• Octavio Esparza Olguín, de la maestría en Estudios
Mesoamericanos de la UNAM, dijo que, hasta el momento, sólo
se han reportado 25 asentamientos con vestigios de este tipo en toda
la zona maya
• Cuenta con más de 100 bloques de inscripciones acerca
de las cuestiones dinásticas del sitio, e incluye una lista
de sus señores o gobernantes
Un grupo de arqueólogos, en el que participó
Octavio Esparza Olguín, de la maestría en Estudios Mesoamericanos
de la UNAM, descubrió una escalera jeroglífica en la zona
arqueológica de El Palmar, al sur de Campeche, de las que hasta
el momento sólo se han reportado alrededor de 25 asentamientos
con vestigios de este tipo en toda la zona maya.
El hallazgo, considerado espectacular por el
universitario, cuenta con aproximadamente 105 bloques de inscripciones
jeroglíficas que registran una historia amplia del sitio, en
torno a sus cuestiones dinásticas, e incluye una lista de sus
señores o gobernantes.
Esparza Olguín reveló que, a
diferencia de la mayoría de las escaleras que se ubican en otras
áreas de esta cultura, reportadas en las zonas monumentales,
junto a los edificios más grandes, la de El Palmar se localiza
en un grupo secundario o periférico pequeño, a un kilómetro
del núcleo del asentamiento, “lo que la hace más
sorprendente”.
También documentan contactos entre esta
ciudad con otros sitios mayas importantes como Copán, en Honduras,
que albergó una dinastía muy poderosa, pero que está
muy alejado de El Palmar, y Calakmul, en el sureste de Campeche.
Se conoce que hubo grupos de elite dentro de
esta ciudad que no residían en la región núcleo,
sino que se ubicaban en otras partes del asentamiento, más lejos.
No obstante, por tener cierto contacto con el linaje, sobre todo de
parentesco, los gobernantes les hacían monumentos espectaculares,
explicó Octavio Esparza.
El sitio donde se localizó la escalera,
añadió, puede ser que se tratara de un espacio que albergó
a señores del mismo linaje del gobernante, que residían
en grupos arquitectónicos más alejados, pero que no por
eso, dejaban de ser importantes. Esa estructura podría ser una
especie de regalo u obsequio de la elite de poder hacia alguna jerarquía
subordinada que estuviera en la periferia.
El monumento en el que se ubica es de 10 metros
de largo, por 10 de ancho y tres de altura, “lo que también
es raro, porque es una estructura pequeña; sus dimensiones no
son espectaculares como en otros casos, pero es una escalinata que está
completamente en orden; las secuencias son lógicas y no fueron
removidas de otro lado”, sostuvo.
El maestrante en el Programa de Posgrado en
Estudios Mesoamericanos, del Instituto de Investigaciones Filológicas
y de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, recalcó
que el estado de conservación es variado. Hay bloques de seis
hiladas o hileras de piedra; las primeras cuatro, se mantienen bien,
o al menos en forma regular, y la situación de las dos últimas,
que estaban más expuestas, es de deterioro.
Hay fragmentos de la inscripción imposibles
de restituir o ver. Aún así, algunas de ellas todavía
muestran pequeñas partes, útiles para determinar cómo
pudo ser la secuencia original de esas dos hileras, admitió Esparza
Olguín.
No obstante, el especialista reconoció
que el descubrimiento fue fortuito. En realidad, el dueño de
una de las parcelas donde se localiza avisó que había
encontrado unos “pedazos” o “banquitos de piedra que
tenían como dibujos o cositas”. “Fuimos a ver de
qué se trataba y descubrimos que eran los bloques de una escalera
jeroglífica”, apuntó.
“Fue algo indescriptible, porque nunca
nos esperamos este tipo de monumento. Es una alegría enorme porque
es una estructura que difícilmente se puede encontrar, pero el
hecho de que me haya tocado vivir el momento desde que se descubrió,
la exploración, hasta la investigación, ha sido increíble”,
consideró.
En este trabajo también colaboró
Vania Pérez, estudiante del mismo programa de posgrado; Kenichiro
Tsukamoto, director del proyecto y arqueólogo que realiza su
doctorado en la Universidad de Arizona, y Javier López Camacho,
codirector y profesor de la Escuela Nacional de Antropología
e Historia, entre otros.
Décadas en la oscuridad
El Palmar es una zona conocida desde 1936,
y la registró Eric Thompson, mayista inglés. Desde entonces,
se decía que era un área importante, porque contaba con
ruinas grandes y una cantidad importante de monumentos. Sin embargo,
Thompson estuvo ahí sólo un par de semanas.
Posteriormente, el arqueólogo Carlos
Brokmann realizó una temporada de campo en El Palmar, que se
extendió de diciembre de 1996 a marzo de 1997. En ese periodo,
implementó trabajos de prospección y excavación.
Finalmente, por iniciativa de Kenichiro Tsukamoto
se inició este proyecto e invito a Octavio Esparza y otros colegas
a colaborar en él. La primera temporada de campo se efectuó
en 2007, desde entonces, se labora en la zona, cerca de otras importantes
como Calakmul y Uxul, concluyó.
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