• Este modelo, diseñado para pequeñas
empresas, fue adoptado como norma internacional en diversos países
La India y Estados Unidos se encuentran en
lados opuestos del mundo y sus relojes tienen 12 horas de diferencia;
si en Nueva Dehli es de día, en Nueva York es de noche. Esta
distancia, que desanimaría a muchos a la hora de buscar clientes,
no arredró a las empresas de software del país
asiático, que consideraron no había obstáculo para
hacer negocios con sus antípodas. Así, rápidamente
conquistaron el mercado estadounidense, mientras que las compañías
de México, pese a su privilegiada situación geopolítica
y sus añejos lazos comerciales con la Unión Americana,
no lograron contender y quedaron a la zaga.
Para que las entidades nacionales, especialmente
las “muy pequeñas”, se hicieran competitivas, elevaran
su calidad y figuraran en la muy peleada arena de las exportaciones,
en 2002, la Secretaría de Economía firmó un convenio
con la Facultad de Ciencias.
De esta manera, Hanna Oktaba —profesora
de esa entidad—, desde la UNAM y en su calidad de presidenta de
la Asociación Mexicana para la Calidad en Ingeniería de
Software (AMCIS), quedó al frente de tres proyectos que, a la
postre, configurarían un modelo de buenas prácticas conocido
como MoProSoft, que en 2005 se convertiría en norma mexicana
NMX (no obligatoria) y, recientemente, en un estándar internacional
reconocido por la International Organization for Standarization (ISO).
“Que desde su instrumentación
nuestro proyecto haya tenido tales niveles de aceptación y que
hoy sirva de pauta para muchos empresarios, desarrolladores e ingenieros,
se debe a que desde un principio consideramos circunstancias que, aunque
evidentes, se habían soslayado durante mucho tiempo”.
Primero, expuso la experta en ingeniería
de software, se simplificaron los esquemas. “Antes de
embarcarnos en esto, ya había modelos para incrementar la calidad
de estos productos, pero la metodología que sugerían era
tan profusa, que con frecuencia señalaban más de 40 procesos
a seguir; nosotros redujimos ese número a nueve”.
Segundo, usualmente estas iniciativas estaban
pensadas para ser aplicadas en el extranjero, en escenarios y condiciones
muy diferentes a los de México. Ante eso, Oktaba y su equipo
consideraron la realidad nacional y trabajaron en consecuencia.
“Y finalmente, y quizá lo más
importante, fue que mientras los demás modelos se abocaban a
compañías grandes, nosotros siempre tuvimos en mente que
MoProSoft sería una guía para corporaciones no mayores
de 25 personas, es decir, para very small entities, como se
les dice en inglés. Esto era esencial, pues en nuestra nación
el 90 por ciento de ellas son pequeñas o micro”.
Pensar en pequeño para lograr cosas
grandes
“Lo primero que me dicen los directivos
de las empresas de software que han adoptado MoProSoft es: “Ahora
sí sé qué hacemos y en qué dirección
vamos”, expuso Hanna Oktaba.
Escuchar eso es un aliciente, señala
la académica. “Sabemos que vamos bien, pero necesitamos
ir mejor, pues en el país tenemos aproximadamente dos mil 800
compañías que podrían echar mano de este modelo,
pero sólo 300 lo han acogido”, es decir, apenas un 11 por
ciento.
El problema de estas entidades, señala,
es que usualmente son “compañías de cuates
o de familiares”, en las que más que un sistema de trabajo
priva la improvisación; por ello MoProSoft tiene una meta simple:
“poner orden y hacer que observen una serie de buenas prácticas
para prevenir la fuga de defectos, claro, hasta donde sea posible”,
subrayó Oktaba.
“Que los productos ofertados estén
libres de errores es casi imposible, pues ni siquiera los de gigantes
como Microsoft están exentos de fallas. Sin embargo, al proporcionar
una guía práctica y accesible de cómo proceder,
las compañías pequeñas tienen mayores posibilidades
de ofrecer artículos confiables, y los compradores saben que
tienen un respaldo en caso de cualquier imprevisto o a quien recurrir
si no están satisfechos”.
La profesora Oktaba es enfática al decir
que MoProSoft es una herramienta útil para las pequeñas
empresas, pero sólo para aquellas que quieran dejar de serlo.
