• La cirrosis es una de las 10 primeras causas de muerte en
hombres mexicanos, destacó Juan Miguel Abdo Francis, de la
FM de la UNAM
• Por su trabajo en este campo ingresó recientemente
a la Academia Nacional de Medicina como académico numerario
por el Departamento de Medicina en el área de Gastroenterología
La cirrosis complicada es una de las 10 primeras
causas de muerte en hombres mexicanos, y dentro de estas dificultades,
la encefalopatía hepática se puede presentar hasta en
70 por ciento de los pacientes, explicó Juan Miguel Abdo Francis,
profesor de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
El padecimiento genérico es ocasionado
por un cuadro de hepatitis por virus B o C, o una alta ingesta de alcohol.
Se trata de un proceso en el que el hígado se hace fibroso y,
por lo tanto, pierde la propiedad de eliminar muchos de los tóxicos
que consumimos o que se producen después de ingerir algún
alimento o bebida, explicó.
La situación de los cirróticos
se complica porque la sangre no puede pasar por el hígado en
forma adecuada; busca vías alternas y se va al esófago,
donde forma várices que pueden romperse. Entonces, ocasiona sangrado
de tubo digestivo alto y, en consecuencia, puede producir la muerte,
detalló el investigador, que recientemente ingresó a la
Academia Nacional de Medicina como académico numerario por el
Departamento de Medicina, en el área de Gastroenterología.
Otra complicación asociada ocurre si
la sangre del sistema portal que contiene sustancias como el amonio
no puede ser sometida a su proceso de metabolismo en el hígado,
y pasa a la circulación general, lo que deriva en encefalopatía
hepática, alertó.
Si bien existen muchos estudios en México
sobre qué es el también llamado “coma hepático”
y cómo se trata, ahora hemos encontrado una nueva área
para investigar, en lo que se denomina encefalopatía hepática
mínima (EHM). Se trata de un estado en la evolución de
la cirrosis en el que el paciente aparentemente está bien, pero
tiene encefalopatía que clínicamente no se puede diagnosticar,
subrayó.
En la literatura se especifica que entre el
30 y 70 por ciento de los cirróticos pueden padecerlo, y para
detectarlo con más precisión “empleamos un equipo
nuevo, que mediante un centelleo de luz intermitente permite determinar
en un momento dado si existe o no la encefalopatía mínima”,
explicó.
El diagnóstico convencional de la EHM
se realiza mediante la aplicación de Pruebas Psicométricas
(PES) o con la descripción de cambios electrofisiológicos
del electroencefalograma, que pueden ser poco específicos o muy
complejos, abundó el también integrante de la Academia
Mexicana de Cirugía.
Las PES evalúan el perfil neuropsicológico
y la prevalencia de déficit cognitivo en pacientes con cirrosis,
con énfasis en la detección de dominios frecuentemente
anormales en este grupo de enfermos, como son la atención y el
desempeño psicomotor, y se consideran la base del diagnóstico.
Sin embargo la edad, el grado de alfabetización y las enfermedades
concomitantes pueden alterarlas. La medición de la Frecuencia
Crítica de Centelleo (FCC) es una prueba propuesta por Kircheis
en 2002, como una manera instrumental de evaluar la EHM. En ese estudio,
la determinación de FCC demostró una sensibilidad y especificidad
cercana al 100 por ciento, definida con punto de corte de 39 hercios
(Hz).
Si el paciente tiene encefalopatía hepática,
le cuesta trabajo reconocer el centelleo en forma oportuna y el punto
de corte se eleva a más de 42 Hz, indicó.
Esta aplicación, refirió, constató
que la frecuencia con la que hallamos pacientes en nuestra población
es de 70 por ciento, aproximadamente, y que al proporcionar un tratamiento
(lactulosa o L-Ornitina L-Aspartame, conocido como LOLA) se demuestra
que los dos son buenos para la recuperación, con mejoría
significativa de las pruebas.
La cirrosis complicada es una de las 10 primeras
causas de muerte en población masculina; existe un grupo que
ha acaparado la atención de los médicos, y es la hepatitis
C asociada principalmente a transfusión.
“Llegan muchos casos de cirróticos
con ese antecedente. Entonces, para detectarlos hemos determinado que
quienes hayan recibido una transfusión de sangre antes de 1985,
deben ser sometidos a una prueba para saber si no tienen el virus o
daño hepático, e insistir en la difusión de los
daños que ocasiona el alcohol en el hígado”, puntualizó.
Actualmente, existen opciones de tratamiento,
que van desde medicamentos, dietas y hasta trasplantes, pero esta última
opción no es tan sencilla, porque hay gran cantidad de personas
en lista de espera y requiere de muchos recursos.
En el caso de la encefalopatía hepática,
recalcó, si se detecta a tiempo, se acorta el periodo de recuperación,
se logra mejor calidad de vida y las instituciones se benefician porque
en lugar de tener a un enfermo internado 11 días en situación
crítica, el tiempo se reduce a seis en promedio, “como
se demostró en publicaciones previas hechas por mi grupo de trabajo”.
Ingreso a la Academia
Abdo Francis es egresado de la FM de la UNAM,
donde también cursó el diplomado en Epidemiología
Clínica. Posteriormente, en el Hospital General de México
estudió las materias Clínicas, un curso de alta especialidad
en Endoscopía del Tubo Digestivo, y una especialidad en Gastroenterología;
realizó el internado de pregrado con mención honorífica
y se quedó a laborar en ese nosocomio, donde actualmente es director
General Adjunto Médico, y se instruye en el doctorado en Alta
Dirección.
La carrera de un médico tiene muchos
matices que abarcan asistencia, docencia e investigación. “Desde
1994 ingresé como profesor a la FM y he publicado más
de 70 artículos, 22 capítulos en textos de gastroenterología
y endoscopía, y ocho libros de la especialidad, con la fortuna
de poder llevar el nombre de la UNAM y del Hospital General a diferentes
foros nacionales y extranjeros”.
Fue presidente de la Asociación Mexicana
de Gastroenterología, de la Mexicana de Endoscopía, y
de la Interamericana de Endoscopía Digestiva; actualmente, es
vicepresidente del Consejo Mexicano de Gastroenterología.
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