• En ciertas zonas, como Palenque, forman una capa que detiene
la lluvia y la disolución del carbonato de calcio; con ello,
se evita el deterioro de las construcciones, destacó Eberto
Novelo, de la FC de la UNAM
• Pueden prevenir un desgaste mecánico de las superficies
y son parte de la biodiversidad; entonces, en vez de eliminarlas es
posible controlar su crecimiento, dijo
Las algas no son causantes del deterioro de
los monumentos históricos. Se ha podido constatar que en zonas
como Palenque, forman una capa que detiene la lluvia y la descalcificación
o disolución del carbonato de calcio; con ello, se evita el deterioro
de las construcciones, afirmó Eberto Novelo Maldonado, coordinador
del Departamento de Biología Comparada de la Facultad de Ciencias
(FC) de la UNAM.
Estas plantas, explicó, forman una especie
de costra que, de no existir, permitiría la entrada del agua
que se evaporaría con el calor, y al hacerlo, la estructura se
ensancharía y empujaría hasta ocasionar una fractura.
Su único punto en contra, reconoció,
es que generan una capa de humedad que favorece el crecimiento de otros
organismos, como semillas, musgos y otras plantas que penetran en los
muros y son capaces de fracturarlos.
En Teotihuacan, ejemplificó, un problema
muy serio son las hormigas, porque hacen galerías y los vegetales
que acarrean muchas veces generan hongos, que originan ácidos
que destruyen la piedra.
Formación de algas
El académico explicó que la humedad
relativa alta, las temperaturas elevadas y la insolación constante
en todo el año, son condiciones propicias para un desarrollo
masivo de algas, sobre todo en ambientes que están en contacto
con el aire. Por ello, estos crecimientos son más evidentes en
los monumentos arqueológicos.
En zonas como Calakmul (Campeche) o Chichén
Itzá (Yucatán), con un aporte de humedad proveniente de
la costa, brotan en abundancia, pero su desarrollo alcanza su grado
máximo en el periodo de lluvias. En Chiapas, en cambio, prácticamente
no existe una época de sequía, y su desarrollo es mayor,
agregó.
Si a ello se agrega que las construcciones
mayas de esta última zona fueron hechas con piedras calcáreas,
que ofrecen un sustrato alcalino –favorable para muchas especies
que rápidamente cubren las superficies y colonizan otras con
microambientes menos favorables–, el resultado es un mosaico multicolor,
que incluye varias tonalidades de verde (desde amarillentos hasta olivo
parduscos), naranjas, negros y grisáceos. Aquí, las principales
especies de algas son cianoprocariontes, clorofitas, y sólo algunas
diatomeas.
Alternativas
La experiencia de muchos años de los
conservadores ha confirmado que los métodos utilizados (biocidas,
recubrimientos y limpieza mecánica, entre otros) no son efectivos
para eliminar esas plantas a largo plazo, y generalmente afectan más
a la roca.
“En mi grupo de investigación
pensamos que la limpieza, como se ha hecho hasta ahora, es perjudicial
para el sustrato. Los biocidas o químicos matan todos esos organismos,
pero esto se deslava y va a dar al manto freático, es decir,
a las fuentes de agua, lo que puede generar intoxicaciones en la población”,
comentó.
En ocasiones, agregó, se limpia la piedra
con sistemas drásticos como cepillos o pistolas de agua, o con
aire a presión, y ese método rompe la superficie.
“Quizá sea el momento de cambiar
el enfoque: las algas pueden prevenir un desgaste mecánico de
las superficies y son parte de la biodiversidad; entonces, en vez de
eliminarlas es posible controlar su crecimiento con métodos dirigidos
a modificar las respuestas ecológicas y fisiológicas.
“Sólo las superficies en las que
exista una consideración de tipo estético y en las que
dificulten la observación de las estructuras (estucos y labrados)
es deseable su limpieza, pero en los edificios es posible mantener controlado
el crecimiento sin que se modifique la apreciación del conjunto
arquitectónico”, concluyó.
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