• Los mares absorben, en
promedio, 22 millones de toneladas de dióxido de carbono
producido por el ser humano, alertó Rosa María Prol,
del Instituto de Geofísica de la UNAM
• Esas altas concentraciones provocan un descenso del nivel
de acidez en el agua, y una menor disponibilidad de carbonato
Las altas concentraciones de dióxido de carbono
(CO2) en el planeta no solamente afectan
a la atmósfera y generan el calentamiento global. También
producen graves daños en los océanos, cuyas aguas
se vuelven ácidas por el exceso de ese contaminante.
Ese cambio en el nivel de acidez (o pH) del agua marina
produce una menor disponibilidad de calcita, aragonita y otros
carbonatos con los que se forman los arrecifes, los esqueletos
y las conchas de muchas especies marinas, afirmó Rosa
María Prol Ledesma, investigadora del Instituto de Geofísica
(IGf) de la UNAM.
En la conferencia “La acidificación del
océano”, celebrada en el auditorio Tlayolotl del
IGf, la doctora en física de la Tierra señaló
que los mares absorben en promedio 22 millones de toneladas
de CO2 producido por el ser humano.
“Al disolverse el CO2 en
los océanos, éstos se vuelven ácidos, ocasionando
un cambio químico que disminuye la cantidad de carbonato
de calcio, con el que se forma el fitoplancton calcáreo,
fundamental en la cadena alimentaria”, destacó.
La especialista del Departamento de Recursos Naturales
del IGf, añadió que la acidificación oceánica
produce que especies como los pterópodos –una familia
de moluscos pequeños que forman extensiones laminares
y pequeñas conchas-- tengan deficiencias en sus defensas
y disminución de la función metabólica.
Las aguas ácidas también afectan gravemente
a los arrefices de coral, que padecen el blanqueamiento por
estrés, derivado del aumento de la temperatura o de la
acidez oceánica.
“En México se ubica la segunda zona de
arrecifes de coral más grande del mundo, detrás
de la de Australia, así que el daño a nuestra
biodiversidad es especialmente notable”, abundó
Prol.
Otros afectados son los peces y mariscos de diversas
especies, muchos de ellos de valor comercial, y fundamentales
en pesquerías.
Mares 30 por ciento más ácidos
De acuerdo con datos de la Unión Internacional
para la Conservación de la Naturaleza (UICN), los océanos
absorben el 25 por ciento del CO2 que
se emite cada año en el planeta, y producen la mitad
del oxígeno que se respira.
Según la Guía de acidificación de los océanos,
realizada por ese organismo, la acidez de las aguas marinas
se ha incrementado un 30 por ciento desde el inicio de la industrialización,
hace 250 años.
La predicción de la UICN indica que si los niveles de
CO2 en la atmósfera siguen subiendo,
la acidez del agua del mar puede aumentar 120 por ciento de
aquí a 2060, lo que significa un incremento mayor al
experimentado en los últimos 21 millones de años.
En 2100, el 70 por ciento de los corales de agua fría
pueden verse expuestos a aguas corrosivas.
La UICN destacó que, dado el desfase entre las emisiones
de CO2 y una situación de equilibrio,
podrían pasar decenas de miles de años antes de
que se restablezcan las propiedades del océano, y aún
más tiempo para alcanzar una recuperación biológica
completa.
Para ello, los expertos exigen reducciones inmediatas y sustantivas
de las emisiones y la aplicación de tecnologías
capaces de eliminar activamente el CO2.
“La única forma de detener la acidificación
oceánica es suspendiendo las emisiones de contaminantes,
causados fundamentalmente por los automóviles y las industrias”,
advirtió Rosa María Prol.
La investigadora universitaria, que en agosto próximo
realizará una campaña de investigación
en aguas de la parte norte del Golfo de California, tomará
muestras de varias especies marinas que han sobrevivido a la
acidificación oceánica.
“Existe un tipo de acidificación natural,
que ocurre cerca de las ventilas hidrotermales, de donde sale
CO2. Pero es un fenómeno natural
que ha ocurrido gradualmente durante miles de años, que
algunos corales han podido resistir”, señaló.
Con su estudio, Rosa María Prol comparará
la sobrevivencia de esas especies con la situación que
se vive por la contaminación antropogénica.
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