Boletín
UNAM-DGCS-426
Ciudad Universitaria
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Integrantes
del Instituto de Biotecnología (IBt) de
Asimismo,
el grupo universitario que encabeza
Estados Unidos, la aplicación de extractos proteínicos en ganado vacuno para
reducir la colonización de E. coli patógena en esos
animales, lo que podría evitar pérdidas millonarias en esa industria.
El
investigador recordó que ese microorganismo, conocido desde finales del siglo
XIX, es parte de la flora normal o microbiota que
habita en el intestino de un individuo. “Cuando se le nombra se asocia con
enfermedad, pero pocos saben que es parte del ser humano y que ayuda, por
ejemplo, a digerir los alimentos y a producir vitamina K o complejo B,
esenciales para muchas funciones celulares”.
No obstante, añadió, como parte de la evolución, E. Coli
ha adquirido y asimilado información genética de manera horizontal de otros
microorganismos. Eso le ha permitido desarrollar nuevas actividades, muchas de
las cuales le otorgan ahora un carácter patógeno.
De ese modo, se han clasificado en diferentes grupos. En el laboratorio
de
Explicó que uno de los portadores sanos de esta bacteria es el ganado
bovino. Éste es asintomático, pero en el humano causa un cuadro clínico
conocido como colitis hemorrágica (diarrea con sangre e inflamación del colón)
y el síndrome urémico hemolítico, falla renal aguda que puede ser irreversible
y causar la muerte.
A
pesar de que bioquímica y metabólicamente todas son E.
coli, su genoma no es igual. La comensal o “benigna”
posee alrededor de 4 mil 400 genes, mientras que una patógena como EHEC más de
5 mil 400. Dichos genes adicionales están insertos en las llamadas “islas O” y
en su mayoría los comparte con EPEC. De ese modo, el inicio y establecimiento
de una infección por estas dos clases de bacterias patógenas, también conocidas
como patotipos, se basa en factores de virulencia o
“herramientas bacterianas” semejantes, agregó.
Una
de las líneas de investigación del laboratorio de
También
interesa identificar y entender nuevos elementos que le permiten a la bacteria
alterar mecanismos o funciones de las células intestinales o enterocitos. Por su importancia, sus resultados se han dado
a conocer en prestigiadas publicaciones, como Proceedings
of the National
Academy of Sciences de EU, Molecular Microbiology
y el Journal of Bacteriology.
Abundó
que parte de los genes que codifican para factores de virulencia en estas
bacterias patógenas se encuentra en las “islas de patogenicidad”,
trechos de ADN insertos en su genoma, pero que no existen en E. coli comensal o benigna.
La
investigación se orientó a entender toda la “isla de patogenicidad”
conocida como LEE, conformada por 41
genes que dan lugar a igual número de proteínas, de los cuales más de la mitad
está involucrada en ensamblar la ‘jeringa molecular”. Se buscaba comprender
“cuál era la función de cada gene y su producto, pero haciendo el análisis en
conjunto”. Se dieron a la tarea “de generar una colección de 41 cepas donde
cada una tenía mutado uno de esos diferentes genes”, apuntó.
Tal trabajo se hizo con
Fue
así como llegaron a la identificación de nuevas funciones para algunos de estos
genes como, por ejemplo, reguladores de la
expresión y producción de todas las proteínas codificadas en la “isla”;
o reguladores de la secreción de las proteínas efectoras o de las que ensamblan
la “jeringa”.
Asimismo,
dio lugar a la identificación de otras proteínas efectoras, cuyos genes se
encuentran distribuidos alrededor del cromosoma de EHEC. En su conjunto, estos
hallazgos evidenciaron la complejidad de los mecanismos que emplean estas
bacterias para causar enfermedad y la diversidad de su “armamento” molecular.
Así,
el descubrimiento de nuevas funciones ayuda a entender mejor los mecanismos que
le permiten a esta bacteria causar enfermedad y, a su vez, da la oportunidad de
contribuir con estrategias potenciales para su prevención, finalizó.
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