• Las corrientes fluviales se forman de manera intermitente
y sólo acarrean agua cuando llueve, expuso Enrique Cantoral
Uriza, de la Facultad de Ciencias de la UNAM
Poner un freno a los asentamientos irregulares
ayudará a disminuir la contaminación de los ríos
capitalinos, ya que aportan un volumen significativo del agua potable
del DF, “y si no actuamos para conservarlos, enfrentaremos aún
más problemas de suministro”, advirtió Enrique Cantoral
Uriza, de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM campus Juriquilla.
El 70 por ciento del líquido consumido
en la urbe es local y el resto es traído de los sistemas Cutzamala
y Lerma, y de afluentes como el Magdalena. Al respecto, el académico
expuso que son pocos los caudales que quedan en la zona y, además,
éstos se forman intermitentemente, es decir, cuando llueve, aunque
este proceso se ve alterado al cambiar el uso de suelo. “Hemos
mermado la vegetación y sustituido áreas verdes por asentamientos
humanos irregulares, lo que no resulta un muy buen trueque”.
En los años 70 comenzaron a erigirse
estos asentamientos y, a la par, se creó alrededor de ellos un
aura de contaminación, pues los desechos que produce cualquier
poblado ensucian todo depósito acuífero cercano, y generan
problemas ambientales y de salud.
“Más del 50 por ciento del territorio
capitalino es zona de conservación; por tanto, debemos mantenerlo
como tal y evitar que los asentamiento humanos avancen, pues de otra
manera, éstos acabarán, irreparablemente, con un recurso
natural finito”.
Aquello que para los humanos representa un lapso largo, como el de una
presidencia, para la naturaleza resulta sumamente corto, por ello, cualquier
plan de reparación no debe plegarse a planes sexenales, sino
tener miras mucho más largas. “No podemos esperar que un
solo gobierno impulse el cambio, éste debe gestarse y continuar
a lo largo de varias administraciones, si deseamos que sea efectivo”.
Cualquier libro de historia constata que toda
civilización se ha desarrollado al amparo y cercanía de
las reservas hídricas. Entonces, ¿qué pasaría
de seguir a este ritmo la devastación de las zonas de conservación
defeñas? La respuesta es sencilla, “70 por ciento del líquido
que usamos disminuiría sensiblemente y deberíamos traer
más de otras cuencas, lo que expandirá esta afectación,
hoy local, a otras regiones del país”, expuso.
“Económica y energéticamente
resulta muy caro bombear líquido de Lerma o Cutzamala hacia la
Ciudad de México, por encontrarse a dos mil 200 metros sobre
el nivel del mar, por tanto, esto no representa una solución,
sino un grave error. Necesitamos recuperar estos sistemas y mantener
las zonas boscosas para captar líquido, ya que sin éste,
nuestro ambiente colapsaría”.
Río Magdalena
El Magdalena es uno de los pocos ríos
que siguen activos y mantienen un buen nivel ambiental en relación
con su zona de conservación. Ubicado en el Parque de los Dínamos,
puede observarse desde la parte alta de la Sierra de las Cruces hasta
llegar a los Viveros de Coyoacán, ya que su cauce comprende 21
kilómetros lineales (10 en territorios preservados y el resto
en espacios urbanos).
Ubicarse en un área de conservación
lo ha mantenido alejado de la presión urbana y su polución.
Sin embargo, el afluente se ensucia en cuanto entra en la zona metropolitana.
En 2007, la UNAM, a través del Programa
Universitario de Estudios de la Ciudad, ideó un plan de rescate
a solicitud del Gobierno del Distrito Federal. Se trató de un
proyecto multidisciplinario en el que se hicieron propuestas ambientales
y de ingeniería hidráulica y urbanística.
El trabajo busca mantener la zona de conservación,
limpiar el agua con plantas de tratamiento y levantar el río
hasta la superficie, es decir, devolverlo a su cauce. “Así,
se busca que los capitalinos tengan una idea de cómo era la vida
en sus márgenes hace 500 años, cuando estos afluentes
corrían hasta el gran lago de la Cuenca de México”.
El Magdalena sustenta a más de mil 200
especies, principalmente plantas, aves, algas y hongos. “Sabemos
que acoge a un buen número de anfibios, reptiles y mamíferos,
muchos de ellos en peligro de extinción, y que permite que en
el área crezcan tres tipos de bosques: en la parte alta hay pinos;
en la media, oyamel, y en la baja, encinos, variedades que sólo
se dan en el Eje Transmexicano.
“Toda esta vegetación y agua mantienen
al ecosistema y proporcionan importantes servicios ambientales, pues
capturan gran parte del ozono, aportan oxígeno a la cuenca en
la parte sur y retienen los contaminantes que vienen del norte. El rescate
del Magdalena es uno de los grandes retos que enfrentamos como ciudad”.
Origen endorreico
La Cuenca de México es de origen endorreico,
es decir, toda el agua generada no desemboca al mar; en vez de eso,
se queda y forma diversos cuerpos líquidos.
“De hecho, antes teníamos un gran
lago que iba de Xochimilco a Zumpango, que se nutría fluvialmente,
mientras que las corrientes generadas en la Sierra Nevada del Ajusco
y de las Cruces venían —y aún lo hacen— a
nutrir lagos y manantiales”, indicó.
Sin embargo, señaló, si pudiéramos
tomar una foto de cómo era el Valle de México hace cinco
siglos para compararlo con el de hoy, veríamos cuánto
ha cambiado. “Es una de las zonas que más se ha transformado
en el mundo en relación con sus recursos hídricos”.
Solución múltiple
La ingeniería ha jugado un papel importante
en el crecimiento y desarrollo del país; sin embargo, ésta
nunca se preocupó por lo ambiental.
La cultura de preservación llegó
tarde a México, apenas en los años 80, y aún seguimos
rezagados, pues aunque sabemos que en esta zona llueve mucho, no hay
métodos para recolectar el recurso.
“Por ello es preciso instrumentar una
visión conjunta y de largo plazo que busque mantener y ampliar
las zonas boscosas, resolver el problema de las vialidades, captar agua
pluvial en zonas verdes urbanas y controlar el crecimiento de los asentamientos
regulares. La solución ambiental capitalina, en términos
hídricos, está dispersa en ámbitos muy diversos
que, si pudiéramos hacerlos confluir, nos revelarían cómo
resolver el problema”, concluyó.
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