• Otorga la UNAM emeritazgo a este lexicólogo
del IIFL
Es un latinista eminente, traductor literario,
lexicólogo, etimólogo, editor crítico de textos
clásicos latinos y de documentos latinos escritos en México,
autor del primer diccionario latino-español hecho en nuestro
país y segundo en Latinoamérica, y en especial, experto
en la obra de Cicerón. Es Julio Pimentel Álvarez, designado
investigador emérito del Instituto de Investigaciones Filológicas
(IIFL).
Para él, “esto de las ideas, del
pensamiento, no tiene patria ni está limitado por el tiempo”.
Por eso, aquel orador y filósofo clásico, piensa y dice,
trasciende su época y su espacio. ¿Quién no ha
escuchado en alguna ocasión: “Errar es propio de cualquier
hombre, de ninguno, sino del necio, perseverar en el error”? (Cuiusvis
hominis est errare, nullius nisi insipientis in errore perseverare).
La frase es de Cicerón, está en uno de sus discursos políticos,
dijo el universitario.
Mucho de su pensamiento, aseguró, “anda
por ahí”. Se le encuentra en la antigüedad misma,
también en la Edad Media o el Renacimiento, en todas partes.
“Siempre ha sido uno de los autores antiguos romanos más
leídos, de los más comentados y hasta de los más
criticados”.
Desde que era un estudiante de bachillerato
y desde su ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras (1966)
se inclinó por ese autor. “Leía sus textos, me gusta
mucho su estilo, su manera de escribir; por algo se le considera uno
de los prosistas más grandes de todos los tiempos y es el gran
maestro de retórica, de oratoria”.
Pero de la obra de Cicerón, a Julio
Pimentel no sólo le gusta cómo está escrita, sino
lo que está escrito, y califica sus discursos como bellísimos
y de interés aún fuera del ámbito de la literatura,
pues para la historia y la política, también son ilustrativos.
“Me agradan sus cartas, de estilo simple,
pero informativas de la época y, sobre todo, me gustan sus Tratados
Filosóficos por su contenido”, insistió.
Pimentel Álvarez estudió la licenciatura
en Letras Clásicas, y se decidió por ella, porque antes
había estudiado latín y griego, y desde entonces, le gustaron
ambas lenguas, pero de forma principal la latina.
En 1968 fue invitado por la Coordinación
de Humanidades, aunque no sabe cómo o por qué, a tomar
el Pre-seminario de traducción latina, el cual, por supuesto,
cursó. Así, sin concluir la carrera, recibió el
nombramiento de “investigador a contrato”, que debía
renovar cada año.
En esa época, conoció al humanista
Rubén Bonifaz Nuño, quien lo acogió como a su hijo
académico. “Asesoró mis tesis de licenciatura, maestría
y doctorado, y poco a poco, avancé”.
Con la licenciatura concluida recibió
el nombramiento de medio tiempo, y poco después, el de tiempo
completo. “Por años, el maestro Bonifaz fue mi asesor como
investigador, aprendí de él y le debo mucho; siempre me
estimuló”. Pero llegó el momento en que su mentor
le dijo que era tiempo de emprender el vuelo solo, y “me mandó
a volar”, según recordó.
Ya antes, había comenzado a dar clases
en la Escuela Nacional Preparatoria. Ocurrió el mismo día
que ingresó a la Facultad como alumno. “Pensaron que era
apto para enseñar auque no tuviera el título. Era bastante
joven”. Luego fue docente en el Colegio de Ciencias y Humanidades,
desde los inicios de esa entidad.
Después, gracias a Bonifaz Nuño
entró a la Facultad a impartir cátedra y, “desde
entonces, estoy ahí y en el Instituto de Investigaciones Filológicas;
en 1985, obtuve nombramiento de investigador Titular C de Tiempo Completo”.
Aunque por aquellas épocas disfrutaba
tanto de la investigación como de la docencia, en los últimos
años prefiere lo primero por razones de salud. No obstante, a
pesar del cansancio continúa con las enseñanzas del latín.
El emérito consideró que la actual
es una época de crisis en ciertas áreas, y que se le da
mucha importancia a la tecnología; alguien es importante según
lo material (no las ideas) que produzca. Y así se han sofocado
las letras clásicas y, en general, las humanidades.
Sin embargo, dijo, noto una especie de renacimiento,
porque los pensamientos, que mueven al mundo, se “defienden”.
En la actualidad, trabaja en dos proyectos:
una obra de Cicerón llamada Las leyes, como siempre, con un estudio
introductorio, una edición crítica del texto latino, traducción
y notas, que podría concluir este año.
Y la Retórica Cristiana (Italia,
1579) de Diego Valadés, misionero franciscano en la Nueva España,
formado en tierras mexicanas, donde se ordenó sacerdote y varios
años después fue enviado a Roma; aquí, escribió
ese libro para contribuir a la educación de nuevos misioneros:
les dice qué deben saber y, a su vez, cómo enseñarlo.
Por último, dijo que ser nombrado emérito
de la UNAM “es un honor muy grande, que valoro, que aprecio mucho.
Lo siento como una ocasión para refrendar mis sentimientos de
gratitud hacia una institución que me ha dado muchísimo”.
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