• Se trabaja particularmente con chicas, por ser más
susceptibles; con talleres interactivos y juegos de computadora, aprenden
a reconocer situaciones de riesgo, a desarrollar habilidades de rechazo,
a asumir un compromiso público de no fumar y a tomar conciencia
de cómo será su vida si deciden o no hacerlo
• En un estudio comparativo realizado en escuelas al sur de
la Ciudad de México, Nazira Calleja descubrió que en
las secundarias públicas hay más factores de riesgo
que en las privadas
“La brecha de género que existía
en cuanto al consumo de tabaco en la adolescencia se ha reducido; si
bien ahora hay casi tres hombres adultos fumadores por cada mujer, en
los adolescentes la proporción es de uno a una”, apuntó
Nazira Calleja, académica de la Facultad de Psicología
de la UNAM, quien aplica estrategias contra el tabaquismo, dirigidas
específicamente a jóvenes de la Ciudad de México.
La universitaria trabaja con programas de prevención
dirigidos a mujeres adolescentes, por ser más susceptibles al
tabaco y sus efectos. Con talleres interactivos y juegos de computadora,
aprenden a reconocer situaciones de riesgo, a desarrollar habilidades
de rechazo, a asumir un compromiso público de no fumar y a tomar
conciencia de cómo será su vida si deciden o no hacerlo.
Susceptibilidad tabáquica
La etapa inicial de la experimentación
con el cigarro puede comenzar en la infancia, pero en mayor medida en
la segunda década de la vida, si el individuo está expuesto
a factores de riesgo como los biológicos (pubertad temprana en
niñas).
Aunque también figuran los personales
(rebeldía, depresión, baja autoestima, anorexia, bulimia,
carencia de habilidades para enfrentar el estrés), familiares
(padres fumadores, permisividad en casa) y sociales (amigos fumadores,
presión social para el consumo y susceptibilidad a esa influencia).
Después de una amplia investigación
entre jóvenes mexicanos, Calleja llegó a un modelo de
“susceptibilidad tabáquica”, integrado por cuatro
factores de riesgo (creencia en los beneficios de fumar, rebeldía,
amigos fumadores y permisividad en el hogar) y dos de protección
(creencia en la propiedad adictiva del tabaco y supervisión de
los padres).
“En familias donde hay supervisión
paterna y se piensa que el tabaco es adictivo, la ‘susceptibilidad
tabáquica’ es menor. Pero en hogares donde se encienden
cigarros, el chico o la chica entiende que ésa es una norma,
y es más probable que lo hagan”, señaló.
Publicidad
En un estudio comparativo realizado en escuelas
al sur de la Ciudad de México, la universitaria descubrió
que en las secundarias públicas hay más factores de riesgo
que en las privadas.
“En las primeras, el 65 por ciento de
los muchachos entrevistados afirmaron que los maestros pueden fumar
en su escuela y 29 por ciento, que los alumnos pueden hacerlo; mientras,
en las privadas 31 y 11 por ciento, respectivamente, dijeron lo mismo.
En cuanto a una clara normatividad antitabáquica, el 52 por ciento
de los alumnos de las públicas, y el 64 por ciento de las privadas,
señalaron que ésta existe en su centro escolar”.
A esto se suma la publicidad de las empresas
en medios de comunicación y la presencia en las películas
de escenas respectivas.
“Ahora que en los países desarrollados
se deja de consumir tabaco por los controles, las compañías
(con una producción anual de cinco billones de cigarros) dirigen
sus baterías a los chicos de los países en vías
de desarrollo”, comentó Calleja.
Prevención
Ante el cuestionamiento de qué hacer
ante la limitada efectividad de los tratamientos, debido a que la nicotina
es una de las drogas más adictivas, la universitaria respondió
que la prevención en adolescentes es una estrategia fundamental.
Se les muestra cuáles son los efectos
a corto plazo de esta adicción (mal aliento, acné, irritación
de la garganta, dientes y dedos amarillentos, voz ronca, piel reseca
y arrugada, entre otros) y cómo las tabacaleras enfocan su publicidad
especialmente en mujeres.
Aunque se han obtenido resultados positivos
(las adolescentes han adquirido conocimientos, creencias distintas y
habilidades de rechazo a la presión social), aún son limitados;
hay que crear una estrategia integral que involucre a la familia y al
personal de las escuelas, para que los jóvenes puedan resistir
la presión de los nuevos grupos sociales al ingresar a la preparatoria.
A nivel macro
En opinión de Calleja, el combate al
tabaquismo requiere medidas de control a nivel macro en todas las escuelas
del país.
“Nuestros juegos de computadora podrían
llevarse a secundarias, incluso subirse a Internet. Asimismo, se podría
reforzar su efecto con talleres interactivos, que propician el contacto
interpersonal y la discusión de las creencias falsas respecto
al consumo en adolescentes”, afirmó.
Además, como fumar es una práctica
socialmente aceptada, debe cambiar el entorno social para desalentarla,
concluyó.
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