Boletín
UNAM-DGCS-105
Ciudad Universitaria
![]() David Ibarra |
![]() |
Pie de fotos al
final del boletín
SE VIVE CRISIS EN
EL CAMPO MEXICANO, POR INCOMPETENCIA DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS
·
Subrayó el economista David Ibarra, de la FE de la UNAM, quien dijo
que no es posible sólo condenar al TLCAN
·
Se ha pasado sin paliativos de la autosuficiencia
del sistema alimentario mexicano, a la dependencia y desprotección humana
actuales, aseveró
·
Participó en el Taller La cuestión social en el
campo mexicano: México ante el 2008
Desde hace un
cuarto de siglo, se gesta una situación crítica en el campo mexicano, de la que
no es posible sólo condenar al Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN), sino a la incompetencia y limitaciones en las políticas puestas en
práctica a partir de los años noventa, así como algunos errores en el proceso
de negociación del acuerdo, afirmó el economista de la UNAM David Ibarra.
Al participar en el
Taller La cuestión social en el campo mexicano: México ante el 2008, organizado
por el Seminario Universitario de la Cuestión Social, cuyo titular es Rolando
Cordera, aclaró que la vinculación de políticas microeconómicas mal diseñadas,
con el hecho de que el nivel macro paralizó el crecimiento histórico del país,
determinan en conjunto un serio problema rural.
Destacó que
teniendo en el campo a un quinto de la población, que no tiene voz en las
decisiones que debieran esperar de la política económica del país, “algo grave
está fallando en nuestro sistema democrático”.
En su exposición
–que luego fue comentada por Antonio Yúnez, investigador de El Colegio de
México– David Ibarra apuntó que “se ha pasado sin paliativos de la
autosuficiencia del sistema alimentario mexicano, a la dependencia y
desprotección humana actuales”, en la Facultad de Economía.
Subrayó que entre
las fallas principales de la estrategia que se instrumentó, se encuentra el
desmantelamiento intempestivo de las políticas de fomento y producción, y su
reemplazo regresivo en materia de estrategias e instituciones de mercado.
Se pensó sustituir
la intervención estatal por nuevos lineamientos de mercado, lo que se hizo
intempestivamente, sin tomar en cuenta los tiempos de maduración de estos
problemas, añadió.
Sin haberse creado
circuitos comerciales privados, resaltó, se suprimieron el sistema de precios de garantía, los
servicios estatales de acopio, comercialización, almacenaje y aseguramiento de
cosechas. Asimismo, los subsidios perdieron alcance y competitividad, sobre
todo frente a los que otorgan los países avanzados, detalló.
Se lanzaron una
multiplicidad de programas con duplicaciones, inercias y contradicciones, entre
los que destacan el de apoyos y servicios a la comercialización agropecuaria,
destinado a subvencionar la producción de granos y oleaginosas, el de apoyos
directos a ese sector, y la alianza para el campo, anotó.
En cuanto al
financiamiento, dijo, la banca comercial dejó de brindar accesos a créditos
semejantes a los de las instituciones gubernamentales anteriores.
Tampoco se crearon
mecanismos para limitar o anticipar las oscilaciones en los niveles de las
tasas de interés en los costos de producción, y se pasó por alto las muchas
agriculturas del país y sus distintas vocaciones agrícolas, que rechazan la
uniformidad de las soluciones, refirió.
La inversión
estatal indispensable al fortalecimiento de la infraestructura física, siguió
en grave decaída, así como los programas de combate a la erosión de tierras y
destrucción de bosques, expuso.
David Ibarra señaló que uno de los más
graves errores que se han cometido en el rediseño de las políticas económicas
ha sido el de separar la macro de la microeconomía y apartarla de los problemas
sociales y políticos de la nación. “Ello, nos ha hecho cometer enormes pifias
en el manejo del país”.
