• Ocupan más de la mitad
del territorio nacional, y aunque tienen baja riqueza de especies
de plantas por kilómetro cuadrado, presentan una alta tasa
de endemismo, indicó María Hilda Flores Olvera, del
Instituto de Biología
• Al menos hay seis mil especies de plantas en matorrales
xerófilos, característicos de estas áreas,
cantidad superior a las que habitan las selvas húmedas del
país
Aunque las zonas áridas y semiáridas
de México ocupan más de la mitad del territorio, y poseen
una gran cantidad de recursos naturales que se podrían explotar
para la industria, la medicina y otros ámbitos, son las menos
estudiadas. Aquí se encuentran los centros de origen y diversificación
de grupos de plantas como las cactáceas, las agaváceas,
y las crasuláceas, entre otras, indicó María
Hilda Flores Olvera, investigadora del Instituto de Biología
(IB) de la UNAM.
Los análisis realizados hasta el momento
muestran que, si bien en este tipo de ecosistemas no hay mucha riqueza
de especies por kilómetro cuadrado, y que la flora al sur de
la nación es más variada por sus condiciones de humedad
y temperatura, tienen una alta tasa de endemismo; es decir, hay gran
número de plantas que sólo existen en el país
o al sur de Estados Unidos, que biogeográficamente es una región
natural continua.
Se estima, por ejemplo, que a nivel de los
matorrales xerófilos, característicos de nuestras zonas
áridas y semiáridas en donde predominan las plantas
suculentas, hay seis mil especies, cantidad mayor a las que habitan
las selvas húmedas de México en su conjunto.
Otro tipo de vegetación es el pastizal
o zacatal, que a pesar de su apariencia sencilla, alberga una alta
proporción de endemismo. Los de origen natural han sido fuente
fundamental para la alimentación del ganado, y a estos se suman
los secundarios o inducidos por actividades ganaderas. En suelos salinos
y yesosos, comunes en zonas áridas y semiáridas en los
perímetros referidos, éstos predominan, pero también
se desarrollan matorrales con una rica diversidad.
Flores Olvera mencionó que es probable
que la diversidad de géneros que habitan esas áreas,
no es muy alta, porque muchas tienen 200, otras hasta 500, mientras
que en el Eje Neovolcánico y el sureste de México hay
algunas hasta con mil 130 géneros.
“Lamentablemente, hasta el momento
estas zonas son las menos estudiadas de nuestro territorio; las cálido-húmedas
han sido más exploradas por personal académico del Instituto
de Biología de la UNAM, y de otras instancias de investigación”,
indicó.
De hecho, las áridas y semiáridas
de México han sido más analizadas por los extranjeros,
sobre todo por investigadores del sur de Estados Unidos, donde están
las extensiones más grandes de estos entornos.
Científicos de universidades de California,
Arizona, Nuevo México y Texas, tienen a su alcance estas biotas
y, además, cuentan con mayores recursos humanos y económicos,
por lo que han tenido más acceso. Por determinadas causas,
“incluso ilegales”, han explorado y conocido estas regiones,
de tal manera que sus colecciones tienen mayor representatividad del
norte de nuestro territorio, que las nuestras.
La bióloga de la UNAM mencionó
que para investigadores nacionales llegar a las regiones citadas no
es fácil, pues se requiere dedicar mucho tiempo, esfuerzo y
recursos económicos en hospedaje, alimentación, peajes
y gasolina; en contraparte, para los del vecino país del norte,
están más al alcance.
“Por ello, conocen más nuestra
flora, aunque nosotros tenemos acceso a información, colecciones
y contribuciones, pero nos falta explorar sitios, no sólo áridos,
en general hay muchas regiones inexploradas”.
La especialista en sistemática de
familias de Caryophillidae, sobre todo amarantáceas y quenopodiáceas,
florística de suelos salino y yesosos, e historia de la botánica,
comentó que también se requieren estudios para saber
cómo responderán las plantas ante el cambio climático
y los problemas de desertificación.
No obstante, subrayó, que uno de los
principales inconvenientes que padece este tipo de ecosistemas es
el saqueo clandestino, perpetrado por quienes extraen y comercializan
los recursos naturales a Estados Unidos y Europa, principalmente.
Es necesario, añadió, aplicar
criterios de conservación para preservarlos. Son fascinantes
por las formas de vida que contienen y con múltiples usos potenciales
a través de compuestos secundarios como resinas, gomas y ceras
que cubren sus hojas y tallos, entre otros compuestos; además,
“son comunidades fabulosas dentro de la diversidad vegetal de
México, que tenemos que conservar por su importancia biológica”.
En cuanto a vegetación xerófila
y pastizales, apuntó, aún hay áreas en buenas
condiciones, sobre todo en Baja California, Coahuila, Chihuahua, Nuevo
León y Tamaulipas, así como en el desierto del Valle
de Tehuacán-Cuicatlán. En algunas de ellas, incluso,
se promueve una especie de ecoturismo, lo que revela que se pueden
preservar y, al mismo tiempo, obtener un beneficio económico
para sus comunidades, concluyó.
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