En México, así como en otros países,
la bacteria Haemophilus influenzae del serotipo b (Hib)
ha sido causa de enfermedades que comúnmente afectan a la
población infantil, como la meningitis, neumonía,
epiglotitis y artritis séptica. En naciones en vías
de desarrollo, donde aún no se emplean vacunas conjugadas,
esas afecciones aún son problemas prioritarios de salud pública.
“En las décadas de los 70 y 80, antes de la
introducción de una inoculación en el esquema nacional
de inmunización infantil (en 1997), la bacteria Hib fue una
de las principales causas de meningoencefalitis bacteriana en menores
de cinco años.
“Este microorganismo se aislaba con una frecuencia
de 25 por ciento o más, con relación a los demás
agentes etiológicos bacterianos de meningitis”, explicó
Patricia Gómez de León, investigadora de la Facultad
de Medicina (FM) de la UNAM, y especialista en epidemiología
molecular e inmunología.
De los padecimientos ocasionados por Hib, el más serio es
la meningitis, pues a pesar del uso oportuno de antimicrobianos,
cinco por ciento de los infantes que contraen la enfermedad mueren,
y entre 30 y 40 por ciento quedan con secuelas neurológicas
a corto y largo plazo, como discapacidades auditivas o visuales,
en ausencia de la vacuna.
“El periodo en que los pequeños corren mayor
riesgo de adquirir infecciones invasivas serias como meningitis
por Hib es durante el primer año y medio de edad”,
dijo la investigadora.
Protección eficiente
Junto con la inoculación contra la poliomielitis,
las vacunas conjugadas contra enfermedades por H. influenzae b son
los mejores ejemplos de eficiencia y eficacia preventiva.
Hasta junio de 2009, 133 países de un total de 198
ya incluían en sus esquemas de inmunización la vacuna
contra Hib. No obstante, estas naciones albergan sólo 40
por ciento de los niños menores de cinco años que
hay en el mundo.
Así, cada año siguen registrándose
a nivel mundial tres millones de casos de afecciones por Hib entre
ese grupo de infantes. En México, se han liberado dos vacunas
conjugadas: en 1999 y 2007, lo que derivó en que 15 millones
de pequeños de cinco años y de menor edad estén
protegidos.
Aunque ambas inoculaciones contienen el mismo antígeno
capsular (polisacárido capsular polirribosil ribitol fosfato
o PRP) que induce la respuesta inmuno protectora, la primera incluye
el componente completo de Bordetella pertussis, y la segunda, un
componente acelular de esta bacteria.
Según la evaluación del impacto de la segunda
vacuna en el país, que la investigadora y sus colaboradores
realizaron en el Laboratorio de Biología Molecular del Departamento
de Salud Pública de la FM, los resultados de concentración
de anticuerpos IgG antipolisacárido en sangre, y de avidez
(eficiencia de los anticuerpos para enlazar al antígeno polisacarídico
de Hib) son lo suficiente eficaces para proteger a la población
infantil de infecciones invasivas por H. influenzae b.
Los datos de esta evaluación están por publicarse
en una revista científica de primer nivel como parte de la
serie de trabajos que Gómez de León y su equipo realizan
en colaboración con Sandra R. Steiner, del Centro para el
Control y la Prevención de Enfermedades de Atlanta, en Estados
Unidos.
Las vacunas conjugadas son denominadas así por contener
una proteína acarreadora, que confiere los atributos de memoria
inmunológica, que en teoría protegen a la persona
por períodos prolongados.
“De acuerdo con datos publicados, 97 por ciento de
los sueros de niños analizados en México están
protegidos de enfermedades invasivas causadas por H. influenzae,
y 14 por ciento están prevenidos del estado de portador”,
anotó Gómez de León.
Meningitis por Hib, la más discapacitante
Hasta la fecha, no se cuenta en el país con estadísticas
o datos precisos que reflejen la morbilidad y mortalidad por enfermedades
invasivas causadas por Hib, por los otros serotipos de esta bacteria
o por cepas de H. influenzae no tipificables.
No obstante, sí se sabe que la meningitis por Hib
es la enfermedad más discapacitante, por las secuelas neurológicas.
Antes de las vacunas, la incidencia anual en pequeños
de cinco años y de menor edad en Estados Unidos era de 15
a 60 casos por cada 100 mil habitantes, y en países como
Gambia, Senegal, Brasil y Australia, la proporción era de
100 a 350 casos por cada 100 mil niños.
En las naciones con un esquema de vacunación ampliada
se han conseguido reducciones de la incidencia anual en torno a
90-100 por ciento, y en contraste con cifras prevacunales anteriores,
se ha logrado una reducción de la incidencia en menores de
cinco años de hasta 2.88 casos por cada 100 mil niños
de ese grupo.
“En México, sin embargo, debería evaluarse
el impacto que tiene la vacunación en poblaciones con inequidades
y rezago social. Habría que mirar en zonas distantes como
las serranías, donde ‘a penas’ se tiene acceso
a un servicio de salud”, dijo la investigadora.
Se debe tener en cuenta que en los hogares en condiciones
de pobreza, el riesgo de que los niños presenten desnutrición
es tres veces mayor que en los de más altos ingresos.
Por otro lado, si bien se tiene una muestra representativa
de los casos que llegan a los centros hospitalarios de concentración
pediátrica de México, no todos los niños con
alguna enfermedad causada por H. influenzae pueden llegar oportunamente
a los hospitales, porque viven en zonas donde no hay vías
de comunicación.
Por el rociado de pequeñas gotas de saliva
Haemophilus influenzae se transmite al estornudar
o toser, por el rociado de pequeñísimas gotas de saliva
(micro-gotas de Flügge) conocido como flush. Para que se inicie
un proceso infeccioso basta de una a 30 bacterias o unidades formadoras
de colonia, según la virulencia de la cepa, y de qué
tan favorable resulte el medio en sus aspectos nutrimentales, inmunológicos
y físico-químicos.
Al ser expelidas, las micro-gotas viajan a 170 kilómetros
por hora. La bacteria alcanza la superficie mucosa del epitelio
respiratorio y entra en contacto con las células receptoras
del hospedero. Ahí coloniza y prolifera.
Cuando alcanza el torrente sanguíneo ocurre la bacteriemia,
un incremento considerable del numero de bacterias circulantes en
la sangre; con ello, pueden presentarse algunos síntomas
como fiebre alta, escalofríos y náuseas. A medida
que avanza, la persona puede sufrir un shock séptico, potencialmente
peligroso para su vida.
Uno de los más importantes factores de riesgo de
contagio es la proximidad cuerpo a cuerpo en espacios reducidos,
como las guarderías; entonces, los menores de un año
que asisten a esos sitios son más susceptibles, concluyó.
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