• La Universidad adquirirá productos amigables con el
ambiente, desde papelería hasta vehículos de transporte
• Se busca demostrar que es posible modificar hábitos
de compra y así aminorar el daño progresivo que los
humanos provocamos en el ambiente
• Al sustituir 50 por ciento de papel bond que se usa en CU
por hojas recicladas, se evitará el derribo de 10 mil árboles
y el desperdicio de cuatro mil 102 metros cúbicos de agua
Con el desarrollo de la sociedad de consumo
aumentan los índices de contaminación ambiental, pues
el que un solo producto llegue al mercado significa que antes se talaron
infinidad de árboles, se extrajeron cientos de barriles de crudo,
se quemaron grandes cantidades de hidrocarburos o se vertieron sustancias
tóxicas a ríos y mares, entre muchas otras prácticas
nocivas.
El daño que causamos al planeta se ha
agravado con el paso de los siglos, de manera exponencial, pues si antes
un hombre medieval producía un kilogramo de deshechos anualmente,
hoy, el mexicano promedio genera uno por día, como señala
el más reciente Censo de Población y Vivienda.
Una posible solución a este problema
es generar tecnologías más eficientes, aunque se trata
de un proceso lento y costoso; otra alternativa, mucho más práctica
e inmediata, es modificar hábitos de consumo, justo lo que instrumentará
la UNAM en sus instalaciones.
El reto de ahorrar y atender a una comunidad
siempre creciente
Replantear costumbres no siempre es sencillo,
y para ello, la Universidad seguirá tres principios básicos
a la hora de planear cómo adquirirá productos.
Primero, consumirá un menor volumen
de bienes; segundo, preferirá artículos cuyo ciclo de
vida —es decir, producción, transporte y disposición
final— tenga impactos menores, y tercero, optará por bienes
que impliquen efectos sociales benéficos en la propia comunidad
(esto es, artículos fabricados en México).
Por un consumo responsable
Promover un “consumo responsable”
empieza por adoptar nuevos hábitos y practicarlos; por ello,
se aplicarán estos nuevos criterios a la hora de hacer adquisiciones,
especialmente en estos tres rubros:
Artículos, materiales y útiles
diversos, como los que se necesitan en las oficinas, para labores de
limpieza y en servicios de alimentación.
Materiales de mantenimiento para edificios
e instalaciones, principalmente lámparas fluorescentes, ahorradoras
de energía.
Equipo de transporte, es decir, vehículos.
Los que se adquieran deberán estar clasificados en categorías
de la A a la H, de la tabla de Ecovehículos, Indicadores de Eficiencia
Energética y Emisiones Vehiculares, del Instituto Nacional de
Ecología.
El problema de la papelería y cómo
salvar 10 mil árboles al año
Recientemente, se lanzó una campaña
contra la compañía Asia Pulp & Paper, considerada
la empresa papelera más destructiva del mundo, pues para elaborar
cartón y hojas para oficina devasta las selvas tropicales de
Indonesia y zonas de turberas, que además de ser grandes reservas
de carbono, son hábitat de especies amenazadas.
Este ejemplo de daño ambiental, quizá
es el más emblemático, se repite alrededor del orbe, en
mayor o menor escala, por lo que en la Universidad Nacional, a la hora
de comprar papel bond, fólders, sobres y carpetas, se observará
que las fibras del papel sean recicladas, naturales no derivadas de
madera, provenientes de bosques o plantaciones manejadas de forma sustentable
o, en su defecto, una mezcla de éstas. Además, se cuidará
que estén libres de cloro y laminados plásticos.
Tan sólo con la sustitución de,
al menos, el 50 por ciento del papel bond que se consume en Ciudad Universitaria
por hojas 100 por ciento recicladas, se dejarán de derribar aproximadamente
10 mil árboles al año y se ahorrarán cuatro mil
102 metros cúbicos de agua, requerida para la producción
de este insumo.
Por su parte, los lápices deberán
contar con la certificación FSC (Forest Stewardship Council),
aval de que la madera usada proviene de fuentes explotadas de manera
racional y responsable. Además, no deberán tener goma,
pintura ni barniz.
Dentro de los planes de la UNAM está
el que al menos la mitad de las 16.6 toneladas de sobres tamaño
carta que consume cada año, estén hechos con materiales
provenientes de fibras recicladas, lo que se traducirá en 141
árboles que no serán derribados y en 58.1 metros cúbicos
de agua que podrán ser destinados a otras actividades, como consumo
humano o riego.
Se procurará que al menos el 50 por
ciento de todos los artículos de papelería adquiridos
tenga estas características.
A limpiar la casa
Se sabe que tan sólo una gota de aceite
es capaz de contaminar decenas de litros de agua; que los detergentes
y sus tensoactivos son una amenaza para la vida acuática, y que
sus fosfatos promueven la aparición de algas a niveles tan alarmantes,
que pueden alterar para siempre el delicado equilibrio ecológico.
Por ello, en lo que respecta a detergentes líquidos para la limpieza
de pisos, oficinas, baños, ventanas, exteriores y muebles en
general, se optará por aquellos productos elaborados con base
de agua, en lugar de aceite, y por los que sean biodegradables, libres
de fosfatos y no corrosivos.
