• Se ha hallado una relación directa de este conjunto
de síntomas con alteraciones de las hormonas progesterona y
estradiol, y de otras sustancias químicas que maneja el cerebro
• Para combatirlo se recomienda recibir, primero, un tratamiento
farmacológico y, posteriormente, una terapia psicológica
El síndrome premenstrual y la ansiedad
son dos padecimientos vinculados, pero no son reconocidos en el ámbito
laboral ni familiar.
Además, el primero no está tipificado
dentro de las afecciones establecidas por la legislación laboral,
y hace 20 años, ni siquiera era considerada una enfermedad; se
veía más como un conjunto de síntomas exagerados
por las mujeres.
“La familia y las parejas tenían
la falsa idea de que ellas no experimentaban malestares relacionados
con su periodo menstrual”, indicó José Luis Díaz
Meza, investigador del Departamento de Psicofisiología de la
Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
En la actualidad, ambos son investigados desde
los puntos de vista clínico y terapéutico para entender
su origen, encontrar un tratamiento y erradicar los mitos que se han
formado a su alrededor.
Se conforma por una serie de indicios físicos,
de comportamiento y/o emocionales, que tienden a aparecer en la segunda
mitad del ciclo menstrual (14 días o más contados a partir
del primer día después del último de flujo) y desaparecen
de cuatro a siete días después del término del
periodo menstrual (durante la primera mitad del ciclo menstrual). Si
se combinan y se les suma el tiempo, la cantidad y la frecuencia, puede
hablarse de una enfermedad.
“Es una alteración orgánica
con una base biológica, de manera que los estudios al respecto
buscan un factor que ayude a las mujeres a mejorar su estado y, por
consiguiente, su calidad de vida, lo que repercutirá favorablemente
en los ámbitos familiar, laboral y escolar, entre otros”,
dijo Díaz Meza.
De acuerdo con el universitario, se ha hallado
una conexión directa de este síndrome con alteraciones
de las hormonas progesterona y estradiol, y de otras sustancias químicas
que maneja el cerebro.
En cuanto a la ansiedad, se le asocia a una
molécula de éste último, que además de reconocer
la progesterona y estradiol, identifica un neurotransmisor llamado GABA
(uno de los principales inhibidores cerebrales).
“El vínculo entre el síndrome
premenstrual y la ansiedad también modula otros neurotransmisores,
como la serotonina, a la que se le relaciona con los cuadros depresivos”,
precisó.
Ansiedad y depresión
Se estima que afecta entre 70 y 80 por ciento
de las mujeres en sus años fértiles; algunas padecen a
tal grado, que se ven imposibilitadas de realizar sus actividades cotidianas
con normalidad.
Incluso, algunas llegan al hospital y son tratadas
con analgésicos extremadamente fuertes; otras pueden presentar
trastornos emocionales como angustia, fobias, ansiedad y depresión;
éstos dos últimos se presentan casi en paralelo con el
síndrome, añadió.
“Hace años, se suponía
que era más frecuente la presencia del padecimiento con depresión,
pero en la actualidad, con diagnósticos más precisos,
se puede concluir que es más ordinaria la relación síndrome
premenstrual-ansiedad. Los últimos reportes indican que sufren
con mayor frecuencia cuadros de ansiedad, seguidos de depresión,
y no al revés”, aclaró.
Según el universitario, si a un cuadro
de ansiedad se le añade uno de angustia (respuestas fisiológicas
a estímulos orgánicos o ambientales que ayudan a enfrentar
un problema o situación de cierto riesgo, como incremento en
la frecuencia cardiaca, temblores o sacudidas, falta de aliento, miedo
pavoroso o terror, sofocación y alteraciones gastrointestinales,
entre otras), puede entenderse que muchas entren en un proceso discapacitante.
Ayuda médica y psicológica
Para enfrentar el binomio, Díaz Meza
recomienda consultar a un especialista que les prescriba un tratamiento
farmacológico y, posteriormente, una terapia psicológica
para aprender técnicas de relajación y confrontación.
La más utilizada es la cognitivo-conductual,
en la que se enseña a reflexionar sobre las situaciones que causan
angustia; otras, la racional emotiva y la breve.
Algunas prefieren la medicina alternativa,
pero ésta no ha demostrado sus efectos terapéuticos. No
obstante, concluyó, lo más aconsejable es seguir un tratamiento
farmacológico, unido a una terapia psicológica.
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