Boletín UNAM-DGCS-583
Ciudad Universitaria.
11:00 hrs. 2 de octubre de 2011

 


Luis Alberto Barba Pingarrón

           

PARTICIPAN UNIVERSITARIOS EN EL DESCUBRIMIENTO DE UN PUEBLO ISRAELÍ DEL SIGLO I

• Una colaboración entre esta casa de estudios y la Universidad Anáhuac del Sur localizó Magdala, pueblo donde vivió María Magdalena, a orillas del Lago Tiberíades o Mar de Galilea
• Con técnicas de prospección arqueológica, un grupo de académicos del Instituto de Investigaciones Antropológicas identificó el sitio que incluye edificios, canales, muros de casas, una de ellas con un baño ritual

En Israel, un terreno de 30 mil metros cuadrados que por dos mil años quedó cubierto con la tierra de un cerro vecino, ocultó al pueblo de Magdala, donde vivió María Magdalena, en el siglo I de nuestra era.

Develar los vestigios de ese sitio judío fue posible por una colaboración académica entre el Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM y la Universidad Anáhuac del Sur. Hasta el momento, se han realizado dos etapas de tareas de campo, en 2010 y 2011, y se han llevado a cabo trabajos de prospección y excavación en el sitio.

“Desde la superficie de ese terreno, ubicado a las orillas del Lago Tiberíades o Mar de Galilea, no se ve nada, pero cerca, arqueólogos israelíes encontraron previamente una sinagoga con un altar central, lo que hizo pensar que debía haber un pueblo”, explicó Luis Alberto Barba Pingarrón, del IIA, ingeniero químico, maestro en geología y doctor en antropología, quien desde hace 30 años combina su formación en diversas disciplinas, con el campo de la prospección arqueológica, y con el uso de equipos geofísicos para buscar vestigios bajo el suelo sin dañarlo.

Este método, que el académico de Antropológicas ha probado en 120 sitios de México y en algunos de Bolivia, España e Italia, permite ubicar desde la superficie lugares de interés en el subsuelo, y guiar la excavación antes de llevarla a cabo.

En sus campañas de 2010 y 2011, los arqueólogos mexicanos han encontrado viviendas con muros y pisos, mosaicos de teselas, molinos de basalto, platos, vasos y ánforas, objetos de vidrio y más de 700 monedas que revelan cómo vivió ese pueblo judío.

Una de las moradas, de mayor tamaño, cuenta con una tina o baño ritual, de 3.5 metros de profundidad, llamada miqwe o mikve´h, que se utilizaba para purificación, y a la que se accede tras bajar siete escalones.

El de Magdala es el primer proyecto mexicano que se realiza en un contexto bíblico, afirmó Barba; la responsable de este proyecto arqueológico es Marcela Zapata, de la Universidad Anáhuac, quien en Israel tuvo acceso al terreno y obtuvo el permiso de excavación (con duración de tres años) por parte de la Autoridad de Antigüedades de Israel, equivalente al INAH en México.

Por la Universidad Nacional, la asesora del proyecto es Linda Manzanilla y el propio Barba.

Prospección arqueológica: mirada tridimensional

Con sus equipos, Luis Barba, Agustín Ortiz y Jorge Blancas viajaron a Israel para lograr una visualización tridimensional del sitio.

Después del análisis de la fotografía aérea de la zona, iniciaron un levantamiento topográfico detallado de la superficie, que se realizó con un Sistema de Posicionamiento Global (GPS) de alta precisión, que permitió documentar que la parte suroeste ha recibido la mayor aportación de sedimentos que recubren el sitio, provenientes del Monte Arbel.

El registro muestra que la parte central fue nivelada. En la oriente se registró otra nivelación que parece ser una adición más reciente, que gana un poco de terreno al lago. En ambos niveles escalonados se ubican restos del pueblo bíblico de Magdala.

Como una segunda aproximación, explicó Barba, se realizó el estudio de gradiente magnético, con el que “barrieron” la superficie e identificaron gran cantidad de fragmentos de roca basáltica.

Este análisis registró contraste entre los materiales y el subsuelo, y permitió obtener la posición espacial de cada piedra, hasta lograr un mapa que muestra la variación horizontal del gradiente magnético. La presencia de bloques de basalto empleados en la construcción, que contrastan con los sedimentos locales, facilitaron la ubicación de las estructuras de la ciudad.

“Hay una concentración de piedras en la parte oeste del terreno, donde están las casas habitadas en el siglo primero. En la parte central del mapa, las anomalías son más intensas, de lo que se infiere la presencia de bloques más grandes, adecuados para estructuras públicas; mientras, en la parte oriental la intensidad disminuye, lo que sugiere que la cantidad de estructuras es menor”, añadió.

El siguiente estudio, de resistividad eléctrica, verificó los datos previos y definió los muros de las estructuras domésticas bajo la superficie. La penetración del campo eléctrico permitió identificar las piedras colocadas en los muros y distinguirlas de las derrumbadas en los alrededores. Así, se distinguió la forma y dimensiones de los pequeños cuartos con piso que se agrupan en conjuntos y que, seguramente, pertenecieron a los habitantes de Magdala.


“Pero en la parte central del mapa no es clara la presencia de cuartos, se aprecian zonas de altos valores eléctricos que sugieren estructuras grandes, mientras que en la parte sureste es evidente la presencia de dos grandes estructuras rectangulares que confirman los datos magnéticos”.

Guía para la excavación

Después del análisis de esta información, se seleccionó el área de excavación, y desde julio de 2010, ésta se ha realizado; hasta ahora se han identificado conjuntos habitacionales con pequeños cuartos hechos con muros de piedra; algunos conservan sus pisos con aplanado de cal, con mosaicos o con lajas rectangulares de basalto.

“La correspondencia entre los datos eléctricos y las excavaciones arqueológicas es exacta y solamente en los puntos en los que los restos arquitectónicos están a mayor profundidad el equipo eléctrico no pudo detectar los muros”, detalló.

Con esta excavación se han recuperado objetos frágiles como recipientes de vidrio, más de 700 monedas y fragmentos de cerámica de utensilios de uso cotidiano.

Los trabajos realizados en una segunda campaña, en julio de 2011, permitieron ampliar las áreas estudiadas con resistencia eléctrica, confirmar algunas hipótesis con el empleo de un georradar, y estudiar con esta técnica los caminos y carreteras actuales. Los estudios de residuos químicos, en proceso, servirán para saber, por ejemplo, qué hacían en sus cuartos y de qué se alimentaban los habitantes de Magdala, finalizó Luis Barba.

 

--o0o--

 
 
 



Fotos


Luis Alberto Barba Pingarrón, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.


Vista del área de excavación desde la esquina noreste.


Una de las moradas cuenta con un baño ritual, de 3.5 metros de profundidad, llamado miqwe o mikve´h, que se utilizaba para purificación, y al que se accede tras bajar siete escalones.