- La
investigadora del Instituto de Biotecnología de la UNAM
obtuvo el Premio de Investigación 2009, que otorga la
AMC, en el rubro de Ingeniería y Tecnología
- Su
trabajo de ensamblaje de virus permitirá crear vacunas
100 por ciento seguras y nanotubos
“En forma tradicional, las vacunas están
hechas de virus atenuados, pero siempre existe el riesgo de que
éstas se reviertan y provoquen en el individuo la enfermedad
que se buscaba prevenir, y el ejemplo más tangible es el
de la vacuna de la polio, cuyos rebrotes muchas veces se deben
a virus revertidos”, expuso Laura Alicia Palomares Aguilera,
investigadora del Instituto de Biotecnología (IBt) de la
UNAM y ganadora del Premio de Investigación 2009 de la
Academia Mexicana de Ciencias (AMC), en el área de Ingeniería
y Tecnología.
Ella forma parte del grupo de cuatro universitarios que
obtuvo uno de los cinco reconocimientos que dio la AMC, y el trabajo
con el que ganó el galardón consiste en el diseño
de procesos racionales de producción de estructuras virales
recombinantes, y justo una de sus aplicaciones es la de fabricar
vacunas 100 por ciento seguras.
“Lo que hacemos es producir proteínas de
diferentes virus y hacer que éstas se ensamblen de forma
idéntica a los virus originales, pero sin su material genético,
lo que permite elaborar vacunas que nunca se revertirán
ni generarán virulencia, lo que es una gran ventaja en
el campo de la prevención de enfermedades”, expuso.
Estas posibilidades mencionadas por Palomares van más
allá del área de la salud, porque estos acomodos
proteínicos también pueden ser usados para producir
vectores que se podrían emplear en terapia génica
e incluso para crear nanomateriales, es decir, nanotubos que pueden
ser recubiertos con partículas metálicas como paladio,
plata, platino e incluso oro.
“Nosotros no desarrollamos la estrategia de producir
partículas virales, de hecho esto se hace desde hace 15
años, más bien generamos estrategias racionales
de producción. Lo que hacemos es manipular las composiciones
virales para obtener condiciones y características diferentes,
y en eso radica la innovación”, expuso.
Inventora precoz
“Desde niña, quería hacer investigación
que incidiera en la sociedad y cuyos resultados pudieran transferirse
en la industria, y eso es lo que he estado realizando últimamente”,
comentó Alicia Palomares, quien desde los ocho años
ya diseñaba, por lo menos en su fantasía, sistemas
direccionales automovilísticos, laboratorios submarinos
o granjas de cucarachas que servirían para adicionar nutrientes
a diversas golosinas (“¡y quién diría
que con el paso de los años la mayoría de mi trabajo
estaría ligado a las células de los insectos!”).
“Siempre he estado a la caza de problemas por resolver
o procesos que se puedan mejorar; por eso, haber estudiado Ingeniería
Bioquímica —aunque lo hice no de manera un tanto
coyuntural pues quería ser bióloga marina—
fue lo ideal para mí, porque me dio una visión muy
diferente de las cosas”.
Egresada del Instituto Tecnológico y de Estudios
Superiores de Monterrey, “fui formada con la idea de que
debíamos ser emprendedores, pero también enfrenté
uno de los inconvenientes que tienen las universidades privadas,
que ahí no existe la investigación”.
Al concluir sus estudios, y quizá no con el plan
fijo pero sí con la inquietud de ser investigadora, Palomares
entró a trabajar en un laboratorio, “nada parecido
a aquellos que me imaginaba de niña, porque fue en el de
una compañía cervecera, pero ahí aprendí
a perfeccionar muchos procesos y a comprender mejor cómo
se mueve la iniciativa privada y qué es lo que solicita”.
Esta noción ha hecho que Alicia Palomares haya
logrado lo que pocos investigadores en México, llevar la
ciencia básica a niveles industriales, como demuestran
las asesorías y proyectos que realiza con diversas empresas,
como Birmex, Protein Sciences Corporation y Boehringer Ingelheim
Vetmedica.
Rivalidad y colaboración científica
El equipo de Palomares es uno de los más reconocidos
en lo que a ensamblaje de virus se refiere, tanto que “uno
de nuestros más acérrimos competidores, el equipo
de Manuel Carrondo y Paula Alves, del Instituto de Tecnología
Biológica de la Universidad Nueva de Lisboa, no sólo
envió a una de sus alumnas a estudiar conmigo, sino que
cuando fue su examen de grado me pidieron que viajara a Portugal
para representar un papel curioso que requería ir un poco
más allá de las labores de un jurado típico,
el de oponente principal”.
Eso dice mucho de cómo se dan las cosas en la
ciencia, puede haber rivalidades, pero en el fondo todos somos
amigos que estamos al tanto de los avances de los demás,
porque a fin de cuentas lo que hacemos es una labor conjunta,
y en lo que se refiere al conocimiento, todos avanzamos juntos”,
concluyó.
-o0o-