• No queremos matar a todos los mosquitos (transmisores de la
enfermedad), más bien, vacunarlos para que sean resistentes
a la infección por el parásito, dijo Lourival D. Possani,
del Instituto de Biotecnología
Para impedir que el parásito causante
del paludismo (Plasmodium) se desarrolle en los mosquitos transmisores
del mal, el investigador Lourival D. Possani, del Departamento de Medicina
Molecular y Bioprocesos del Instituto de Biotecnología (IBt)
de la UNAM, con sede en Cuernavaca, impulsa una novedosa idea en su
laboratorio.
Las poblaciones en países tropicales
y sub-tropicales sufren un grave problema de salud pública debido
a parásitos y virus transferidos por esos insectos, y causan
dos tipos principales de enfermedades: paludismo y dengue, explicó
el científico.
Si bien hubo un periodo en que ciertos fármacos
empleados en medicina podían ayudar a disminuir la intensidad
del padecimiento, como el caso de ciertos derivados de cloroquina, en
África y Asia, ya existen Plasmodium resistentes.
Los casos en México, sobre todo en la
frontera sur, aún no son reacios al tratamiento, pero la ocurrencia
de los mismos es de, aproximadamente, dos mil al año.
La meta es obtener nuevas drogas o estrategias
capaces de impedir su diseminación. Se puede hacer a tres niveles:
con el rociado de insecticidas; directamente en el humano, con el uso
de las cloroquinas o derivados, o en el insecto, vector del mal.
El rociado del ambiente, aclaró, implica
problemas ecológicos, además de ser costoso. El tratamiento
de personas infectadas, con drogas químicas, es un paliativo
que no impide la diseminación del padecimiento.
La última estrategia, que el grupo de
investigación considera la más inteligente, es utilizar
un sistema que impida la propagación del parásito directamente
en el vector. “No queremos matar a todos los mosquitos, más
bien, vacunarlos para que sean resistentes a la infección”.
Ese concepto surgió al descubrir que
algunos péptidos presentes en el veneno de algunos alacranes,
como la escorpina, son capaces de controlar las fases esporogónicas
del Plasmodium, relató el experto.
El proyecto fue financiado inicialmente por
la Fundación Gates. El donativo, que ha apoyado al grupo de Possani
y de Enrique Reynaud, del IBt, y Humberto Lanz, del Instituto Nacional
de Salud Pública, ha servido para estudiar y desarrollar un mecanismo
capaz de introducir estos péptidos en la hemolinfa de los insectos
para que, de manera natural, se tornen resistentes; con ello, se espera
acortar el ciclo de vida del parásito.
Por ahora, el equipo de científicos
mexicanos estudia los eventos moleculares que ocurren entre los péptidos
con acción antipalúdica y sus posibles moléculas
receptoras; mediante ingeniería genética, se pretende
obtener cepas de mosquitos más tolerantes.
La idea es que los péptidos del veneno
de los alacranes, cuyo efecto nocivo en humanos se debe a la modificación
del funcionamiento de moléculas que actúan como canales
iónicos, mediante el control de permeabilidad de las membranas
de las células, puedan actuar al impedir el funcionamiento del
mismo tipo de moléculas en el Plasmodium.
La ventaja descubierta fue que los péptidos
son específicos para los distintos tipos celulares, de tal forma
que los que afectan a las personas no son los mismos que dañan
a los organismos que sirven de alimento para los alacranes.
Estos arácnidos tienen toxinas específicas
tanto para los animales de los que se alimentan, como cucarachas, larvas
y otros invertebrados inferiores, como en contra de los que se defienden,
como los humanos.
La escorpina, explicó Possani, no es
peligrosa para nosotros, pero causa problemas al parásito Plasmodium.
Además “hemos encontrado otros péptidos que
tienen función parecida”.
El donativo se ha terminado y ahora es necesario
que los organismos financiadores continúen con el apoyo a este
grupo multidisciplinario. Los resultados obtenidos son prometedores,
pero necesitan continuidad, finalizó el universitario.
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