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Desde hace por lo menos dos mil 400 años se elaboran bebidas
destiladas en Mesoamérica, comentó Mari Carmen Serra
Puche, del IIA de la UNAM
• La investigadora encabeza el proyecto “La ruta del
mezcal”, con el que han recorrido parte del país
para identificar los lugares donde se fabrica de manera artesanal
• Ese aguardiente aún se destila en ollas de barro,
semejantes a las halladas en excavaciones arqueológicas
en Nativitas, Tlaxcala
Hasta hace algún tiempo, se creía que la
única bebida alcohólica entre los pueblos prehispánicos
había sido el pulque, un fermento de la savia del maguey.
No obstante, excavaciones iniciadas en 1994 por arqueólogos
universitarios, en la población de Nativitas, Tlaxcala, demuestran
que de esa planta también obtenían mezcal.
Los científicos encontraron, en varias casas indígenas,
evidencias materiales relacionadas con ese aguardiente: hornos semejantes
a los que se utilizan actualmente para quemar piñas de maguey
y procesar esa bebida alcohólica, ollas de barro partidas
a la mitad, y restos de la planta.
El hallazgo permitió iniciar, junto con la investigación
del modo de vida de los habitantes de Xochitécatl-Cacaxtla,
el proyecto “La ruta del mezcal”, el cual, sin duda,
hubiera recibido la incondicional aprobación y apoyo de uno
de los grandes bebedores de la historia: el escritor inglés
Malcolm Lowry.
Hemos recorrido buena parte del país para identificar los
lugares donde se hace mezcal de manera artesanal, y nos hemos percatado
que aún se destila en ollas de barro semejantes a las halladas
en Nativitas, y fechadas hacia el año 400 antes de Cristo,
comentó Mari Carmen Serra Puche, integrante del Instituto
de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.
Ello significa que desde hace por lo menos dos mil 400
años se elaboran bebidas destiladas en Mesoamérica,
acotó la académica, quien encabeza dicho proyecto.
Técnica prehispánica
Los hornos descubiertos en las casas prehispánicas
de Xochitécatl-Cacaxtla fueron sometidos a análisis
por especialistas del Instituto de Química de la Universidad,
y confirmaron que en ellos se quemaban piñas de maguey.
En otros sitios arqueológicos se ha encontrado lo
mismo, restos de maguey quemado; “pero, para fortuna nuestra,
en México se siguen aprovechando técnicas prehispánicas
en muchos campos, fue así como grabé en video a un
huichol cuando elaboraba mezcal en su casa, en un horno igual a
los que encontramos en Nativitas, y con una olla hecha con una mezcla
de lodo y arena. Ese mezcal es exclusivo para fiestas, es ritual”,
aseveró.
En el piso de esas viviendas, de tepetate, se hacía
un agujero de unos dos metros de diámetro por tres de profundidad,
y se llenaba de rocas volcánicas, como tezontle; luego, se
calentaban y encima se acomodaban las piñas de maguey, como
se hace hoy en día en Oaxaca, y se cubrían con pencas
de la misma planta.
“Al cabo de aproximadamente tres días, cuando
estaban cocidas, se machacaban y se ponían a fermentar en
una tina de madera o en una piel de venado”. Una vez terminado
el proceso, las piñas se hervían; el vapor se condensaba
en otro recipiente, en el que se obtenía el mezcal destilado,
explicó Serra Puche.
El mezcal huichol tiene más de 60 grados de alcohol, es absolutamente
ritual, para las fiestas; el de Xochitécatl-Cacaxtla se producía
sólo para la elite económica, política o religiosa,
o para ser bebido en una ceremonia; no todos podían ingerirlo,
señaló.
Xochitécatl-Cacaxtla
Las excavaciones arqueológicas también permitieron
reconocer un extenso asentamiento en lo que fue la ciudad de Xochitécatl-Cacaxtla,
con dos momentos de ocupación.
El primero, fue entre el año 800 y el 600 antes
de Cristo, en el periodo Formativo, cuando los primeros grupos la
fundaron. Alrededor del año 200 después de Cristo,
una enorme erupción del Popocatépetl obligó
a los pobladores a marcharse.
“Fue una lluvia de ceniza que causó una serie
de lahares de lodo, que cubrieron todo el valle poblano-tlaxcalteca
y sus campos de cultivo. La urbe fue abandonada lentamente por sus
habitantes”, relató Serra Puche.
Existen dos hipótesis sobre el lugar a donde emigraron:
una dice que al norte de Tlaxcala, hacia la región de Tlaxco;
la otra, afirma que hacia Teotihuacan, que en ese momento comenzaba
a vivir su época más importante.
El segundo momento de ocupación de Xochitécatl-Cacaxtla
se inició en el año 650, cuando las personas regresaron,
y coincidió con el colapso teotihuacano.
“Volvió a ser, como en el periodo Formativo,
un punto fundamental para las rutas de intercambio comercial con
lo que hoy es Oaxaca, la costa del Golfo de México y el Valle
de México. Esta segunda etapa duró hasta el año
800 ó 900, cuando otra erupción del Popocatépetl
hizo que la gente la abandonara definitivamente”, refirió.
Se han encontrado evidencias de que en el periodo Epiclásico,
los moradores regresaron y levantaron sus casas sobre las que pertenecían
a sus ancestros; edificaron en Xochitécatl, sobre la Pirámide
de las Flores, otra estructura mayor, construyeron el gran basamento
de Cacaxtla y pintaron los famosos murales.
“En el periodo Formativo, la ciudad estaba dedicada
al agua, con sus grandes tinas monolíticas al pie de las
escalinatas de los edificios, sus numerosas esculturas en forma
de sapos y otras representaciones, todas postolmecas.
Luego de la erupción, la población se fue,
y cuando regresó, seguramente con otra religión con
más influencia teotihuacana, dedicó la Pirámide
de las Flores a otra deidad: el volcán conocido como La Malinche.
Las ofrendas del periodo Epiclásico encontradas allí
son figurillas de barro que representan a todo tipo de mujeres:
jóvenes, viejas, embarazadas, y forman parte de un culto
a lo femenino”, acotó Serra Puche.
Casas de artesanos
En el piso de una de las casas prehispánicas de
Xochitécatl-Cacaxtla se hallaron fragmentos de jade, punzones
y otros instrumentos nunca vistos hasta entonces: unos pulidores
con formas circulares y aplanados.
El arqueólogo estadounidense Kent Hirth, quien se
especializa en lítica, los estudió junto con el contexto
donde fueron encontrados, y desarrolló todo el proceso de
hechura de cuentas de jade para collares. Él y Serra Puche
están a punto de publicar sus hallazgos en un artículo.
Escribo un libro sobre esas casas que se llamará
La vida cotidiana en Xochitécatl-Cacaxtla, donde
relataré de la vivienda del mezcalero, del lapidario, del
campesino, del pintor y del albañil, entre otros, así
como un aspecto que aún no ha sido clarificado: ¿a
qué se dedicaban las mujeres?, comentó la investigadora.
Es interesante saber que tanto en el periodo Formativo
como en el Epiclásico existían moradores que se dedicaban,
no de tiempo completo, a distintos oficios especializados: a trabajar
el campo, a hacer cuentas de jade para collares, e instrumentos
de obsidiana como navajas y puntas.
“Por lo que se refiere a ellas, seguramente se abocaban
a tejer ropa y telas, porque se han encontrado malacates para algodón
y quizá para la fibra del maguey, concluyó la universitaria.
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