La delincuencia urbana se ha vuelto tan común, que
todos los habitantes están expuestos a sufrir actos violentos;
además, es generalizado vivir con temor de ser víctimas
de la criminalidad, afirmó Lucio Cárdenas Rodríguez,
profesor de tiempo completo de la Facultad de Psicología
(FP) de la UNAM.
Antes, recordó, se relacionaban más con cuestiones
patrimoniales y se ejecutaban de diferente manera. Los delincuentes
eran más habilidosos y se sujetaban a ciertas “reglas”;
difícilmente portaban armas y la forma que utilizaban para
el atraco dependía de sus destrezas, sin lastimar físicamente
a su víctima.
Actualmente, la mayoría de la violencia es perpetrada
por personas que improvisan, y creen que para conseguir dinero,
basta adquirir un arma con la cuasi certeza de ser intocables y
que, en el 99 por ciento de los casos, quedarán impunes,
destacó el especialista en criminología y ciencias
penales.
Entonces, indicó, cualquiera puede decidir dedicarse
a delinquir, porque sabe que no habrá consecuencias por sus
actos, ni repercusiones en su vida.
Esta situación ha traído alteraciones o distorsiones
en los valores de la gente, porque en las condiciones económicas
actuales, el infractor encuentra justificación en su actuar,
y no lo considera un delito, señaló el también
perito titular del Tribunal Superior de Justicia.
Categorías delincuenciales
Por lo menos se puede hablar de cuatro categorías
delincuenciales: una es la del novato, aquel que no posee ninguna
habilidad para delinquir y, por tanto, sus actos son violentos,
con errores, y confía en que la suerte lo favorezca para
cometer su falta. Es lo que algunos autores llaman “la etapa
mágica del delito”, donde el infractor atribuye su
éxito a objetos como su “ropa de la suerte” o
una pata de conejo; éstos le dan valor y compensan su inexperiencia.
Este tipo de criminal es muy peligroso, porque no tiene
control sobre sus acciones y puede, incluso, asesinar a sus víctimas,
simplemente por falta de destreza, apuntó.
En la segunda categoría, la etapa religiosa, se
incluye a los sujetos que poseen mayor experiencia; están
organizados, pero la confianza en sí mismos aún no
es total, y buscan protección divina. Se encomiendan al santo
de su elección, o a figuras cuasi religiosas; llevan ofrendas
a personajes como Jesús Malverde (santo protector de delincuentes)
para tener éxito en la comisión. Siguen siendo muy
peligrosos por su falta de habilidad general, agregó.
En la tercera etapa, la positiva, entran aquellos individuos
capaces de calcular pérdidas, ganancias, riesgos y, con base
en ello, planean su actuación; confían totalmente
en ellos mismos y en su agilidad e instinto, precisó el especialista
en psicología jurídica.
Causas
Es innegable que parte de la situación delincuencial
que se vive –si bien es causada por múltiples factores
y se relaciona con adiciones y pérdida de valores, entre
otras cosas–, en buena medida tiene que ver con problemas
económicos y las dificultades para conseguir trabajo.
Por ejemplo, existen estudios donde se comprueba que en la medida
que aumenta el índice de precios al consumidor, se incrementan,
entre otros, los delitos patrimoniales, refirió.
También, se relaciona con el hecho de no creer en
la justicia, porque en México se aplica con muchas dificultades;
en consecuencia, la población está molesta con las
instituciones y con las estructuras sociales encargadas de protegerla,
y ello genera violencia e incertidumbre, concluyó.