“No queremos que se queden así,
que se estanquen. Lo que buscamos es darles una suerte de educación
primaria y secundaria para que, con lo aprendido, ellas solas y por
sus propios méritos lleguen a la preparatoria, y luego a la Universidad”,
expuso.
Semillero de proyectos con éxito
Al igual que todo proyecto, éste ha
sido sometido a la mirada escudriñadora de quienes desean saber
si sirve o no, y ante cualquier escéptico, por respuesta Oktaba
dice tener sólo una palabra: Ultrasist.
Ésta fue la primera empresa en adoptar
el modelo. Al momento de hacerlo tenía apenas 20 colaboradores,
hoy es una compañía con más de 100 empleados, catalogada
en el nivel más alto del Modelo de Integración de Capacidad
y Madurez (CMMI, por sus siglas en inglés), creado por el Software
Engineering Institute, una de las entidades más prestigiosas
del mundo en este rubro.
“Como se trata de una corporación
en la que trabajan dos de las coautoras de MoProSoft, obviamente fue
la primera en la que se probó la propuesta. En apenas nueve años,
Ultrasist creció no sólo en tamaño, sino en madurez;
de hecho, actualmente trabaja en uno de los proyectos más complejos
que se desarrollan en México”.
La complejidad de desarrollar una estructura sencilla
Para crear un modelo como MoProSoft es preciso
ser sumamente observador, expuso Hanna Oktaba, quien dice que, para
desarrollarlo, tuvo que reflexionar sobre los estándares que
solían aplicarse a las empresas de software y las características
particulares de una compañía pequeña.
Con este objetivo, ella y su equipo se adentraron
en estas entidades para entender cómo operaban sus engranajes
y resortes, y cómo se establecen las relaciones interpersonales
si los integrantes de una corporación son pocos (“unas
veces amigos que recién acabaron la carrera y decidieron hacer
su empresa; otras, miembros de una familia”).
“En esta labor colaboramos 11 personas,
de las cuales sólo tres somos académicos”, explicó
Oktaba, quien añadió que en el grupo había individuos
que estaban en pequeñas compañías de software,
cuyo testimonio sobre qué tan difícil resultaba instrumentar
modelos extranjeros fue esencial a la hora de conformar MoProSoft.
“Tras revisar, analizar y discutir, teníamos una propuesta.
Ésta debía estructurarse como una pirámide de tres
niveles: el primero para la Alta Dirección; el segundo para la
Gerencia y, el tercero, para Operación. Luego, lo que hicimos
fue distribuir en estas capas nueve procesos que permitirían
desde delimitar el objetivo primordial de la empresa hasta determinar
cómo se administrará el capital intelectual”.
El reto de captar cada vez más empresas
mexicanas
En 2005, dentro del ISO, se creó un
grupo de trabajo con integrantes de diversas partes del mundo que buscaba
definir un estándar apropiado para elevar la calidad de las pequeñas
empresas de software.
En uno de los encuentros, que tuvo lugar en
Tailandia en 2006, el grupo de Oktaba presentó MoProSoft, y la
propuesta despertó tal entusiasmo entre los participantes, que
rápidamente fue seleccionada como base para un estándar
internacional.
“Es sorprendente la aceptación
que ha tenido el modelo en Tailandia. Ahí rápidamente
se creó todo un programa de capacitación entre universidades,
principalmente porque ese país quiere volverse exportador y competir
con China, Corea, India y demás naciones asiáticas, y
reacciones parecidas hubo en Francia y Canadá”.
El problema es que en México no ha tenido
la acogida que debería, expuso Oktaba, pues del universo de empresas
para el que se creó, apenas un 11 por ciento se ha involucrado,
“¿pero cómo podríamos integrarlas si muchas
de ellas están más interesadas en sobrevivir y evitar
la quiebra que en observar estándares de calidad? Esto es comprensible”.
Para revertir esta situación, desde
2006 hay un apoyo del gobierno federal y de los estatales para que las
empresas que quieran adoptar MoProSoft tengan hasta 50 por ciento de
subvención en la consultoría y capacitación.
“Cada esfuerzo que se haga en este rubro
es esencial para todos. Si en vez de apostar, primordialmente, a las
maquiladoras, México contempla a las de software, el
país tendría otro nivel de bienestar, ya que se trata
de una industria que genera riqueza, educa a la gente y su labor repercute
en un bien social, de manera transversal”, concluyó.
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