Boletín
UNAM-DGCS-090
Ciudad Universitaria
![]() |
![]() |
![]() |
Pies de foto al
final del boletín
SE DUPLICARON EN
LAS ÚLTIMAS TRES DÉCADAS LAS ONDAS DE CALOR EN LA CIUDAD DE MÉXICO
·
Son temperaturas de 30 grados o más durante
tres días consecutivos, explicó Ernesto Jáuregui Ostos, investigador del Centro
de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM
·
Incrementan los riesgos a la salud, pues al
aumentar la temperatura se genera una mayor cantidad de ozono, gas perjudicial
para las vías respiratorias, reveló
·
Se está en el límite para tomar medidas que
busquen mitigar los efectos del cambio climático global, advirtió
El número de ondas de calor se
ha duplicado en la Ciudad de México a partir de la década de los 70, es decir,
han aumentado su frecuencia, afirmó Ernesto Jáuregui Ostos, investigador del
Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM.
El científico expuso que tal
fenómeno –definido como eventos de temperaturas de 30 grados o más durante tres
días consecutivos por lo menos– se extiende por toda la urbe, aunque afecta,
sobre todo, al Centro Histórico y su entorno inmediato, donde se instalan los
niveles máximos.
Este incremento es parte de
los índices batidos hasta el año pasado en deshielo y huracanes en todo el
mundo, observado en la reducción a su mínima extensión de la capa del hielo
ártico, según se desprende de un estudio de la NASA. Ante ello, el académico
advirtió que se está en el límite para tomar medidas que busquen mitigar los
efectos del cambio climático global.
Urgió a disminuir las
emisiones de gases invernadero y alcanzar las metas del Protocolo de Kyoto en
los países firmantes, y que otros que no se han adherido, como Estados Unidos,
reduzcan los niveles por su cuenta; pero para ello se requiere voluntad.
La evidencia del calentamiento
global es clara, consideró. El deshielo de los casquetes polares no es sólo
resultado del cálculo de las computadoras, sino un hecho. Por ello, no queda
más remedio que reducir las emisiones de contaminantes a la atmósfera.
Si aumenta la temperatura del
globo, el clima se desestabilizará. Se volverá más gélido el invierno, y más
apremiante el verano, como ya se experimenta. “Si se hace un promedio para todo
el año se obtiene una tendencia positiva, creciente, de mayor temperatura a
medida que pasa el tiempo”, reiteró.
En el caso específico de las
ondas de calor en la capital de la república, Jáuregui Ostos aclaró que si bien
son más frecuentes, no aumentan su intensidad de manera significativa. Siguen
de 30 a 34 grados centígrados; este último valor es el máximo registrado en los
meses álgidos.
Empero, lo que evita que en la
zona sur sea tan intenso es la abundancia de vegetación, relativamente mayor
que en el resto de la urbe, como en el norte, donde el clima es más seco. Los
árboles refrescan el ambiente y mitigan el bochorno, precisó.
La duración máxima de una onda
de calor es de 15 días, aunque el promedio es de cerca de una semana. El 5 de
mayo de 2003 se registraron 34 grados como máximo. Tales fenómenos son sui
generis porque no son tan intensos como se supone, pero alteran el patrón de comportamiento
de la población, sostuvo.
Los 32 ó 34 grados de esos
eventos pueden, en lugares como el norte, producir una sensación moderada; en
la capital del país, además, son “benignos”, porque a su aumento ocurre de
forma simultánea una disminución de humedad relativa, reveló.
Si fuese como en Veracruz, con
ese indicador al 80 por ciento, el agobio sería mayor, apuntó, pues este factor
reduce las posibilidades de evaporación del sudor de la piel, y si no puede
deshacerse el calor metabólico, entonces se elevan las molestias.
Las ondas de calor del
Distrito Federal son secas, aunque no dejan de producir incomodidad entre los
habitantes. De cualquier modo, detalló, aumentan los riesgos para la salud,
pues al incrementarse la temperatura se genera una mayor cantidad de ozono
–perjudicial para las vías respiratorias–, que se forma por la presencia de
abundante radiación solar y gases precursores, como nitrógeno e hidrocarburos.
En este proceso influye, según
se especula, el efecto invernadero, que induce una tendencia positiva de la
temperatura en general, y de las máximas en particular. Tal factor se agrega al
de la urbanización o sustitución de áreas naturales por otras cubiertas de
pavimento y construcciones, agregó.
Desde luego, a estos eventos
contribuye la variabilidad climática natural, que en los últimos tiempos se ha
modificado por la construcción e incremento de gases invernadero. El resultado
es un clima más extremoso, con más ondas de calor en verano y al mismo tiempo,
con más inviernos crudos, explicó.
Tales cambios se pueden
modular a escala local mediante la plantación de arbolado urbano, pero hoy no
se hace donde es más necesario, porque no hay espacios adecuados para ello, por
ejemplo cerca del Zócalo, donde todos los edificios son históricos. Pero se
podrían aprovechar los lotes vacíos donde el terreno cuesta menos. Así se
mitigarían las islas de calor, adelantó.
El método de mejora del clima,
opinó Ernesto Jáuregui, podría aplicarse en los suburbios y mediante la
planeación de áreas verdes. En las urbes también se modifican los vientos,
donde se reducen al gastar parte de su energía al golpear contra la superficie
de los edificios. Dentro de la ciudad su velocidad es menor y eso reduce la
ventilación y, en consecuencia, se elevan los niveles de gases nocivos para la
salud y disminuye el confort.
En cuanto a las
precipitaciones pluviales, el científico explicó que han aumentado en la propia
Ciudad de México. En época de lluvias la calidad del aire mejora, porque los
contaminantes presentes en la atmósfera se “lavan”.
Su calidad se incrementa de
junio a octubre cuando llueve cada tarde en unos 20 días por mes. “Ese fenómeno
de ‘lavado de las impurezas’ es benéfico para la salud. Pero no debe atenerse a
ello, sino reducir las emisiones vehiculares e industriales; esa debe seguir
siendo una lucha permanente, continua e ininterrumpida”, aseveró.
En la temporada de secas,
señaló, al caudal de humos que sale de los automóviles y los que se forman en
el aire en presencia de luz solar, se suman las tolvaneras, debidas a la
entrada violenta de aire polar y seco al valle, fenómeno combinado con los
primeros aguaceros, que parecerían “lluvias de lodo”, que propician el aumento
de padecimientos respiratorios y gastrointestinales, al aspirar bacterias e
ingerirse en los alimentos expuestos.
Para evitar tal situación se
han emprendido acciones como el Plan Texcoco, donde se ha tratado de cubrir de
vegetación nativa a los suelos secos de la región. Es un proyecto de largo
plazo que, sin embargo, ya ha dado pasos positivos, indicó.
El científico y su equipo de
colaboradores saben que el fenómeno de las islas de calor será más intenso en
los sitios donde no hay mucha vegetación, y donde no se han aprovechado
recursos como los ríos, que podrían funcionar como sumideros. El objetivo es en
un futuro próximo, extender las mediciones del clima que ya se realizan en la
capital, a urbes como Jalapa y Puebla, concluyó.
--o0o—
FOTO 1
Ernesto Jáuregui Ostos, adscrito al Centro de Ciencias
de la Atmósfera de la UNAM, reveló que el número de ondas de calor se ha
duplicado en la Ciudad de México en las últimas tres décadas.
FOTO 2.
El método de mejora del clima, opinó el investigador de la UNAM Ernesto Jáuregui, podría aplicarse en los suburbios mediante la planeación de áreas verdes, que incluyan zonas arboladas.