Boletín UNAM-DGCS-763
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 27 de diciembre de 2011


María Hilda Flores Olvera
           

LAS ZONAS ÁRIDAS Y SEMIÁRIDAS DE MÉXICO, LAS MENOS EXPLORADAS

 

• Ocupan más de la mitad del territorio nacional, y aunque tienen baja riqueza de especies de plantas por kilómetro cuadrado, presentan una alta tasa de endemismo, indicó María Hilda Flores Olvera, del Instituto de Biología
• Al menos hay seis mil especies de plantas en matorrales xerófilos, característicos de estas áreas, cantidad superior a las que habitan las selvas húmedas del país

Aunque las zonas áridas y semiáridas de México ocupan más de la mitad del territorio, y poseen una gran cantidad de recursos naturales que se podrían explotar para la industria, la medicina y otros ámbitos, son las menos estudiadas. Aquí se encuentran los centros de origen y diversificación de grupos de plantas como las cactáceas, las agaváceas, y las crasuláceas, entre otras, indicó María Hilda Flores Olvera, investigadora del Instituto de Biología (IB) de la UNAM.

Los análisis realizados hasta el momento muestran que, si bien en este tipo de ecosistemas no hay mucha riqueza de especies por kilómetro cuadrado, y que la flora al sur de la nación es más variada por sus condiciones de humedad y temperatura, tienen una alta tasa de endemismo; es decir, hay gran número de plantas que sólo existen en el país o al sur de Estados Unidos, que biogeográficamente es una región natural continua.

Se estima, por ejemplo, que a nivel de los matorrales xerófilos, característicos de nuestras zonas áridas y semiáridas en donde predominan las plantas suculentas, hay seis mil especies, cantidad mayor a las que habitan las selvas húmedas de México en su conjunto.

Otro tipo de vegetación es el pastizal o zacatal, que a pesar de su apariencia sencilla, alberga una alta proporción de endemismo. Los de origen natural han sido fuente fundamental para la alimentación del ganado, y a estos se suman los secundarios o inducidos por actividades ganaderas. En suelos salinos y yesosos, comunes en zonas áridas y semiáridas en los perímetros referidos, éstos predominan, pero también se desarrollan matorrales con una rica diversidad.

Flores Olvera mencionó que es probable que la diversidad de géneros que habitan esas áreas, no es muy alta, porque muchas tienen 200, otras hasta 500, mientras que en el Eje Neovolcánico y el sureste de México hay algunas hasta con mil 130 géneros.

“Lamentablemente, hasta el momento estas zonas son las menos estudiadas de nuestro territorio; las cálido-húmedas han sido más exploradas por personal académico del Instituto de Biología de la UNAM, y de otras instancias de investigación”, indicó.

De hecho, las áridas y semiáridas de México han sido más analizadas por los extranjeros, sobre todo por investigadores del sur de Estados Unidos, donde están las extensiones más grandes de estos entornos.

Científicos de universidades de California, Arizona, Nuevo México y Texas, tienen a su alcance estas biotas y, además, cuentan con mayores recursos humanos y económicos, por lo que han tenido más acceso. Por determinadas causas, “incluso ilegales”, han explorado y conocido estas regiones, de tal manera que sus colecciones tienen mayor representatividad del norte de nuestro territorio, que las nuestras.

La bióloga de la UNAM mencionó que para investigadores nacionales llegar a las regiones citadas no es fácil, pues se requiere dedicar mucho tiempo, esfuerzo y recursos económicos en hospedaje, alimentación, peajes y gasolina; en contraparte, para los del vecino país del norte, están más al alcance.

“Por ello, conocen más nuestra flora, aunque nosotros tenemos acceso a información, colecciones y contribuciones, pero nos falta explorar sitios, no sólo áridos, en general hay muchas regiones inexploradas”.

La especialista en sistemática de familias de Caryophillidae, sobre todo amarantáceas y quenopodiáceas, florística de suelos salino y yesosos, e historia de la botánica, comentó que también se requieren estudios para saber cómo responderán las plantas ante el cambio climático y los problemas de desertificación.

No obstante, subrayó, que uno de los principales inconvenientes que padece este tipo de ecosistemas es el saqueo clandestino, perpetrado por quienes extraen y comercializan los recursos naturales a Estados Unidos y Europa, principalmente.

Es necesario, añadió, aplicar criterios de conservación para preservarlos. Son fascinantes por las formas de vida que contienen y con múltiples usos potenciales a través de compuestos secundarios como resinas, gomas y ceras que cubren sus hojas y tallos, entre otros compuestos; además, “son comunidades fabulosas dentro de la diversidad vegetal de México, que tenemos que conservar por su importancia biológica”.

En cuanto a vegetación xerófila y pastizales, apuntó, aún hay áreas en buenas condiciones, sobre todo en Baja California, Coahuila, Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas, así como en el desierto del Valle de Tehuacán-Cuicatlán. En algunas de ellas, incluso, se promueve una especie de ecoturismo, lo que revela que se pueden preservar y, al mismo tiempo, obtener un beneficio económico para sus comunidades, concluyó.

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Fotos


María Hilda Flores Olvera, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM.


A nivel de los matorrales xerófilos, característicos de nuestras zonas áridas, se calcula que hay seis mil especies, cantidad mayor a las que habitan las selvas húmedas de México en su conjunto.