• Tampoco están contemplados
en la agenda nacional, pese a la importancia que tienen en la vida
cotidiana de la población, advirtió Karla Valverde
Viesca, de la FCPyS de la UNAM
Los programas de desarrollo social no están
incluidos en la agenda nacional pese a la importancia que tienen en
la vida cotidiana de la población, advirtió Karla Valverde
Viesca, académica de la Facultad de Ciencias Políticas
y Sociales (FCPyS) de la UNAM.
Concebidos como parte de las políticas
de desarrollo, deberían apoyar a los segmentos juvenil, de
la tercera y cuarta edad, y dejar el corte asistencialista, ejemplificó.
No obstante, quienes toman las decisiones privilegian el crecimiento
económico sobre el social, y dan por sentado que el primero
detonará al segundo.
En un estudio donde la premisa central es
determinar un paradigma, la coordinadora del Centro de Estudios Políticos
de la entidad encontró que con el devenir de la sociedad, así
como el de las funciones económicas del Estado, la noción
sobre el desarrollo ha cambiado.
De acuerdo con Valverde Viesca, si antes
la noción de progreso estaba sujeta al crecimiento del Producto
Interno Bruto (PIB), “hoy importa conocer cómo se reparte
la riqueza; asimismo, en qué segmentos se concentra y si hay
desigualdades. Es decir, ahora podemos resaltar los indicadores del
desarrollo desde un aspecto humanista”, indicó la politóloga.
“Debiera concebirse en términos
de menores índices de pobreza y desigualdad, disminución
en las brechas de la concentración de la riqueza, mayor calidad
en la alimentación y en la nutrición de los habitantes,
así como en la educación. Si se miden esos indicadores
con detenimiento, no siempre se obtienen saldos de progreso o mejoría
social”, explicó.
Respecto de la definición del concepto
desarrollo social, la especialista reportó que en
México aparece en los discursos de los pensadores positivistas
del siglo XIX. Más adelante se encuentra en los planes de gobierno
del discurso político, concretamente en el periodo cardenista,
vinculado a la planeación, al Plan Sexenal. Después,
hacia los años 70 se halla vinculado a un programa de gobierno.
En cuanto al contexto internacional, se acuña
como un concepto político-social al término de la Segunda
Guerra Mundial que derivó en la geopolítica, una nueva
distribución política y económica del mundo.
Entonces se empiezan a conformar los organismos
internacionales que fomentan la idea del desarrollo –el Fondo
Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) o el Banco Interamericano
para el Desarrollo (BID)–, incluso el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En opinión de la académica,
se hace obligatorio preguntar si antes no era tema prioritario el
desarrollo social: “¿No había pobres? Por supuesto
que sí, lo que pasa es que no eran parte de la agenda, y lo
son en el momento que los índices aumentan a niveles de escándalo,
o si se profundiza la desigualdad”.
De modo que en el discurso mexicano aparecen,
en concierto con la evolución internacional, la noción
de desarrollo asociada a ciertos ámbitos, aunque de corte asistencialista.
Recientemente la sociedad ha asistido a un
cambio de la práctica gubernamental en este ámbito:
“Mientras que la función económica y de desarrollo
en el modelo tradicional estuvo a cargo del Estado, el modelo neoliberal
plantea un retiro de esa función y una corresponsabilidad de
la sociedad”.
Lo que aparece ahora en el panorama nacional
son políticas sociales que han tendido a ser asistencialistas
o focalizadas, pero el gran problema es que no hay una estrategia
de desarrollo que integre a la social. Alentar la incorporación
de esos conceptos a los planes es el gran reto, concluyó la
politóloga.
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