• Una colaboración entre
esta casa de estudios y la Universidad Anáhuac del Sur localizó
Magdala, pueblo donde vivió María Magdalena, a orillas
del Lago Tiberíades o Mar de Galilea
• Con técnicas de prospección arqueológica,
un grupo de académicos del Instituto de Investigaciones Antropológicas
identificó el sitio que incluye edificios, canales, muros
de casas, una de ellas con un baño ritual
En Israel, un terreno de 30 mil metros cuadrados
que por dos mil años quedó cubierto con la tierra de un
cerro vecino, ocultó al pueblo de Magdala, donde vivió
María Magdalena, en el siglo I de nuestra era.
Develar los vestigios de ese sitio judío
fue posible por una colaboración académica entre el Instituto
de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM y la Universidad
Anáhuac del Sur. Hasta el momento, se han realizado dos etapas
de tareas de campo, en 2010 y 2011, y se han llevado a cabo trabajos
de prospección y excavación en el sitio.
“Desde la superficie de ese terreno,
ubicado a las orillas del Lago Tiberíades o Mar de Galilea, no
se ve nada, pero cerca, arqueólogos israelíes encontraron
previamente una sinagoga con un altar central, lo que hizo pensar que
debía haber un pueblo”, explicó Luis Alberto Barba
Pingarrón, del IIA, ingeniero químico, maestro en geología
y doctor en antropología, quien desde hace 30 años combina
su formación en diversas disciplinas, con el campo de la prospección
arqueológica, y con el uso de equipos geofísicos para
buscar vestigios bajo el suelo sin dañarlo.
Este método, que el académico
de Antropológicas ha probado en 120 sitios de México y
en algunos de Bolivia, España e Italia, permite ubicar desde
la superficie lugares de interés en el subsuelo, y guiar la excavación
antes de llevarla a cabo.
En sus campañas de 2010 y 2011, los
arqueólogos mexicanos han encontrado viviendas con muros y pisos,
mosaicos de teselas, molinos de basalto, platos, vasos y ánforas,
objetos de vidrio y más de 700 monedas que revelan cómo
vivió ese pueblo judío.
Una de las moradas, de mayor tamaño,
cuenta con una tina o baño ritual, de 3.5 metros de profundidad,
llamada miqwe o mikve´h, que se utilizaba para
purificación, y a la que se accede tras bajar siete escalones.
El de Magdala es el primer proyecto mexicano
que se realiza en un contexto bíblico, afirmó Barba; la
responsable de este proyecto arqueológico es Marcela Zapata,
de la Universidad Anáhuac, quien en Israel tuvo acceso al terreno
y obtuvo el permiso de excavación (con duración de tres
años) por parte de la Autoridad de Antigüedades de Israel,
equivalente al INAH en México.
Por la Universidad Nacional, la asesora del
proyecto es Linda Manzanilla y el propio Barba.
Prospección arqueológica: mirada
tridimensional
Con sus equipos, Luis Barba, Agustín
Ortiz y Jorge Blancas viajaron a Israel para lograr una visualización
tridimensional del sitio.
Después del análisis de la fotografía
aérea de la zona, iniciaron un levantamiento topográfico
detallado de la superficie, que se realizó con un Sistema de
Posicionamiento Global (GPS) de alta precisión, que permitió
documentar que la parte suroeste ha recibido la mayor aportación
de sedimentos que recubren el sitio, provenientes del Monte Arbel.
El registro muestra que la parte central fue
nivelada. En la oriente se registró otra nivelación que
parece ser una adición más reciente, que gana un poco
de terreno al lago. En ambos niveles escalonados se ubican restos del
pueblo bíblico de Magdala.
Como una segunda aproximación, explicó
Barba, se realizó el estudio de gradiente magnético, con
el que “barrieron” la superficie e identificaron gran cantidad
de fragmentos de roca basáltica.
Este análisis registró contraste
entre los materiales y el subsuelo, y permitió obtener la posición
espacial de cada piedra, hasta lograr un mapa que muestra la variación
horizontal del gradiente magnético. La presencia de bloques de
basalto empleados en la construcción, que contrastan con los
sedimentos locales, facilitaron la ubicación de las estructuras
de la ciudad.
“Hay una concentración de piedras
en la parte oeste del terreno, donde están las casas habitadas
en el siglo primero. En la parte central del mapa, las anomalías
son más intensas, de lo que se infiere la presencia de bloques
más grandes, adecuados para estructuras públicas; mientras,
en la parte oriental la intensidad disminuye, lo que sugiere que la
cantidad de estructuras es menor”, añadió.
El siguiente estudio, de resistividad eléctrica,
verificó los datos previos y definió los muros de las
estructuras domésticas bajo la superficie. La penetración
del campo eléctrico permitió identificar las piedras colocadas
en los muros y distinguirlas de las derrumbadas en los alrededores.
Así, se distinguió la forma y dimensiones de los pequeños
cuartos con piso que se agrupan en conjuntos y que, seguramente, pertenecieron
a los habitantes de Magdala.
“Pero en la parte central del mapa no es clara la presencia de
cuartos, se aprecian zonas de altos valores eléctricos que sugieren
estructuras grandes, mientras que en la parte sureste es evidente la
presencia de dos grandes estructuras rectangulares que confirman los
datos magnéticos”.
Guía para la excavación
Después del análisis de esta
información, se seleccionó el área de excavación,
y desde julio de 2010, ésta se ha realizado; hasta ahora se han
identificado conjuntos habitacionales con pequeños cuartos hechos
con muros de piedra; algunos conservan sus pisos con aplanado de cal,
con mosaicos o con lajas rectangulares de basalto.
“La correspondencia entre los datos eléctricos
y las excavaciones arqueológicas es exacta y solamente en los
puntos en los que los restos arquitectónicos están a mayor
profundidad el equipo eléctrico no pudo detectar los muros”,
detalló.
Con esta excavación se han recuperado
objetos frágiles como recipientes de vidrio, más de 700
monedas y fragmentos de cerámica de utensilios de uso cotidiano.
Los trabajos realizados en una segunda campaña,
en julio de 2011, permitieron ampliar las áreas estudiadas con
resistencia eléctrica, confirmar algunas hipótesis con
el empleo de un georradar, y estudiar con esta técnica los caminos
y carreteras actuales. Los estudios de residuos químicos, en
proceso, servirán para saber, por ejemplo, qué hacían
en sus cuartos y de qué se alimentaban los habitantes de Magdala,
finalizó Luis Barba.
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