómo participan en el desarrollo de cáncer.
“El virus es indispensable para desarrollo del cáncer,
ahora buscaremos que tan importante es la aflatoxina en el proceso.
Las aflatoxinas se pegan al ADN y lo mutan; éste es inmenso,
y es difícil encontrar las regiones más significativas,
pero debemos elaborar una estrategia para saber si las fracciones de
ADN donde se adhirió, son importantes para el avance de esa enfermedad,
o si se pegan directamente al virus”, explicó.
Especialista en análisis del genoma
humano en tumores, Berumen piensa que pudieran activar ciertos oncogenes
o inactivar genes supresores tumorales. “Esta nueva fase de la
investigación requiere la colaboración de más grupos,
así que Carvajal y yo estamos en pláticas para sumar a
más grupos de la UNAM y de otras instituciones de México”,
concluyó.
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