Científicos de la UNAM investigan el potencial
analgésico, antibiótico e insecticida del veneno de
araña, con el que se podrán desarrollar en el futuro
nuevos medicamentos para humanos y bioinsecticidas contra insectos
que afectan las plagas agrícolas.
En el Instituto de Biotecnología (IBt), con sede
en Cuernavaca, el investigador Gerardo Corzo indaga el potencial
de unas 450 proteínas del veneno de tres especies de tarántulas:
Brachypelma verdezy, Cyclosternum fasciatum y Aphonopelma
seemani, todas presentes en México, no peligrosas para
el ser humano.
Como los alacranes y las serpientes, las arañas
contienen algunos péptidos, proteínas de tamaño
muy pequeño.
“Tienen moléculas con la capacidad de ser
analgésicas y antibióticas, esto es, pueden matar
bacterias patógenas que infectan al hombre”, señaló
en entrevista.
Las arañas utilizan su veneno para paralizar a la
presa que van a ingerir y para alejar a sus depredadores. Pero algunas
proteínas del veneno también afectan algunos receptores
humanos que se pueden usar con beneficio propio.
“Las moléculas del veneno afectan canales
iónicos de calcio, sodio, y potasio, pero en el humano algunos
de ellos se relacionan con la percepción del dolor. Nuestra
función es buscar qué moléculas en ese complejo
son las que pueden tener esta función analgésica que
reduce la percepción del dolor”.
En su investigación, Corzo y sus colaboradores han
trabajado con tres especies de tarántulas, cada una de ellas
con unos 150 componentes. “Algunos se repiten porque hay familias
de compuestos, pero tienen cambios pequeñitos que son importantes”.
Varios experimentos para validar
En su estrategia, Corzo elige proteínas del veneno
que no han sido descritas, pues busca algo novedoso. Hasta ahora
ha descrito algunos compuestos antes desconocidos, dos de ellos
con potencial analgésico.
Para validar el potencial de una proteína del veneno
se requieren dos o tres tipos de experimentos específicos
para validar la propiedad analgésica de un solo compuesto.
“Utilizamos un aparato que se llama “medición
del dolor agudo” con un método de “hot plate”
o plancha caliente, en el cual tomamos ratones, le ponemos una cantidad
pequeña y no dañina de la toxina y medimos su percepción
al dolor con ese aparato. En el primer paso medimos el efecto del
dolor agudo de estos componentes en ratones. Luego mediremos la
presión del dolor con otros métodos para corroborar
si este primer ensayo sigue siendo específico hacia el dolor”,
explicó.
De 150 componentes de un veneno, mediante un tamiz se han
obtenido tres componentes analgésicos, que deberán
someterse a los otros dos exámenes para verificar su potencial.
Para extraer el veneno, Corzo le da una pequeña
descarga eléctrica a la tarántula, para hacerla expulsar
la sustancia del mismo modo que lo hace cuando se acerca un depredador.
El veneno se lleva al laboratorio y ahí comienza
el análisis de su composición química. “Filtramos
para obtener el compuesto más apto o con la mayor actividad
específica que buscamos”, señaló.
Con modelos de bacterias, miden también el potencial antibiótico
y el efecto microbicida.
“Estos péptidos tienen moléculas hidrofóbicas
que se insertan en las membranas celulares y forman agujeros, por
donde se puede difundir mejor un antibiótico comercial. Así
que una estrategia a futuro sería el desarrollo de medicamentos
a partir de venenos que se combinen con antibióticos comerciales
para hacerlos más eficientes”, comentó.
Proteínas sintéticas
Como el veneno de las arañas se produce en cantidades
muy pequeñas, en el laboratorio, Corzo y su grupo identifican
y aíslan las proteínas con potencial para luego reproducirlas.
“El proceso se puede realizar mediante síntesis
química o a través de expresión molecular,
por medio de la técnica de ADN recombinante”, explicó.
Actualmente, el investigador trabaja en la obtención
de una cantidad suficiente de las proteínas con potencial
para identificar a los receptores a los que responde el ser humano.
Aunque falta mucho camino por andar, Gerardo Corzo tiene
las tres líneas de investigación abiertas: para la
obtención de antibióticos y analgésicos en
el caso de futuros medicamentos para humanos, y otra, para el desarrollo
de bioinsecticidas que ataquen a insectos específicos, pues
así se garantiza su eficiencia para el control de plagas
y la inocuidad para otras especies.
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