En México, no sólo hay cada vez menos corales,
en prácticamente todos los arrecifes se ha observado el fenómeno
conocido como blanqueamiento, o pérdida de pigmentación,
por el incremento de la temperatura del océano que, a pesar
de no ser en apariencia considerable –entre 1.5 y dos grados
centígrados por arriba del promedio en verano–, pone
en juego la viabilidad de esos ecosistemas, afirmó Roberto
Iglesias Prieto.
El jefe de la Unidad de Sistemas Arrecifales del Instituto
de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), con sede en Puerto
Morelos, Quintana Roo, expuso que científicos universitarios
han descubierto el vínculo que existe entre la temperatura
y la habilidad de los corales para colectar radiación solar.
Cuando esos organismos experimentan temperaturas superiores
a las normales, explicó, disminuye la capacidad de hacer
fotosíntesis de las microalgas que habitan en ellos; sin
embargo, absorben la misma cantidad de luz, es decir, energía
solar en exceso.
Normalmente, la luz del Sol pasa por la capa de tejido de los corales,
donde también hay algas; una parte se absorbe, otra llega
al esqueleto y regresa. En sí mismos son muy eficientes para
absorber la energía solar, pero cuando pierden pigmentos,
por desgracia, se vuelven aún más “eficaces”,
y pueden morir.
De ese modo, un incremento muy pequeño en la temperatura
desencadena la propagación del blanqueamiento de toda la
comunidad coralina, y compromete a todo el ecosistema. Tal hallazgo,
consideró el científico, es la contribución
más importante de su grupo de investigación: haber
determinado cómo el estrés térmico que sufren
los corales se traduce a estrés por exceso de energía
lumínica.
Relación simbiótica
Iglesias recordó que un arrecife es una estructura
geológica, resultado del carbonato de calcio que depositan
los corales. “Es una montaña hecha de ‘rocas’
que van creciendo, cada una, por separado”.
Estos organismos, en apariencia plantas, son en realidad
animales carnívoros, colonias formadas por miles de pólipos,
cada uno dotado de tentáculos para comer. Su esqueleto de
carbonato de calcio da forma a esa estructura.
El color de los corales está dado por la presencia
de las grandes cantidades de algas que viven dentro de las células
de sus tejidos (donde realizan la fotosíntesis), llamadas
zooxantelas, del género Symbiodinium. Pero cuando
la temperatura del agua oceánica aumenta, las algas dejan
de hacer fotosíntesis y contribuir al metabolismo del coral,
que las expulsa, y al hacerlo, se blanquea.
La superficie de los arrecifes de coral ocupa menos del
dos por ciento de la costa del país y de la superficie de
los océanos del mundo, pero su valor no reside en el área
misma; ese pequeño espacio, a nivel global, contiene 25 por
ciento de las especies del planeta.
Se trata de sitios de enorme biodiversidad que brindan
a la sociedad servicios tan importantes como la protección
de la zona costera contra tormentas tropicales y huracanes, y el
mantenimiento de pesquerías relevantes, como la de langostas,
además de su espectacular belleza, que atrae a millones de
turistas.
El peor enemigo
Recientemente, expuso el científico, se han experimentado
temperaturas oceánicas por arriba del promedio y de largo
plazo, resultado del calentamiento global. Aunque ya antes se habían
reportado, la primera vez que se observó el problema del
blanqueamiento de coral a gran escala fue en 1982, durante la presencia
de El Niño.
Inicialmente, se relacionó con ese fenómeno,
consistente en el aumento de la temperatura de las aguas del Océano
Pacifico. No obstante, “ahora lo observamos en sitios donde
no está relacionado El Niño, como el mar Caribe, debido
a que el planeta se está calentando”.
En 1996, se registró un blanqueamiento enorme en
los océanos Índico y Pacífico, que derivó
en la muerte de 16 por ciento de los corales de todo el planeta,
recordó el jefe de la Unidad, que forma parte del programa
Coral Reef Targeted Research and Capacity Building for Management,
financiado por la ONU.
Además, el calentamiento global –resultado
de la presencia excesiva de gases de efecto invernadero, en particular
de dióxido de carbono (CO2)– tiene otras implicaciones
sobre los corales: la acidificación de las capas oceánicas
superiores.
“Alrededor del 30 por ciento del CO2 que pusimos
en la atmósfera ya está en el océano, y cambia
su pH. Son dos peligros diferentes, pero surgen de lo mismo”.
Por ello, explicó, en la Unidad se realizan estudios
sobre los mecanismos celulares involucrados en el blanqueamiento,
cómo se percibe el exceso de temperatura, sus implicaciones
para la funcionalidad de las algas y de los pólipos, los
efectos de la acidificación del océano sobre la fisiología
de los corales y sobre la habilidad de éstos para depositar
carbonato de calcio.
También, se indaga sobre los alrededor de 20 padecimientos
emergentes que afectan a los corales, entre los que destaca, por
su gravedad, la “banda amarilla”, responsable de la
pérdida de tejido. “No se puede descartar que como
resultado del blanqueamiento se vuelvan más susceptibles
a enfermedades provocadas por patógenos en el agua”.
La buena noticia es que la pérdida de coloración
puede ser reversible. “En Quintana Roo, en frente de las instalaciones
de la Unidad, se experimentó un blanqueamiento muy intenso
en le verano de 2009, pero el arrecife, poco a poco, se empieza
a recuperar”.
Una vez que empiezan a ganar “color”, los corales
adquieren funcionalidad, se realiza la fotosíntesis normalmente,
y las algas contribuyen al metabolismo del animal, como antes.
Por algunos meses, puede estar comprometido su metabolismo
y la capacidad de depositar carbonato de calcio y “construir”
el arrecife, pero si el estrés térmico es muy intenso
o permanece un largo lapso, pueden morir masivamente.
Para prevenir que esa situación se siga presentando,
explicó Roberto Iglesias, se tendrían que reducir
las emisiones de CO2 a escala global, acuerdo al que se espera llegar
en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de
las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 16), a efectuarse
a finales de año en Cancún.
A corto plazo, se debe hacer lo posible por reducir el
“estrés local”: ocasionado por contaminación
por aguas residuales, sobrepesca y sedimentación derivada
de la recuperación de playas en periodos cortos de tiempo.
De no tomarse acciones, algunos corales no sobrevivirán,
porque no todos son igualmente sensibles al blanqueamiento y se
corre el riesgo de perder los servicios naturales que ese ecosistema
brinda como es la protección de la zona costera, la biodiversidad,
y una fuente de alimento, entre otros beneficios, finalizó.