13:00  hrs. 20 de Febrero de 2007

 

 

Boletín UNAM-DGCS-105

Ciudad Universitaria

 


David Ibarra

Pie de fotos al final del boletín

 

SE VIVE CRISIS EN EL CAMPO MEXICANO, POR INCOMPETENCIA DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS

 

·        Subrayó el economista David Ibarra, de la FE de la UNAM, quien dijo que no es posible sólo condenar al TLCAN

·        Se ha pasado sin paliativos de la autosuficiencia del sistema alimentario mexicano, a la dependencia y desprotección humana actuales, aseveró

·        Participó en el Taller La cuestión social en el campo mexicano: México ante el 2008

 

Desde hace un cuarto de siglo, se gesta una situación crítica en el campo mexicano, de la que no es posible sólo condenar al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sino a la incompetencia y limitaciones en las políticas puestas en práctica a partir de los años noventa, así como algunos errores en el proceso de negociación del acuerdo, afirmó el economista de la UNAM David Ibarra.

 

Al participar en el Taller La cuestión social en el campo mexicano: México ante el 2008, organizado por el Seminario Universitario de la Cuestión Social, cuyo titular es Rolando Cordera, aclaró que la vinculación de políticas microeconómicas mal diseñadas, con el hecho de que el nivel macro paralizó el crecimiento histórico del país, determinan en conjunto un serio problema rural.

 

Destacó que teniendo en el campo a un quinto de la población, que no tiene voz en las decisiones que debieran esperar de la política económica del país, “algo grave está fallando en nuestro sistema democrático”.

En su exposición –que luego fue comentada por Antonio Yúnez, investigador de El Colegio de México– David Ibarra apuntó que “se ha pasado sin paliativos de la autosuficiencia del sistema alimentario mexicano, a la dependencia y desprotección humana actuales”, en la Facultad de Economía.

 

Subrayó que entre las fallas principales de la estrategia que se instrumentó, se encuentra el desmantelamiento intempestivo de las políticas de fomento y producción, y su reemplazo regresivo en materia de estrategias e instituciones de mercado.

 

Se pensó sustituir la intervención estatal por nuevos lineamientos de mercado, lo que se hizo intempestivamente, sin tomar en cuenta los tiempos de maduración de estos problemas, añadió.

 

Sin haberse creado circuitos comerciales privados, resaltó, se suprimieron  el sistema de precios de garantía, los servicios estatales de acopio, comercialización, almacenaje y aseguramiento de cosechas. Asimismo, los subsidios perdieron alcance y competitividad, sobre todo frente a los que otorgan los países avanzados, detalló.

 

Se lanzaron una multiplicidad de programas con duplicaciones, inercias y contradicciones, entre los que destacan el de apoyos y servicios a la comercialización agropecuaria, destinado a subvencionar la producción de granos y oleaginosas, el de apoyos directos a ese sector, y la alianza para el campo, anotó.

 

En cuanto al financiamiento, dijo, la banca comercial dejó de brindar accesos a créditos semejantes a los de las instituciones gubernamentales anteriores.

 

Tampoco se crearon mecanismos para limitar o anticipar las oscilaciones en los niveles de las tasas de interés en los costos de producción, y se pasó por alto las muchas agriculturas del país y sus distintas vocaciones agrícolas, que rechazan la uniformidad de las soluciones, refirió.

 

La inversión estatal indispensable al fortalecimiento de la infraestructura física, siguió en grave decaída, así como los programas de combate a la erosión de tierras y destrucción de bosques, expuso.

David Ibarra señaló que uno de los más graves errores que se han cometido en el rediseño de las políticas económicas ha sido el de separar la macro de la microeconomía y apartarla de los problemas sociales y políticos de la nación. “Ello, nos ha hecho cometer enormes pifias en el manejo del país”.

 

Resaltó que hace un cuarto de siglo, y a partir de los noventa, se gesta una situación crítica en el campo mexicano. Sin embargo, la inserción de la agricultura a la globalización y el TLCAN, se plantearon como la solución a los rezagos seculares de marginación y pobreza.

 

Las realidades de la liberación de fronteras, expresó, han confirmado algunos de los beneficios anticipados, como la configuración de un segmento próspero de exportación de frutas, hortalizas y productos procesados industrialmente, sobre todo las bebidas alcohólicas. Pero también ha puesto de relieve, la crisis y la difusión  de la desigualdad en el grueso de los pequeños y medianos productores. 

 

El resultado neto de la reforma neoliberal ha sido la creación de una  estructura de mercado, caracterizada más por la heterogeneidad productiva, agricultura moderna frente a la subsistencia, así como la pulverización y pobreza del grueso de los productores, en contraste marcado con la oligopolización mal regulada de las mejores tierras, del comercio interno y externo, y de los servicios de operaciones de industrialización de almacenaje, agregó.

 

Por todo eso, las políticas públicas en las zonas rurales se debaten hoy en día  entre atacar problemas económicos o atender el deterioro social y con serias contradicciones además, aseveró.

 

Apuntó que según cifras del Banco de México, el crédito total agropecuario en términos reales ha caído 85 por ciento entre 1990 y 2005. El de la Banca de Desarrollo casi desapareció, 98 por ciento, y desde 1985, la cobertura del seguro agrícola se mantiene comprimida.

 

En 2005, las superficies aseguradas apenas ascendieron al 30 por ciento de las que amparaban 20 años atrás. El desplome mayor corresponde a la agricultura de temporal, donde la cobertura es apenas del 17 por ciento, comentó.

 

Advirtió que además, la dependencia expresada en la importación de alimentos e insumos básicos adquiere año con año, mayor peso en el abasto nacional. En el 2005, las importaciones de maíz representaron el 27 por ciento del consumo aparente; de arroz, 80 por ciento; sorgo, más del 36 por ciento; trigo 12 veces desde 90, y representan el 64 por ciento de las necesidades nacionales.

 

El producto agropecuario apenas  se expande a uno por ciento anual desde 1980 y el empleo agrícola ha decaído en alrededor de un millón de personas entre 1993 y 2005. De ahí que la pobreza abarque a más del 50 por ciento de la población rural, que la indigencia no sea inferior al 20 por ciento y que la desigualdad social no se corrija. Ello, pese a la migración, enfatizó.

 

La nueva administración, indicó, tendrá que encontrar respuesta a varios dilemas espinosos a corto plazo, como atenuar el casi inevitable aumento en los precios de los alimentos, no tanto en el nivel general  de la inflación, sino en la canasta básica de las familias empobrecidas y cómo hacerlo sin deteriorar  la recuperación del ingreso campesino.

 

Otros dilemas serán, cómo encarar la liberación plena del comercio del maíz  y otros productos, y a largo plazo cómo enderezar los problemas estructurales, sociales, económicos, que mantienen en la pobreza a demasiados campesinos, externó.

 

Hoy, frente a la dimensión real de los problemas, las acciones públicas apenas se enderezan a regular tímidamente el mercado oligopolizado  del maíz y adelantar las cuotas de importación, para reducir la inevitable escalada de precios y el desvío de la producción nacional de grano blanco a usos forrajeros. “La tibieza no nos ha permitido siquiera usar las salvaguardas del TLCAN o del GATT”, concluyó.

 

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Rolando Cordera, David Ibarra y Antonio Yúnez, previo al Taller La cuestión social en el campo mexicano: México ante el 2008, en la Facultad de Economía de la UNAM

 

FOTO 02.

La situación crítica en el campo mexicano no sólo es producto del TLCAN, sino de la incompetencia y limitaciones en las políticas públicas, indicó David Ibarra, profesor de la FE de la UNAM.