• Sólo del dos al cuatro por ciento
de los habitantes en el orbe son adictos, informó Óscar
Prospero García, de la FM de la UNAM
• Se puede heredar la disponibilidad y vulnerabilidad,
no sólo por las bebidas etílicas, sino por la
nicotina, mariguana e incluso cocaína, dijo
• La UNAM cuenta con el Laboratorio de Canabinoides, que
se encarga de estudiar las dependencias adictivas y las moléculas
del placer hacia los fármacos de abuso
La Organización Mundial de la Salud (OMS), calcula
que aproximadamente un tercio de la población global consume
alcohol, aunque sólo el dos y hasta el cuatro por ciento
presenta adicción, informó Óscar Prospero
García.
El encargado del Laboratorio de Canabinoides
de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, explicó que
se ha demostrado que se puede heredar la disponibilidad y vulnerabilidad,
no solamente al alcohol, sino a la nicotina, mariguana e incluso
cocaína. “Creemos que para esta última hay
más sensibilidad heredada”.
“Si papá o mamá es dipsómano,
el hijo tiene probabilidad de ser vulnerable. No significa que
será alcohólico, porque nadie se vuelve si nunca
abre una botella de vino. Gen no es destino, pero sí hay
vulnerabilidad y rasgo”, indicó el catedrático
de la FM.
Explicó que el Laboratorio de Canabinoides se
encarga de estudiar y analizar las dependencias adictivas y las
moléculas que intervienen con el placer que producen los
fármacos de abuso.
Se investigan las secuelas que tiene el alcohol sobre
el cerebro, como daño a la memoria, tensión, somnolencia,
y los mecanismos involucrados.
Para ser adicto se debe tener cierta vulnerabilidad,
y eso justamente es lo que se modela en animales de experimentación;
se observa cómo se modifica el cerebro, o cómo lo
está desde el nacimiento y hace al individuo sensible a
las bebidas etílicas, abundó el experto.
“Una de nuestras aportaciones es la participación
de ciertas moléculas en el cerebro, que todo mundo sintetiza
y tiene la misma acción que la mariguana. Le llamamos mariguanas
endógenas, porque todo las producimos y sintetizamos”,
añadió.
Lo que hemos probado en este laboratorio es que esas
mariguanas endógenas participan en esa sensación
agradable que tiene el sujeto al ingerir cualquier droga de abuso
incluida el alcohol, precisó Prospero.
Se ha observado que en estructuras específicas
del cerebro, si se bloquean estas moléculas, que naturalmente
están ahí, el individuo beberá más
alcohol de lo que se esperaba, apuntó.
Por el contrario, si se estimula este sistema, el sujeto
beberá menos. En ese sentido, dijo, parece que las mariguanas
endógenas participan en el sentimiento de bienestar al
“meterse una droga”.
No obstante, añadió, están ahí
para que, por ejemplo, degustemos la comida; cada vez que consumimos
alimentos, las moléculas se liberan y saboreamos con mayor
placer, y lo mismo ocurre en la conducta sexual.
Se trata de sistemas naturales que utilizamos en el
marco de una regulación humana y normal, pero cuando se
ingieren estos estimulantes, se tergiversan los sistemas, funcionan
mal y el sujeto llega a un punto en el que ya sólo puede
experimentar placer con la droga de abuso, expuso.
La información que genera este laboratorio es
de conocimiento básico e intentamos difundirlo para que
la gente se entere de lo que sucede en el cerebro cuando ingiere
fármacos de abuso, concluyó.
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