• Para producir los actualmente comercializados se emplea
mayor cantidad de energéticos, lo que se traduce en más
contaminación, señaló Amanda Gálvez
Mariscal, coordinadora del Programa Universitario de Alimentos
Los cultivos transgénicos ofrecen rendir
mejores cosechas; no obstante, esta promesa no se logra con los genéticamente
modificados (GM) de primera generación actualmente comercializados
sin echar mano de mayores cantidades de combustibles fósiles,
fertilizantes, y mecanización, aunado a lo que normalmente se
usa para su almacenamiento y transporte.
“Lo ideal sería emplear menos
energía y reducir así emisiones de gases a la atmósfera”,
señaló Amanda Gálvez Mariscal, coordinadora del
Programa Universitario de Alimentos (PUAL).
Éstos ganaron relevancia a partir de
1996. Para 2011, 16.7 millones de agricultores de 29 países trabajaban
en su producción, con 160 millones de hectáreas plantadas,
expuso en la mesa redonda Implicaciones Sociales y Ambientales de las
Nuevas Tecnologías: el Desarrollo de la Nanotecnología
y de la Biotecnología en México, parte del encuentro Estudios
Interdisciplinarios sobre la Ciencia, la Tecnología y la Innovación,
del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS).
En la Sala Ángel Bassols Batalla,
del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc), informó
que hubo un incremento considerable; en 2010 se reportaron para México
0.1 millones de hectáreas y un año después, 0.2
millones de hectáreas dedicadas a cultivos GM.
A nivel mundial, los más comercializados
son soya, con 75 millones de hectáreas; maíz, con 51 millones;
algodón, 24.7 millones, y canola, para aceites, 8.2 millones.
Estos alimentos, continuó la también
profesora de la Facultad de Química (FQ), apuestan a la eficacia
agronómica, resistencia a insectos y tolerancia a herbicidas,
características atractivas para el agricultor, pero imperceptibles
para el consumidor.
Los cultivos GM de segunda generación
son más resistentes a enfermedades, insectos específicos
o bien presentan modificaciones enfocadas a elevar la calidad en los
productos. Algunos de estos no sucumben con facilidad a hongos y virus,
y entre las variedades desarrolladas más comunes están
papa, sandía, pepino, calabaza, soya y canola, y con modificaciones
para retardar su maduración: jitomate y papaya.
También, abundó, se desarrolló
el llamado “arroz dorado”, que expresa genes de flores como
dientes de león o narcisos para lograr la producción de
provitamina A, y hay un maíz con alto contenido de lisina, para
alimento de pollos y ganado.
Se conocen como de tercera generación
los GM utilizados como biorreactores, primordialmente para producir
medicamentos, vacunas y substancias farmacéuticas/industriales
no comestibles, pero que se expresan en un cultivo que sí lo
es. Su evaluación de riesgos resulta mucho más complicada
puesto que su posible mezcla con granos normales sería cuestionable
para la salud del hombre, o resultaría peor si estos maíces
polinizaran variedades nativas para consumo humano.
Ambos casos traerían como consecuencia
que los productos no comestibles terminaran en la cadena de producción
de alimentos para la población, para lo que no fueron diseñados.
Promesas incumplidas
Michelle Chauvet Sánchez, del Departamento
de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana
(UAM) Azcapotzalco, impartió la charla ¿Cómo
evaluar los efectos sociales de la agrotecnología?
Algunas de las promesas de la biotecnología
fueron aumentar el rendimiento en la producción, algo que no
pasó. Tampoco favoreció la preservación del ambiente,
no incrementó la producción de alimentos, ni amplió
o restituyó la frontera agrícola, dijo.
Lo que si cumplió es lo referente a
semillas resistentes a herbicidas; sin embargo, la complejidad de la
tecnología hace que el acceso a éstas sea restringido.
Al hablar de Riesgos a la salud y el medio
ambiente en las políticas de nanotecnología de América
Latina, Guillermo Foladori, de la Universidad Autónoma de
Zacatecas, comentó que la esencia de esta especialidad es la
manipulación de la materia a escala atómica y molecular,
donde los virus pueden atravesar una célula.
En cuanto al tamaño, las propiedades
físicas, químicas y biológicas más allá
de lo microscópico difieren a las conocidas, como en el carbono,
que se vuelve superconductor; el oro, reactivo, y el aluminio explosivo.
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