De esta manera, se colabora al aminorar procesos
agresivos al ambiente como la eutrofización de los cuerpos de
agua, que en casos extremos acaban con toda la vida acuática,
e incluso provocan reacciones no deseadas en el cuerpo humano.
Actualmente hay opciones mucho más amigables
con el entorno, por lo que una de las labores universitarias será
sustituir las viejas sustancias de limpieza por unas de menor impacto
ambiental, de preferencia por las que estén elaboradas a partir
de insumos naturales.
Además, en lo que respecta a empaques
de alimentos fabricados con unicel, éstos serán descartados.
Así, se evitará que 60 toneladas de este residuo, que
además tarda miles de años en degradarse, terminen en
rellenos sanitarios.
¡Hágase la luz!
Las nuevas alternativas de iluminación
consumen apenas una cuarta parte de lo que demandaban las convencionales.
Por ello, en países como Estados Unidos, a partir de enero de
2012, saldrán del mercado los focos tradicionales, y hay muchos
países que están por aplicar medidas similares.
En México, aunque ha habido programas para promover la sustitución
de focos convencionales por ahorradores, la transición ha sido
lenta. Por lo pronto, en la UNAM se cambiarán todas las bombillas
incandescentes por fluorescentes y se instalarán balastros más
eficientes.
Así, se atiende un gran problema, el
del abasto eléctrico, pues para generar las cantidades que demanda
una sociedad como la mexicana, es preciso quemar miles y miles de barriles
de petróleo.
Con la sustitución de al menos el 50
por ciento de las lámparas fluorescentes T12 que adquiere actualmente
la Universidad, por lámparas más eficientes, se contará
con un ahorro de 200 MW-h cada año, cantidad equivalente a la
requerida para iluminar durante dos meses la Facultad de Ciencias Políticas
y Sociales, o bien la energía que utilizan tres mil 921 mexicanos
cada día.
Transporte más limpio
La polución ocasionada por el parque
automotor es particularmente peligrosa, en especial para quienes habitan
en las ciudades, porque las emisiones de los vehículos contienen
monóxido de carbono, hidrocarburos y óxidos de nitrógeno
que son liberados a la atmósfera y forman el llamado smog oxidante
fotoquímico, cuya inhalación tiene serias repercusiones
para la salud humana.
Por ello, de ahora en adelante, si se trata
de equipos de transporte, los que se adquieran deberán estar
en las categorías de la A a la H de la tabla de Ecovehículos,
Indicadores de Eficiencia Energética y Emisiones Vehiculares,
sistema de evaluación que funciona así: a partir de ejes
cartesianos, en la línea de las abscisas se califica el desempeño
de los automotores en contaminantes al aire, mientras que en la de las
ordenadas, se mide la emisión de gases de efecto invernadero.
A partir de este sistema, se califica a los
vehículos y se les coloca en una retícula, según
su marca, modelo y año de fabricación. Aquellos que alcancen
del nivel A (el máximo sitial posible y actualmente vacante)
al K, se considera tienen un desempeño aceptable. Los que caen
en el rango de la L a la U, son los más agresivos con el aire
que respiramos.
Los beneficios de adquirir autos poco contaminantes
son, a decir del Instituto Nacional de Ecología, muchos, porque,
de entrada, un carro nuevo con una alta calificación en gases
de efecto invernadero genera ahorros considerables en el gasto de gasolina,
lo que ayuda no sólo al bolsillo del consumidor, sino que contribuye
a mitigar el calentamiento global.
Por otro lado, una máquina que arroje
menos contaminantes disminuye la merma en la calidad de aire, pues cuando
éste se encuentra sucio impacta en la salud: el óxido
de nitrógeno (NOx) y los compuestos orgánicos volátiles
contribuyen a la formación de ozono (O3)
en la atmósfera baja, sustancia que puede ocasionar inflamación
pulmonar, depresión del sistema inmunológico frente a
infecciones pulmonares, cambios agudos en la función, estructura
y metabolismo de éstos, y efectos sistémicos en órganos
blandos, como el hígado.
Crear una nueva cultura de consumo
Alrededor del mundo hay un creciente número
de universidades, corporaciones, agencias gubernamentales y otras instituciones
que revisan sus hábitos de compra e incorporan criterios ambientales
en todas sus fases de adquisiciones.
En México, es un tema que, aunque abordado
en distintas perspectivas e incluido en algunos lineamientos y discursos
gubernamentales o empresariales, en la práctica los patrones
de consumo en los sectores privado, público o el de la sociedad
civil, difícilmente incorpora la variable ambiental o social
en sus procesos de decisión en materia de adquisiciones.
Las instituciones públicas, las organizaciones
de la sociedad civil, los centros educativos y también las grandes
organizaciones del sector privado, al ser consumidores de mayor volumen,
tienen mayor responsabilidad de invertir en esfuerzos para transformar
sus hábitos de consumo en un círculo virtuoso que apoye
formas de producción que tomen en cuenta la variable ambiental,
económica y social en sus procesos.
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