- La profesora de la FES Iztacala fue reconocida
con el Premio de Investigación, de la AMC, en el rubro
de Humanidades
- Su trabajo revela cómo la pretendida objetividad
científica decimonónica en realidad reproducía
prejuicios heredados de la religión que enarbolaban la
superioridad masculina
“Este reconocimiento, más que un triunfo
personal, es un logro para los estudios de género”,
comentó Oliva López Sánchez al referirse
al Premio de Investigación que le otorgó la Academia
Mexicana de Ciencias en el rubro de Humanidades.
Galardones a la física, química, medicina
y tecnología son concedidos con frecuencia por la AMC,
¿pero a estudios que se abocan a lo femenino?, “eso
sí es inusual”, dijo la catedrática, “y
también que cuatro de los cinco reconocimientos sean para
mujeres, y que de éstas tres seamos de la UNAM”.
Fue en 1995 cuando Oliva López comenzó
a analizar cómo el discurso médico del siglo XIX
abordaba todo aquello concerniente a lo femenino.
Para ello echó mano de revistas, libros, publicaciones
y toda suerte de textos decimonónicos que, más que
testigos de una sociedad ya muerta, fueron herramientas indispensables
para resucitar y dar voz al espíritu de una época,
explicó la profesora de la FES Iztacala.
“Este trabajo parte de un principio: toda producción
científica es una producción cultural y, por lo
tanto, es susceptible de análisis y reflexión, tanto
teórica como histórica”, indicó López
Sánchez, quien le ha apostado a la interdisciplinariedad
para explicar cómo hace dos siglos, la pretendida objetividad
científica en realidad buscaba perpetuar una serie de prejuicios
heredados del pensamiento religioso.
“En un mundo que se declaraba a sí mismo
laico, como el de hace dos siglos, el garante de la buena moral
y el comportamiento adecuado ya no era el confesor, sino el médico;
de esta manera, la ciencia comenzó a mediar entre lo social
y lo individual. Para entender esto me metí a estudiar
el corpus de textos de la época enfocados en la salud y
hallé una veta inacabable de problemas que pedían
ser estudiados”, compartió la autora del libro Enfermas,
mentirosas y temperamentales. La representación médica
del cuerpo femenino.
Ciencia que perpetúa prejuicios
“Los médicos decimonónicos eran hombres
de su tiempo y a través de sus prácticas ‘científicas’
(yo entrecomillaría esta palabra), buscaron fundamentar
creencias heredadas, como el valor de la virginidad y el derecho
del varón sobre esta característica. Con sus preceptos
buscaban transformar a la mujer en contraparte del marido y convertirla
así en el resguardo moral y espiritual del matrimonio”,
indicó la psicóloga.
Oliva López fue enfática al afirmar que
la diferencia más obvia entre hombres y mujeres es el cuerpo
y, por ello los especialistas de la época, como Francisco
Flores, se enfocaron al estudio del himen de las mexicanas, para
adjudicarle a esta membrana toda una serie de valores morales,
como el recato.
También hubo otros que intentaron determinar,
a partir de la posición del útero, el carácter
femenino, e incluso algunos que dieron diversos argumentos para
asegurar que durante la menstruación, el estado mental
de las mujeres se alteraba a tal grado que podía conducirlas
al crimen.
“Pueden ser muchas las variantes encontradas en
cada uno de los textos, pero una constante salta a la vista, todos
consideran que el cuerpo femenino está en clara desventaja
respecto al del hombre”, aseveró la egresada de la
Especialización en Estudios de Género del Programa
Interdisciplinario de Estudios de la Mujer de El Colegio de México.
“Estas representaciones médicas dicen mucho
de la sociedad del siglo XIX, que aunque lo negaba, perpetuaba
ideas heredadas por la religión, pero sustituyendo los
valores morales por términos científicos; así,
el recato fue trocado por la palabra salud, y la prudencia, por
la higiene. Se proscribieron algunos actos y conductas y se promovieron
otros en nombre de una prole sana”, añadió
la investigadora.
Después de décadas de hurgar en bibliotecas,
librerías de viejo y colecciones antiguas, López
Sánchez ha logrado crear una suerte de retrato de la sociedad
decimonónica, aunque aclaró que “no pretendo
hacer una historia de la medicina; mi intención siempre
ha sido observar, con mirada crítica, la producción
del discurso médico; sin embargo, no puedo dar cuenta de
la práctica porque mi acervo consiste en documentos”.
Psicóloga por convicción
Oliva López estudió Psicología en
la FES Iztacala, y rápidamente se interesó en el
cuerpo y su relación con la psique, tanto que decidió
estudiar una maestría en psicoterapias corporales, donde
comprendió las posibilidades que se abren con el uso de
la bioenergética y la musicoterapia, “todo aquello
que la psicología no considera científico, pero
que para mí representa una ganancia para la práctica
clínica”.
“Si bien el antropólogo puede tener contacto
con el informante, mi condición de terapeuta, especialmente
con mujeres, me da una gran ventaja; me deja establecer intercambios
y alimenta mi investigación, y me permite ver de cerca
por qué sufren los individuos y cuáles son sus problemáticas”,
comentó.
“Me siento afortunada de mi formación, porque
los sociólogos y antropólogos que hacen trabajo
de campo, aún cuando pueden establecer vínculos
con los grupos que estudian, carecen de lo que yo tengo: la posibilidad
de intervenir”.
Actualmente, la profesora López Sánchez
investiga sobre la construcción emocional del cuerpo femenino
a partir de la práctica psicológica y el construccionismo
social, en la que las diversas formas de sentir son consideradas
como una producción cultural que sirve para regular, normar,
intercambiar y hacer pactos.
“Por eso no dejo la consulta semanal, pues el contacto
con la gente genera vínculos, y esto es esencial. Lo que
hacemos en la academia debe tener repercusión hacia afuera,
y en mi caso, este impacto busco canalizarlo hacia la gente que
atiendo”.
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