Boletín UNAM-DGCS-546
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 15 de septiembre de 2011

 


EL SÍNDROME DE PETER PAN NO ES UNA PSICOPATOLOGÍA NI TIENE RELEVANCIA CIENTÍFICA

• Lo que hay, explicó Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, es una “adolescentización” de la sociedad como premisa ideológica en nuestras prácticas cotidianas

El síndrome de Peter Pan no es una psicopatología ni un problema conductual. Tampoco, aclaró Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, tiene relevancia de tipo científico ni disciplinar.

Lo que sí hay, explicó, es una “adolescentización” de la sociedad, tanto como premisa ideológica en nuestras prácticas cotidianas, como por prolongación de la transición de la niñez a la adultez y, desde otra perspectiva, como consecuencia de la falta de desarrollo y justicia social.

El término, dijo, es “pseudo-psicología” que no contiene una categoría nosológica ni una descripción fehaciente de un tipo de personalidad, sino algo que “existe en la opinión pública como un concepto”.

En 1983, Dan Kiley publicó el libro The Peter Pan Syndrome: men who have never grown up. Sin embargo, lejos de ser un trabajo de investigación serio, representó una suerte de autobiografía donde detallaba a una persona infantil, narcisista, que se niega a crecer y a asumir responsabilidades.

A raíz de esto, explicó, se hace moda en la conversación coloquial al identificar la llamada “patología” en personas famosas o cercanas para signarlas bajo un criterio de exclusión, burla o censura, incluso aún si la clasificación no contiene ningún sustento de investigación psicológica.

Después, y en consecuencia, se publicaría el síndrome de Wendy, que representa el complemento “psicológico” de Peter Pan al asumir una personalidad maternal y entregada a los otros. Posteriormente, el propio Kiley confesó que se inspiró en su propia esposa para describir este nuevo personaje.

En todo caso, cuestionó, la verdadera pregunta es por qué es popular identificar síntomas, síndromes, conductas anormales, a partir de metáforas pre-paradigmáticas. ¿Se puede hablar del síndrome de Winnie Pooh? ¿Del síndrome de Napoleón? ¿Bajo qué preceptos epistemológicos y psicológicos se sustenta ésta supuesta psicología?

Si el debate consiste en analizar la premisa de evadir el “mundo de lo adulto”, agregó, es mejor considerar diversos ángulos y no verlo únicamente como un problema individual.

Por un lado, encontramos que la transición hacia la adultez se ha alargado. En la sociedad occidental, puntualizó Trujillo Correa, han desaparecido los ritos de paso y la adolescencia se puede prolongar desde los 18 años hasta más allá de los 30.

También, dijo, tenemos que considerar que los jóvenes están inmersos en un escenario que no les ofrece oportunidades de tener dominio sobre su propia vida, un buen trabajo, independencia del núcleo familiar, ninis o excluidos que rezan, “si no tengo futuro, hay que vivir la vida como el último momento”.

Desde esta perspectiva, “la sociedad es el síndrome y no el joven”, porque hoy el ideal es vivir esta especie de experiencia adolescente en la temporalidad inmediata; verse bien por dentro y fuera, mantenerse siempre activo, entretenido perpetuamente, sin que la vejez te alcance. La fiesta permanente”, agregó.

Ése es el rasgo de la sociedad posmoderna; adolescente y adulto sólo la asumen, sin percatarse, pues está naturalizado, presente en los actos de nuestra vida cotidiana, incluso en nuestras costumbres más finas, mencionó el investigador.

Es mejor hablar de una sociedad que persigue el ideal de mantenerse siempre joven. Es la “que está ávida de información, busca el conocimiento que le permita evadir su angustia, la muerte, la profundidad, la contemplación”.

Por eso estamos, ejemplificó, en una sociedad descafeinada, donde en el mercado encontramos productos desprovistos de su propiedad maligna: café sin cafeína, crema sin grasa, cerveza sin alcohol, sexo sin sexo (sexo virtual), guerra sin bajas… Una colectividad que vive las cosas sin vivirlas, donde no hay eventos, sólo simulación.

Se trabaja con tenacidad contra el tiempo: si se acelera la cotidianeidad, ser dinámico se convierte en una virtud. Es por eso, precisó, que la juventud no está en la edad sino en la actitud; que las celebraciones no deben ser un día, sino todos; que los objetos financieros hoy son más temporalidad que espacio, y que con reloj controlamos en lo micro y lo macro su transcurrir.

“Todo por hacer que el tiempo no pase, porque al final nunca tuvimos el suficiente para hacer lo que se supone que debemos. Por eso, la pregunta ontológica hoy día ya no es ser o no ser, sino, ¿durar o no durar? ¿Cuánto duraré?, un sexenio, dos telenovelas, tres discos, cuatro liguillas, cinco semestres”.

Por lo tanto, literatura como la de Dan Kiley afirma que “tienes el síndrome de Peter Pan”, al igual que te dice que “no bebas agua sin purificar” o “toma productos sin azúcar”, apuntó Trujillo Correa.

Entonces ¿no hay escapatoria? Como decía Borges: “Es inútil que toques. Estamos dentro”, concluyó el investigador.

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Fotos


Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM.