Boletín
UNAM-DGCS-581
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Universitaria
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final del boletín
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Ethel Palacios, de la Secretaría de Salud,
dijo que con los avances tecnológicos, se exalta la importancia de los agentes
biológicos como armas terroristas
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Participaron en la mesa redonda Bioterrorismo,
dentro del VI Congreso Mexicano de Toxicología
En México falta preparación para enfrentar cualquier
evento terrorista, y aún más si implica sustancias biológicas. Los diferentes
sectores involucrados se aíslan y no cooperan entre sí. Cada uno elabora sus
planes pero no se comunica, afirmó Benjamín Ruiz Loyola, profesor de la
Facultad de Química de la UNAM.
Al participar en la mesa redonda Bioterrorismo, dentro
del VI Congreso Mexicano de Toxicología, añadió que cada dependencia tiene su
propio ámbito de acción y no hay vinculación; cada cual cuenta con su plan
maestro, pero no lo compaginan en uno solo, además de que a veces resultan
simplistas.
Ruiz Loyola expuso que si se registrara un atentado
bioterrorista, el sistema de vigilancia sería importantísimo. Para ello se necesita
una buena interrelación entre los sectores salud, gobernación y defensa para
controlar los efectos. “Un diagnóstico rápido y confiable es necesario, de tal
suerte que el papel de los profesionales médicos es de vital importancia”.
Las armas químicas, precisó,
contienen agentes biológicos, microorganismos vivos o toxinas producidas por
las mismas, con las cuales se pretende alcanzar fines hostiles, ya sea en
conflictos armados o no declarados, en cuyo caso se hablaría de terrorismo.
Están destinadas a causar enfermedades que lleven a la
muerte o generen incapacidad en los seres humanos, animales o plantas. Hay una
buena cantidad de agentes que pueden ser usados con este objetivo, abundó.
Tal es el caso de los causantes de ántrax, cólera,
viruela, peste, tularemia, botulismo y gran gama de fiebres hemorrágicas
virales, como el ébola, aunque puede servir hasta la salmonela, explicó.
Los ataques del 11 de septiembre tienen mucho que ver con
lo que se puede esperar en el futuro, adelantó. Los conflictos internacionales
amenazan con exportar las agresiones incluso a nuestro país; las tensiones
entre diversos países, y el empleo de la gripe aviar, que con ciertas
mutaciones se puede transmitir de humano a humano, son algunos de los
escenarios mundiales.
Las perspectivas bioterroristas pueden usar trastornos
comunes o más complicados, de acuerdo con su capacidad tecnológica y recursos
disponibles; la modificación de microorganismos mediante ingeniería genética
para diseñar uno que sólo afecte a cierto grupo de personas; su empleo para
ganado aprovechable, con el fin de disminuir la capacidad alimenticia, y el
empleo de otros en contra de cultivos, en lo que se conoce como agroterrorismo,
refirió.
De manera contraria a lo expuesto, Ethel Palacios, de la
Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud (SSa), recordó que
desde hace una década existe un Comité Nacional para la Seguridad en Salud, el
cual conjunta los esfuerzos de diferentes sectores, y promueve planes
conjuntos, que si bien no forman uno solo, sí tienen puntos donde se entrelazan
y permiten una respuesta uniforme.
En tanto, el Plan de Protección de la Salud ante el
Riesgo de Bioterrorismo de la SSa, informó, tiene el objetivo de detectar de
manera oportuna y adecuada los daños al bienestar de la población, ocasionados
por el uso intencionado de agentes biológicos.
Las líneas de acción de este plan son: vigilancia
epidemiológica, capacidad diagnóstica, atención a la población, reserva de
medicamentos, colaboración con otras instituciones y la información a la
población, agregó.
Por otro lado, Ethel
Palacios coincidió que el bioterrorismo se define como el uso intencionado de
agentes biológicos, ya sea toxinas, bacterias, virus o cualquier tipo de
material con fines de intimidación a la población, sea civil o no.
Son armas no convencionales fabricadas para producir
enfermedades; y la guerra bacteriológica es el uso de elementos biológicos o
toxinas en conflictos, particularmente contra tropas y otros objetivos
militares.
Con la crisis del ántrax en EU, en octubre de 2001, con
17 casos confirmados de ántrax pulmonar y siete cutáneos, se marcó una
importante diferencia en la manera en cómo se ve al bioterrorismo, opinó la
experta.
Hoy, con los avances tecnológicos, se exalta la importancia
de los agentes biológicos como armas terroristas “y el mundo toma conciencia de
que eso le puede afectar a cualquiera”, dijo. Para que se logre un ataque debe
haber una intención, capacidad y un objetivo vulnerable, como pueden ser los
conjuntos poblacionales; pero al mismo tiempo debe existir capacidad de
respuesta conjunta de la sociedad para protegerse.
Según la Organización del Tratado del Atlántico Norte hay
39 agentes de potencial uso intencionado “y eso es importante, porque cualquier
microorganismo que se manipule en el laboratorio se puede utilizar en un ataque
bioterrorista”. Tienen capacidad de causar daño, producir una enfermedad grave,
ser estables –o mantenerse en el medio–, contagiosos y tóxicos.
Esta amenaza se ha traducido en un aspecto de seguridad
nacional, es decir, debe existir un conjunto de acciones políticas, económicas,
psicosociales y militares realizadas por las instituciones que conforman un
Estado, para proteger a la población.
El objetivo es obtener y conservar las circunstancias
propicias para salvaguardar los objetivos y proyectos nacionales ante cualquier
amenaza.
Por último, Magda Carvajal, investigadora del Instituto
de Biología, al hablar del tema de la guerra biológica con micotoxinas, se
refirió a los casos de aleucia tóxica alimentaria como problema de salud en
Rusia y a las guerras de Indochina y Vietnam, donde se hizo uso del llamado
agente naranja (mezcla de dos herbicidas), que aún siguen causando
discapacidades.
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FOTO 01.
Benjamín Ruiz Loyola, de la Facultad
de Química de la UNAM, dijo que en nuestro país falta preparación para
enfrentar cualquier evento terrorista, y aún más si implica sustancias
biológicas.
FOTO 02
Las especialistas Magda Carvajal y
Ethel Palacios durante la mesa redonda Bioterrorismo, dentro del VI Congreso
Mexicano de Toxicología, efectuada en la UNAM.