Después de más de
dos meses a 700 metros bajo tierra, la comunicación
que mantuvieron con sus familias y la ilusión de reunirse
con sus seres queridos fueron esenciales para que los 33 hombres
atrapados en la mina San José, al norte de Chile, mantuvieran
la salud, tanto física como mental, indicó Jorge
Álvarez Martínez, especialista en intervención
en crisis de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
Sin embargo, en experiencias extremas se ha observado
que alrededor del 20 por ciento, eventualmente, presentará
trastornos de estrés postraumático.
Rutinas y actividades para no caer en desesperanza
fueron útiles. Entre ellos se daban ánimos
y se ayudaban. En el momento en que un minero entraba en
crisis, sus compañeros le servían de soporte,
refirió.
El encierro, agregó, es abrumador, y más
a tantos metros bajo tierra, con poco oxígeno y con
poca luz; aunque ellos se las ingeniaron para alumbrarse
con sus mismos instrumentos, esta luminosidad no fue suficiente.
De hecho, subrayó, los 33 hombres sabían que
estaban en una condición precaria y con posibilidades
no muy ciertas de salir.
Además, comentó, desde el 5 de agosto,
fecha en que se produjo el derrumbe de más de 700
mil toneladas de roca, las cartas que intercambiaban y la
comunicación posterior que mantuvieron con sus familias
vía videoconferencias, los ayudó a sobrevivir.
Tras analizar situaciones similares, se puede decir
que el caso de Chile fue distinto. Los familiares se mantuvieron
ilusionados con la idea de verlos salir.
No todos reaccionarán igual
El especialista de la FP, destacó que cada
minero reaccionará en forma distinta. Unos saldrán
eufóricos y agradecidos de seguir con vida; sin embargo,
otros podrían deprimirse y no sentirse tan contentos
al ser rescatados.
Incluso, aclaró, es muy factible que muchos
presenten secuelas de trastorno de estrés postraumático,
es decir, consecuencias de la exposición a una situación
extrema. “Sin embargo, es algo que no se puede diagnosticar
hasta valorar su comportamiento ya en libertad”.
Una persona puede padecer este trastorno tras sufrir
un asalto violento, un secuestro exprés o tras un
desastre natural. En todas estas experiencias hay una situación
de sorpresa que rebasa la capacidad emocional de respuesta
del individuo, señaló.
Todo aquel que se expone a una situación
extrema desarrolla un trauma, pero la manera de enfrentarlo
hace la diferencia, pues el fenómeno limita a las
personas para resolver racionalmente su vida y desenvolverse
en su núcleo familiar, laboral o en aspectos sociales.
“Quienes se vean en esta circunstancia requerirán
atención especial”.
Álvarez Martínez subrayó que
la readaptación dependerá de cada minero.
Los expertos deberán atender esta situación
y descubrir si alguno de ellos enfrentaba una condición
anterior que ahora pudiera agravarse.