Especializado en plantas mexiquenses, el Herbario de la
Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la UNAM, cuenta
con 35 mil ejemplares clasificados y varias colecciones especializadas.
Comenzó a formarse en 1976, cuando se hicieron las
primeras colectas, que se incrementaron sistemáticamente
desde finales de los años 70.
Actualmente, “tenemos más de mil 300 ejemplares
de algas, cerca de dos mil hongos, 30 mil fanerógamas (tienen
raíz, tallo, hojas, semillas, y a veces, flores y frutos),
además de mil 500 plantas medicinales y comestibles que forman
una colección etnobotánica”, refirió
María Edith López Villafranco, titular del reservorio.
Desde la década de 1980, el sitio está registrado
en el Index Herbariorum a nivel internacional como Herbario
IZTA, un acrónimo con el que se conoce en todo el mundo.
Las colecciones están ordenadas a nivel evolutivo,
comenzando por las algas y concluyendo con plantas de importancia
etnobotánica, que se usan en diversas colectividades del
país, como las comestibles y medicinales.
“La más nueva es la etnobotánica, de
referencia sobre los usos que se dan en las diversas comunidades
vegetales y en determinados grupos humanos”, señaló
la especialista.
Intercambios
Aunque está centrado en la flora del Estado de México
–donde se ubica la FES Iztacala–, también tiene
ejemplares de otras entidades del país, con las que tiene
intercambios, donaciones y préstamos.
“Los herbarios son acervos de la diversidad biológica
de plantas que hay en el país”, resumió López
Villafranco, mientras mostraba ejemplares variados de algodón,
tejocote, pera y un estropajo.
Entre los intercambios interesantes, destacan los que realizan
con el Instituto de Biología de la propia UNAM, y con los
herbarios de los institutos Politécnico Nacional (IPN) y
Mexicano del Seguro Social (IMSS), este último dedicado exclusivamente
a plantas medicinales.
“Cada ejemplar tiene una etiqueta de referencia con
el lugar y fecha donde se colectó, en qué tipo de
vegetación, el uso de la planta, quién dio la información
y quién es el colector, ya sea el investigador o estudiante
que fue a las comunidades y registró los datos”, detalló.
Medidas de conservación
Aunque los ejemplares no están vivos, están
expuestos a la descomposición por ser materiales biológicos;
para evitar la contaminación por insectos u hongos que se
generan con la humedad, se deshidratan, se prensan y enfrían
dentro de un refrigerador a menos 17 grados Celsius.
Tras este proceso, se montan en una cartulina donde se
agrega una etiqueta con número de registro. La misma información
también va a una base de datos, como en una biblioteca, explicó
la experta.
“El herbario es como una biblioteca de plantas, donde
cada ejemplar podría ser la página de un libro, pero
en este registro hay datos que aún no han sido publicados”,
añadió.
En estos espacios el material puede no olerse, pero la
belleza de las flores y frutos son referencia para muchas investigaciones.
“No sólo nos visitan los biólogos, también
químicos, farmacéuticos, médicos, enfermeras,
geógrafos, antropólogos y músicos”, apuntó.
Las colecciones
Una parte importante del herbario es la colección
etnobotánica, un nexo entre las plantas y los humanos, donde
es fundamental incluir el conocimiento empírico de las comunidades
locales.
“Ayuda a saber qué especie existió
en una zona y quizá ya no sobrevive. Su clasificación
sirve para ubicar las poblaciones locales y evita nuevas colectas
para estudios farmacéuticos”, añadió.
Otra original colección del Herbario IZTA es la
que cuenta con un centenar de escobas hechas de fibras vegetales
como mijo, coco, palma y popotillo, entre otras. Las hay para barrer
hojas, pisos, empedrados, techos, chimeneas y anafres, refirió
la universitaria.
Esta recopilación ha sido exhibida en el Museo de
las Culturas Populares y en la propia FES Iztacala, concluyó.