• De color azul turquesa, a
base de litio y titanio, y amigable con el ambiente, es útil
para plásticos, vidrio, tintas para impresoras e, incluso,
cosméticos, dijo Ana Leticia Fernández Osorio, de
la FES Cuautitlán
• Presenta otras ventajas respecto a los convencionales: es
homogéneo y se dispersa mejor sobre cualquier superficie
Un nanopigmento azul turquesa, a base de litio
y titanio –no tóxico–, amigable con el ambiente y
con la salud humana, útil para plásticos, vidrio, tintas
impresoras e, incluso, cosméticos, y que además tiene
un mejor desempeño que los pigmentos convencionales que contienen
partículas más grandes, de micras, es desarrollado por
un equipo de trabajo de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán
de la UNAM, encabezado por Ana Leticia Fernández Osorio.
Por el tamaño de sus partículas,
menores a 10 nanómetros (mil millonésimas de partes de
metro ó 10 a la potencia menos nueve m), es muy homogéneo
y se dispersa mejor sobre cualquier superficie. También, se requiere
en menor cantidad para impartir color a un medio, sea que se integre
a un material o se emplee junto con un esmalte.
La universitaria recordó que a partir
del año 2000 comenzó a trabajar con nanopartículas,
y para 2003, obtuvo las primeras síntesis de óxidos metálicos.
“Quisimos darles una aplicación y, por ello, comenzamos
a estudiar sus propiedades ópticas”.
A pesar de su pequeñísimo tamaño,
las nanopartículas –de entre uno y 100 nanómetros
(nm)- desarrollan un área superficial muy grande, que químicamente
es muy reactiva. Al principio, las que obtuvo Fernández Osorio
eran de 20 y 30 nm; posteriormente, utilizó el método
sol-gel, con solventes orgánicos, hasta alcanzar dimensiones
menores a 10 nm, donde se observan cambios drásticos en el color
y otras características ópticas.
“Las propiedades de los materiales se
transforman si se encuentran en esas dimensiones”, aclaró.
En este caso, lo más evidente fue el cambio de color, es decir,
se presentaron modificaciones en las condiciones ópticas, y aplicarlas
en nanopigmentos resultaba muy atractivo.
Un pigmento generalmente no se disuelve en
el medio en el que se aplica, debe presentar una buena estabilidad térmica,
así como ser resistente a ambientes agresivos (ácidos
y alcalinos).
El nanopigmento azul turquesa desarrollado
por los universitarios muestra esa estabilidad hasta los mil 100 grados
centígrados y presenta un mejor desempeño como pigmento,
comparado con los comerciales, cuyos tamaños de partículas
son del orden de entre 10-30 micrómetros, explicó.
Se preparó por medio del método
de sol-gel en solventes orgánicos, que utiliza el butóxido
de titanio (líquido) y acetato de litio (sólido) como
precursores; “mezclamos los dos y con la alteración del
pH de la solución, se forma un gel blanco que se seca a temperatura
ambiente, para después llevarlo a 600 grados, de lo que se obtiene
un óxido de litio-titanio azul turquesa”.
Este nanopigmento no existía en ese
tono ni en tal composición química, por lo que este proyecto,
que inicialmente era parte de la tesis de licenciatura de Marco Polo
Jiménez Segura, está en proceso de patente con la colaboración
de la Coordinación de Innovación y Desarrollo de la UNAM.
Con el apoyo de sus estudiantes, los trabajos
de Fernández Osorio continúan para lograr nuevos pigmentos
inorgánicos, y como resultado figura la obtención de un
nanopigmento de vanadato de bismuto, del que existe una versión
en tamaño de micras, con nuevas propiedades y que no se decolora,
a diferencia del convencional.
Asimismo, desarrollaron otro nanopigmento a
base de cobalto, el primero que no es azul, sino rosa. Ahora reciben
financiamiento del Programa de Apoyo a Proyectos para la Innovación
y Mejoramiento de la Enseñanza (PAPIME).
La académica comentó que también
se ha considerado un acercamiento con la industria, porque es ese segmento
el que dirige los productos al mercado con mayor demanda, y “hacia
ahí hay que ir”, finalizó.
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