Resaltó que hace un
cuarto de siglo, y a partir de los noventa, se gesta una situación crítica en
el campo mexicano. Sin embargo, la inserción de la agricultura a la
globalización y el TLCAN, se plantearon como la solución a los rezagos
seculares de marginación y pobreza.
Las realidades de
la liberación de fronteras, expresó, han confirmado algunos de los beneficios
anticipados, como la configuración de un segmento próspero de exportación de
frutas, hortalizas y productos procesados industrialmente, sobre todo las
bebidas alcohólicas. Pero también ha puesto de relieve, la crisis y la
difusión de la desigualdad en el grueso
de los pequeños y medianos productores.
El resultado neto
de la reforma neoliberal ha sido la creación de una estructura de mercado, caracterizada más por la heterogeneidad
productiva, agricultura moderna frente a la subsistencia, así como la
pulverización y pobreza del grueso de los productores, en contraste marcado con
la oligopolización mal regulada de las mejores tierras, del comercio interno y
externo, y de los servicios de operaciones de industrialización de almacenaje,
agregó.
Por todo eso, las
políticas públicas en las zonas rurales se debaten hoy en día entre atacar problemas económicos o atender
el deterioro social y con serias contradicciones además, aseveró.
Apuntó que según cifras
del Banco de México, el crédito total agropecuario en términos reales ha caído
85 por ciento entre 1990 y 2005. El de la Banca de Desarrollo casi desapareció,
98 por ciento, y desde 1985, la cobertura del seguro agrícola se mantiene
comprimida.
En 2005, las
superficies aseguradas apenas ascendieron al 30 por ciento de las que amparaban
20 años atrás. El desplome mayor corresponde a la agricultura de temporal,
donde la cobertura es apenas del 17 por ciento, comentó.
Advirtió que
además, la dependencia expresada en la importación de alimentos e insumos
básicos adquiere año con año, mayor peso en el abasto nacional. En el 2005, las
importaciones de maíz representaron el 27 por ciento del consumo aparente; de
arroz, 80 por ciento; sorgo, más del 36 por ciento; trigo 12 veces desde 90, y
representan el 64 por ciento de las necesidades nacionales.
El producto
agropecuario apenas se expande a uno
por ciento anual desde 1980 y el empleo agrícola ha decaído en alrededor de un
millón de personas entre 1993 y 2005. De ahí que la pobreza abarque a más del
50 por ciento de la población rural, que la indigencia no sea inferior al 20
por ciento y que la desigualdad social no se corrija. Ello, pese a la
migración, enfatizó.
La nueva
administración, indicó, tendrá que encontrar respuesta a varios dilemas
espinosos a corto plazo, como atenuar el casi inevitable aumento en los precios
de los alimentos, no tanto en el nivel general
de la inflación, sino en la canasta básica de las familias empobrecidas
y cómo hacerlo sin deteriorar la
recuperación del ingreso campesino.
Otros dilemas
serán, cómo encarar la liberación plena del comercio del maíz y otros productos, y a largo plazo cómo
enderezar los problemas estructurales, sociales, económicos, que mantienen en
la pobreza a demasiados campesinos, externó.
Hoy, frente a la
dimensión real de los problemas, las acciones públicas apenas se enderezan a
regular tímidamente el mercado oligopolizado
del maíz y adelantar las cuotas de importación, para reducir la
inevitable escalada de precios y el desvío de la producción nacional de grano
blanco a usos forrajeros. “La tibieza no nos ha permitido siquiera usar las
salvaguardas del TLCAN o del GATT”, concluyó.
-o0o-
FOTO 01
Rolando Cordera,
David Ibarra y Antonio Yúnez, previo al Taller La cuestión social en el campo
mexicano: México ante el 2008, en la Facultad de Economía de la UNAM
FOTO 02.
La situación crítica en el campo mexicano no sólo es producto del TLCAN, sino de la incompetencia y limitaciones en las políticas públicas, indicó David Ibarra, profesor de la FE de la UNAM.