Boletín UNAM-DGCS-652
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final de boletín
OTORGA LA CIENCIA GENÓMICA PODER INÉDITO SOBRE LA
NATURALEZA: AMBROSIO VELASCO
·
Han convertido la generación de la vida en un producto de las
tecnociencias, afirmó el director de la FFyL de la UNAM
·
El uso del saber y del poder tecnocientífico ha de ser ciertamente
ético, no sólo eficaz; no ha de tener un mero valor económico y político, sino
ético y social, señaló la profesora emérita Juliana González
·
Evandro Agazzi, de la Universidad de Génova, Italia, reconoció que el
embrión es un ser humano a partir del momento en el cual su individualidad
ontológica se pueda considerar establecida
· Participaron en la inauguración del Coloquio Internacional Dilemas de Bioética
El avance de la ciencia genómica le ha otorgado
al hombre poder inédito sobre la naturaleza, al grado que la generación de la
vida se ha tornado un producto de las tecnociencias, afirmó Ambrosio Velasco
Gómez, director de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.
Su poder creativo y causal ha traído consigo
una enorme responsabilidad ética y política. Ya no es posible ni deseable
mantener la separación entre ciencias y ética, ni que ésta y la filosofía
desatiendan los avances científicos, sostuvo al inaugurar el Coloquio Internacional
Dilemas de Bioética.
En el acto, donde estuvo presente Mercedes de
la Garza, directora del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFl), y
Juliana González Valenzuela, profesora emérita de la FFyL, el funcionario
señaló: “La fusión dialógica entre ciencias de la vida y ética es un punto de
inflexión en toda la cultura moderna, pues nunca antes el hombre había tenido
una relación y actitud ética ante lo natural”.
En ese sentido, la bioética es claramente un
área de investigación que abre camino a la nueva cultura unificada del siglo
XXI: humanística, científica y tecnológica, enfatizó en el aula magna “Fray
Alonso de la Veracruz”.
En ella, indicó, habrá que replantear el
estatus epistemológico, mismo de las ciencias y las humanidades, y se tendrá
que integrar con todas las dificultades y retos que ello implica.
Por ello, destacó, este Coloquio tiene una
enorme significación, pues la bioética constituye hoy en día una línea de
investigación de frontera entre las ciencias de la vida y varias disciplinas
filosóficas.
En su oportunidad, Juliana González Valenzuela
mencionó: “Estamos viviendo una época de grandes cambios, particularmente en el
ámbito de las revoluciones científicas y tecnológicas; hay muchos signos de que
nos encontramos en el umbral de una decisiva transición histórica de salida de
unos tiempos y entrada a otros, donde el futuro se vislumbra en muchos sentidos
más incierto y más desconocido de lo que por naturaleza es”.
Desde el presente, dijo, parecen abrirse
ciertamente dos opuestas avenidas: una de promesas y esperanzas, la otra de
profundas amenazas y peligros.
Es precisamente en el orden de las aplicaciones
prácticas o técnicas de los nuevos conocimientos y poderes tecnológicos, donde
se presentan los más acuciantes dilemas éticos, donde afloran, junto con
augurios benéficos para la humanidad, serios riesgos para ella y para la
conservación de la vida y de la Tierra, resaltó.
Así como la ética llegó a alojarse en el
corazón mismo de la medicina hipocrática y se tornó imprescindible para el
ejercicio de su arte, lo mismo ocurre hoy, no sólo en esa disciplina, sino con
las biociencias y las biotecnologías de la actualidad, precisó.
Bios requiere de ethos para hacer frente a la
ambigüedad y a los dilemas cruciales del nuevo saber y poder sobre la vida y la
mejora de la misma, acotó.
En efecto, aseveró, a la bioética le
corresponde la toma de conciencia de ese doble poder creador o destructor de
las tecnociencias. En este sentido, constituye el básico recurso de esa responsabilidad
necesaria para la ciencia. “A la conciencia y a la voluntad ética corresponde
asimismo integrar pasado y futuro, asumir el inicio de los nuevos tiempos, pero
con memoria de lo vivo y que debe pervivir; así como reorientar el proceso
tecnocientífico hacia fines racionales potenciadores de la vida humana y no
humana, y de sus valores más preciados”.
La ética de la bioética no sólo apela al ethos
individual de las personas o de las comunidades científicas, sino que se
expande y ha de irradiar en todas direcciones, subrayó.
El uso del saber y del poder tecnocientífico no
ha de ser sólo eficaz ni tener un mero
valor económico y político, sino ético y social; ha de ser resultado de la
búsqueda en común de consenso y de la deliberación conjunta de las decisiones
compartidas, reiteró.
Particularmente en los dilemas generales, los
que conciernen a la sociedad humana, las decisiones no pueden venir de unos
cuantos, de los científicos y tecnólogos y menos aún de los gobernantes y
políticos, ni siquiera de los expertos en bioética, consideró.
Tienen que ser resultados en los cuales
participe la sociedad en su conjunto, pues es a ésta, en última instancia, a
quien competen de manera señalada esos usos del saber y el poder de las
tecnociencias de la vida, abundó.
Esto sólo es posible, señaló, con una sociedad
que pueda tener acceso a una información confiable y autorizada en cuestiones
de biociencias, biotecnología y bioética. Ese sería uno de los sentidos
principales que tendría la llamada sociedad del conocimiento a la cual, se
dice, el mundo se dirige.
Así, recalcó, sería aquella que está informada,
puede llegar a adquirir los mayores datos posibles y fidedignos del estado que
guardan las revoluciones científicas y tecnológicas, así como de los dilemas emanados
de ellas.
De ahí la importancia de eventos como el
Coloquio que hoy iniciamos, el cual está plenamente animado por un espíritu
dialógico y plural, de búsqueda compartida, refrendó.
Al dictar la conferencia Estatus ético y
ontológico del embrión humano,
Evandro Agazzi, profesor de filosofía de la
Universidad de Génova, Italia, reconoció que el embrión es un ser humano a
partir del momento en el cual su individualidad ontológica se pueda considerar
establecida.
Por ello, los políticos que pelean desde hace
20 años por sacar consecuencias éticas sobre este problema, no pueden apoyarse
únicamente en la biología. Si bien, sus conocimientos son importantes, no son
decisivos ni para solucionar la cuestión ontológica ni el conflicto ético,
comentó.
La tradición de la ética occidental ha tratado
de encontrar un fundamento en el hecho de que el humano está ontológicamente
más arriba que los demás seres de la naturaleza, incluyendo a los demás
animales. De hecho, las diferentes filosofías y religiones han tratado de sacar
a la luz las características que hacen del hombre algo superior al resto de los
demás seres vivos, concluyó.
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FOTO 1.
El uso del saber
y del poder tecnocientífico ha de ser ciertamente ético, no sólo eficaz,
consideró Juliana González, profesora emérita de la UNAM, al inaugurar el
Coloquio Internacional Dilemas de Bioética.
FOTO 2
Ambrosio Velasco,
Juliana González y Mercedes de la Garza, durante la inauguración del Coloquio
Internacional Dilemas de Bioética, que se efectúa en la UNAM.
FOTO 3
El embrión es un individuo humano a partir del momento en que su individualidad ontológica puede considerarse establecida, afirmó el profesor italiano Evandro Agazzi, en el Coloquio Internacional Dilemas de Bioética, efectuado en la UNAM.