• En las centrales no se ha
visto comprometida la integridad del combustible nuclear, afirmó
Benjamín Ruiz Loyola, académico de la Facultad de
Química de la UNAM
• Además, aclaró, en ningún reactor del
mundo donde haya un percance, se podría registrar una explosión
similar a la de una bomba atómica
En las tres plantas nucleares japonesas que
han presentado problemas a raíz del terremoto de nueve grados
en la escala de Richter y el posterior tsunami, no se ha visto
comprometida la integridad del combustible nuclear, afirmó Benjamín
Ruiz Loyola, académico de la Facultad de Química (FQ)
de la UNAM.
Hasta el momento, las posibilidades de que
aumente la presión y el calor hasta el grado de derretir los
muros de concreto donde se resguarda el combustible, y que éste
se disperse al ambiente, como ocurrió en el accidente nuclear
de 1986 en Chernóbil, Ucrania, son bajas, sostuvo.
Por ahora debemos estar atentos, pero no debe
cundir el pánico, sostuvo el experto, quien fuera inspector de
armas químicas de la Organización de las Naciones Unidas
en Irak.
En las plantas, explicó, se ha visto
un sobrecalentamiento debido a la falla de los sistemas de enfriamiento,
derivada de la falta de energía eléctrica. Existen sistemas
de respaldo y líneas externas de suministro, pero el sismo y
el tsunami fueron tan devastadores, que todo ha tenido averías,
y los equipos portátiles utilizados no han sido suficientes.
En una central nuclear como la de Fukushima
–que tiene dos complejos, uno, con seis reactores, y otro, con
cuatro–, se calienta agua con el combustible nuclear para convertirla
en vapor, que pasa a través de tuberías para que mueva
una turbina conectada a un generador, donde se produce la energía
eléctrica, explicó Ruiz Loyola.
Tras ese proceso, el vapor se condensa y enfría
para hacerlo líquido y así vuelva a comenzar el ciclo.
Si fallan los sistemas de enfriamiento, el agua sigue en estado de vapor
y aumenta la presión, como en una olla exprés.
Pero, aclaró, en ningún reactor
del mundo donde haya un accidente se podría registrar una explosión
similar a la de una bomba atómica. Para ello, se requiere una
masa crítica o “compactar” el combustible nuclear,
uranio por ejemplo, y que éste sea enriquecido por arriba de
92 por ciento; en cambio, una central nucleoeléctrica trabaja
con material enriquecido al ocho ó 10 por ciento.
El riesgo, aclaró, es la fuga de material;
si se funden las llamadas “lentejas” de combustible, algunas
partes podrían ser arrastradas por el vapor que sale para aliviar
la presión.
“Posiblemente eso ha dado lugar a que
se tenga radiación cerca de la planta. En un momento determinado,
se incrementó la radioactividad, pero después se diluyó
arrastrada por el viento. Fue una cantidad tan pequeña que rápidamente
se dispersó”. No obstante, sí pudo causar afectaciones
en personas expuestas, consideró.
Se ha dicho que llegó a existir mil
veces la cantidad permitida de radiación, “pero es exagerado.
Sí se ha detectado un aumento de la radiación en los alrededores
de las plantas, pero se dejó de registrar porque se dispersó”.
A los afectados se les mide la cantidad de
radiación que hayan podido absorber y se procede a descontaminarlos.
Empero, reconoció, en el futuro sí podrían presentar
problemas de salud.
Además, el yodo radioactivo se incorpora
rápidamente a la cadena metabólica, llega a la tiroides
y puede derivar en cáncer; para prevenir daños se distribuye
yodo entre la población más cercana a las centrales.
En tanto, la evacuación en un radio
de 20 kilómetros a la redonda de la planta de Fukushima no implica
que un accidente sea inminente, sino una estrategia para garantizar
la salud de las personas y prevenir que pudiera ocurrir una situación
más grave.
Por el momento, sigue el nivel 4 de la Escala
Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicas, es decir,
de accidente mediano con consecuencias locales; a pesar de los comentarios
de autoridades francesas que insisten en que el nivel debe ser más
alto, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA)
no se ha manifestado en contra de la clasificación japonesa.
Benjamín Ruiz aclaró que las
explosiones registradas hasta ahora han sido en edificios de contención,
no en el corazón del reactor. Es como si estuviera guardado en
una caja dentro de otra, y se destruyera la de afuera; aún así,
sigue protegido.
El experto opinó que se toman las precauciones
para que, en caso de una fuga de mayor importancia, los daños
a la salud sean menores. “Si el poco material radioactivo que
se ha fugado ha sido arrastrado por los vientos hacia el mar, podríamos
encontrar cardúmenes de peces contaminados; por ello, debe haber
un seguimiento, pero no alarmarse de más”, reiteró.
-o0o-