Boletín UNAM-DGCS-202
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 5 de abril de 2011

 


EL “AGUA DULCE” NO ES TAL, SINO DE ESCASO CONTENIDO MINERAL


• El líquido del que dependemos para vivir no tiene azúcar, y es destilado por el ciclo hidrológico, que retira sales al agua marina, explicó Gloria Vilaclara Fatjó, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM
• Mientras el agua salada tiene una composición muy homogénea, la otra posee notables variantes en su composición química, que se ven alteradas por la contaminación humana

El “agua dulce”, de la que dependemos los humanos para vivir, no es tal, sino de escaso contenido mineral, explicó la investigadora Gloria Vilaclara Fatjó, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM. No contiene azúcar, sino una combinación distinta y mucho más heterogénea que la salada, precisó la especialista, quien aclaró que la llamada en inglés freshwater (agua fresca) se conoce en español como dulce. Porcentaje mínimo La Tierra debería llamarse agua, pues tres cuartas partes del planeta están cubiertos por ella,con una preponderancia en el hemisferio sur, detalló en la conferencia Las aguas dulces… ¿son tan dulces?, ofrecida en el ICML.

El globo terráqueo se divide en cuatro grandes grupos: atmósfera, biósfera, geósfera e hidrósfera. En esta última, se concentran un millón 350 mil kilómetros cuadrados de agua. De este enorme volumen, el 97.5 por ciento se encuentra en los océanos y es agua salada. “Más o menos un tres por ciento está en otro tipo que puede ser salada también. La que consumimos proviene de un volumen sumamente pequeño del planeta. Solo el 2.5 por ciento es dulce (freshwater), la que nos interesa para sobrevivir, y está en los continentes. Un 0.01 por ciento está en áreas superficiales y atmosféricas, que utilizamos en actividades domésticas, agrícolas e industriales”, precisó. El 2.5 por ciento del agua del planeta tiene una distribución desigual. Se concentra 90 por ciento en los casquetes polares, los glaciares y las masas de hielo. La dulce está en ríos, lagos, manantiales, lagunas y cascadas. De esa pequeña proporción somos dependientes para sobrevivir, destacó. El agua dulce que tenemos en los continentes proviene del mar, pero se modifica durante el ciclo hidrológico.

En los océanos llueve menos de lo que se evapora. Esa diferencia entre lo que llueve y se evapora equivale a 40 mil kilómetros cúbicos que anualmente van a los continentes donde, a la vez, es mayor la precipitación a lo que se volatiliza. Existe una diferencia neta de 40 mil kilómetros cúbicos que regresan al mar. “Ese vapor de agua dejó la sal en el mar, se evapora agua pura, que es la que manda el océano hacia los continentes. Ahí entra a las cuencas y comienza a adquirir iones de las rocas”, explicó. En el momento en el que llega a los continentes agua del mar, de lluvia, se precipita y, o bien corre en la superficie o se infiltra, empapa humedales y llega a los lagos.

Existen tres procesos que caracterizan a la dulce: la composición de la cuenca geológica (que le da las características iónicas de esa particularidad), el clima local dominante, pues importa qué tanto llueva y qué tanto se evapore y el equilibrio entre ambos procesos; y la influencia antrópica, es decir, asociada con la actividad humana. La composición química de los flujos continentales depende esencialmente del clima y de la integración geológica de las rocas con las que se asocia. Por ello, esa integración es tan variable, por ejemplo, entre un lago y otro. “A mayor temperatura hay mayor tendencia a la evaporación.

Los lagos más dulces o poco mineralizados están dominados por el dióxido de carbono (CO2) atmosférico”, aclaró. Mientras el agua marina es rica en sodio, la continental lo es en bicarbonato y calcio, mientras su cantidad de salinidad es variable. “Esta característica del agua dulce es de 0.1 gramos por kilogramo de sodio, en tanto, la salada es de 35 gramos por kilogramo de sodio, en promedio”, precisó. La investigadora, quien es coordinadora del Posgrado en Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, destacó que aunque la dulce no desaparecerá del planeta, los humanos aceleramos procesos. “Si no se acaba el agua dulce, sí podemos contaminarla a tal grado que deje de ser útil para nosotros”, advirtió.

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